El juicio a los políticos y neo-religiones
Por Antonio Sánchez Sánchez
Es impresionante asistir a los procesos mentales que se suceden a día de hoy en las relaciones entre partidos políticos y el electorado. Es digno de estudio cómo mediante la arquitectura psicosocial se ha conseguido convertir a los electores en profusos legionarios de la fe y a los partidos en las nuevas religiones del siglo XXI.
El primer punto importante a analizar es cómo actualmente el ciudadano medio se encuentra sumido en una espiral que gira incesantemente donde un puesto de trabajo inestable, una acuciante preocupación por vivienda, escasez económica, núcleos familiares desestabilizados y la terrible desesperación que provoca la imposibilidad de prosperar han conseguido eliminar toda pretensión intelectual y el pensamiento crítico.
Estos cinco puntos elementales son sobre los que pivota esa hipnótica y perversa espiral que mantiene a la sociedad alienada. El lector ha de ser consciente de que las políticas implementadas en las últimas décadas han llevado a cabo la destrucción de los pilares de nuestra sociedad: El trabajo, la propiedad privada, la economía, la familia y la prosperidad.
Los sucesivos gobiernos han trabajado denodadamente para que estos pilares en vez de proporcionar los mecanismos para su consolidación sean sustituidos por desempleo o trabajo precario e inestable, usurpación de la propiedad privada promovida por los poderes públicos, incremento de los índices de pobreza y reducción del poder adquisitivo, destrucción del valor nuclear de la familia y la ausencia general de la capacidad para prosperar.
Después de esta concisa exposición, llegamos a la cuestión capital que no es otra sino la manera mediante la cual los diferentes gobiernos han conseguido que el electorado, no sólo siga votando a estos partidos políticos, sino que, de manera sistemática, década tras década y aun habiendo depauperado terriblemente la convivencia, sigan gritando y vitoreando enfervorecidos y dispuestos a inmolarse por aquellos mismos que les hacen la vida cada día más difícil, por aquellos que los dejarán tirados y saldrán corriendo como despreciables cobardes abandonándolos a su negra suerte como ha sucedido en los recientes y catastróficos sucesos de Valencia, por aquellos que pisotearon la constitución durante el COVID, por aquellos que les roban a manos llenas y dilapidan sin miramientos el fruto de su trabajo mediante una intolerable confiscación impositiva y los mismos que han hecho de la corrupción, el embuste y las prácticas mafiosas nuevas instituciones de un estado que, por momentos, se aleja de ser de Derecho.
¿Cómo es posible que haya alguien en su sano juicio que siga votando a esta gentuza mafiosa y que los quiera como dirigentes de nada?
El análisis de esta pregunta y de los testimonios que ofrecen los propios alienados por las diferentes sectas religioso-políticas nos saca de dudas. El amado líder proporciona eslóganes, proclamas y dicta el testimonio que los devotos fieles repiten una y otra vez. Tras escuchar a todos repetir lo mismo incansablemente, apreciará el lector que uno deja de inteligir las soflamas y dando paso a un rumor altisonante que no permite captar otra cosa sino un creciente y estrepitoso balar ovino.
Estas neo sectas religionarias prosperan minando los estratos básicos de la teoría de la pirámide de necesidades de Maslow, utilizándola destructivamente contra el ciudadano de a pie. Les aseguro que a aquel que le falte el dinero para comprar comida que poner en la mesa de sus hijos, no ocupa su tiempo en cuestiones filosóficas ni retóricas cuando todo su esfuerzo estará enfocado en conseguir un mejor trabajo o esa comida que probablemente algún día de fin de mes llegue a faltar en el plato de sus hijos.
Llegados a este punto debemos de plantearnos que, establecida la premisa de que nos mienten siempre, ¿cómo entonces el ciudadano medio podría juzgar y evaluar la actividad del gobierno o de los políticos en general?
Debemos de juzgar, evaluar y comprometer, en su caso, al político o gobernante por sus actos y la consecuencia de su actividad política. Es necesario abstraerse de aquel bullicio ovino, no debemos escucharlos ni dejarnos embaucar por bienaventuranzas espurias ni cantos de sirena. Al político hay que juzgarlo tras analizar la repercusión que tiene en nuestras vidas la implementación de sus políticas. Hay que arrancar de nuestro pensamiento el dogma, la creencia ciega y el fanatismo.
Los políticos reciben un mandato a través del sufragio donde les es conferida la representación del pueblo soberano. Y como en todo contrato, y más en el de mandato, el mandante debe de tener la última palabra y siempre que el representante o mandatario deje de velar por los intereses del primero, el contrato podrá ser rescindido por incumplimiento del segundo, además habiendo éste de responder por daños y perjuicios, que en el caso de los españoles son muchos.
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