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Un torero con traje tradicional y capote en blanco y negro frente a una pared texturizada.
OPINIÓN

Justicia Poética. Rafael Camino Álvarez

Ya no se trata de afición, se trata de justicia poética

El matador de toros del que quiero hablar hoy se aleja con creces de la imagen que un 'yankee' podría tener sobre lo que es un torero. Este no vive en un cortijo señorial rodeado de caballos ni posee una plaza de tienta con su insignia herrada en cada burladero tallado en piedra.

No conduce un Mercedes ni fuma puros habanos. Tampoco bebe whisky caro junto a la chimenea en las frías noches de invierno. Vive en un pequeño piso de Soria a cuatro pasos de la plaza de toros y conduce un Ford Mondeo del año 2004 que, mientras ustedes leen esto, está en algún taller soriano debatiéndose entre la vida o la muerte.

Hombre con chaleco bordado ajustándose la camisa en una habitación.

En lugar de whisky caro, prefiere un vaso de leche semidesnatada caliente antes de conciliar el sueño. Hará dos o tres años, revisando mis redes sociales como acostumbro a hacer cada mañana en lo que se me abre el ojo izquierdo para ir a la universidad, me topé en twitter con el video de un tal Rubén Sanz pegando naturales en una plaza en la que, a lo sumo, habría un cuarto de entrada.

Por un segundo, dudé si lo que estaba viendo era real o era yo que, todavía más dormido que despierto, estaba idealizando los muletazos de un señor canoso que se cruzó en mi muro cuando todavía no había amanecido. Me acabé el café y me pegué una ducha decidido a ver de nuevo el vídeo.

Lo primero que pensé después de verlo de nuevo fue que yo a ese señor tenía que conocerlo, pues había conseguido llegarme al alma a través de un vídeo grabado con un móvil de cuando los caballos no llevaban peto. Y así fue. Desde el día en que nos conocimos, se esforzó en demostrar la calidad humana que viste ese traje de luces berenjena curtido en mil y una batallas.

En él he encontrado un amigo, un confidente y una persona a la que admirar desde lo más profundo de mí. Hay días que incluso si me levanto de capa caída y me pesan las sábanas por aquello que me atormenta, pienso en que Rubén a esas horas ya está casi acabando su entrenamiento diario y me da la fuerza que necesito para seguir adelante.

Pero hoy no quiero hablar de lo bonita que es nuestra amistad y de nuestras conversaciones de toros a altas horas de la mañana, hoy quiero denunciar públicamente un delito. Un delito que cometen aquellos que presumen de afición, aquellos que se llenan la boca de entendimientos taurinos y que permiten año tras año que este señor no confirme alternativa en Madrid.

Es cierto que es de agradecer al maestro Miguel Abellán la sensibilidad que tuvo al incluir a Rubén en la Copa Chenel el año pasado y sé que ese gesto le dio un hilo de esperanza al que agarrarse, pero el asunto va más allá. Esa confirmación.

Sé también que el gerente de Plaza1, empresa gestora de Las Ventas, Rafael García Garrido, sí que tiene algo de afición y está haciendo lo posible por darle un sitio, pero no es suficiente. Entiendan que es por lo que vive y por lo que sueña a diario, por lo que se levanta a entrenar aun con el peor temporal imaginable mientras ve como otros, con muchísimo menos argumento que él, se comen dos o tres tardes al año en Las Ventas.

Uno de los padres del sistema taurino, vividor de esto desde que vino al mundo, argumentó que Rubén no era capaz de matar una corrida en Madrid. Han leído bien, “capaz”.

Resulta curioso que alguien que precisamente se apartó de su sueño porque no le querían ver ni en los tentaderos hable así de un luchador nato como Rubén, que le da mil vueltas como torero y como persona ¿De verdad no queda en esta gente ni un poco de calidad humana? Resulta muy duro ver como la tauromaquia que mi abuelo defendió hasta morir se ha convertido en un sistema corrupto por culpa de tres o cuatro.

Por suerte, cada vez somos más los que pedimos justicia por un torero de Soria que se llama Rubén Sanz que, aunque no me deje llamarle así, para mi siempre será un maestro.

Esta es la tauromaquia que habéis dejado a base de despachos, billetes y contactos y espero que corazón que el día que esto se acabe, no os llevéis las manos a la cabeza, porque somos muchos los que llevamos tiempo avisando.

Sé perfectamente que sincerarme como he hecho me puede traer consecuencias, pero aquí les espero. Nunca tendré miedo a defender la verdad y ser lo más justo que sé. Así me han educado. Ya no se trata de afición, se trata de justicia poética.

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