
Golpe de Estado en busca del autor: El 23–F de 1981 | Parte 2
El intento de golpe de Estado en España es “un asunto interno”, sentenció el general Haig, en París
LA PREPARACIÓN LEJANA.
En el seno del servicio de Inteligencia se redactará, en los primeros años de la transición, un plan que será bautizado como “operación De Gaulle”. Cuando el recién nombrado ministro de Defensa, Rodríguez Sahagún, visite el Centro se lo expondrán y acto seguido el ministro ordenará que los redactores del mismo el comandante Faura y el capitán Peñaranda, abandonen el Servicio y vuelvan al Ejército. Curiosamente dicho plan no fue destruido, la dirección de la Casa lo conservó.
La operación se inspiraba en como se había superado en Francia el riesgo a una guerra civil, originado por la independencia de Argelia. Se indicaba que el presidente de la IV República, René Coty, había mantenido una reunión con los portavoces parlamentarios de los diferentes partidos de la Asamblea Francesa, alertándoles sobre la situación de extrema gravedad existente y del grave peligro en que esta degenerara en un enfrentamiento directo entre franceses. A causa de la postura contraria a la independencia argelina, mantenida por gran parte del ejército francés y de una parte importante de la opinión pública que consideraban que ese territorio era parte indisoluble de Francia.
Como solución, el presidente no veía otro camino que ofrecerle al general De Gaulle que asumiera la Jefatura del Estado, dado el prestigio que este militar contaba en toda la nación. Obtenido el acuerdo de los portavoces el presidente se traslada a Colombey les deux Églises, lugar donde se encontraba retirado el general, y le pide que por el interés de Francia asuma la presidencia. De Gaulle le señala que antes de aceptar necesita hablar con el general Massu, comandante de las fuerzas militares francesas destacadas en Alemania. Obtenido el acuerdo del célebre general paracaidista, De Gaulle acompañó al presidente a París y este lo presenta en la Asamblea solicitando a los diputados que le voten como nuevo Jefe de Gobierno para así poder salvar la situación crítica en la que se encuentra la nación. Es votado, iniciándose inmediatamente el nuevo periodo constituyente que dará lugar a la nueva Constitución y al comienzo de la V República, con el general como nuevo Jefe de Estado.
El coronel Quintero redactará, diciembre de 1980, desde su destino de agregado militar en Ankara un informe favorable al ya mencionado golpe en Turquía que proponía como modelo, vista la importancia estratégica similar que tienen ambos países en el Mediterráneo. El plan fue desechado pues la decisión ya se había adoptado, y además la represión que siguió al golpe de Estado turco lo hacían inviable para España pues esa circunstancia podía ser asumible en un país musulmán pero inviable para la opinión pública occidental si además se trataba de una nación católica en transición hacia la democracia. Pero también por el control que en esos momentos tenían aquellos que iban a encargarse de la organización y coordinación del golpe, para los que “la operación De Gaulle” constituía su modelo, el único que reunía todos los requisitos para que dicha acción fuera aceptada por todos como la mejor salida a una situación de extrema gravedad.
Una vez aceptada la “operación De Gaulle” como el modelo a seguir y con la premisa de “nada de sangre”. Había que adaptarla a la realidad española. Existía un problema, los franceses habían corrido un riesgo real de enfrentamiento a causa de Argelia. En España no podía echarse mano de nada similar por los motivos siguientes:
No existía división en el ejército, la mayor parte añoraba el régimen anterior o tenían muchas dudas de la viabilidad del actual. El testamento de Franco y la obediencia debida legitimaban, para la mayor parte, la tutela que el Ejército debía ejercer sobre el poder civil. Una vez constatado que los EEUU apoyaban el “golpe de timón” la marcha hacia el golpe de Estado era lo más patriótico que podía hacerse en opinión de estos militares nostálgicos.
La sociedad civil no se hallaba enfrentada por ningún motivo. El terrorismo no había logrado su objetivo estratégico de separar a la sociedad del naciente sistema político ni tampoco de su gobierno, por muy dividido que este se encontrara. El sentimiento generalizado era arrimar el hombro para consolidar la democracia en España.
La única escisión existente era la motivada por la ambición política de los diferentes partidos: unos por abandonar el barco que se hundía (UCD), otros por aprovechar la situación y lograr llegar al Poder, aunque fuera por un atajo nada democrático (PSOE) y los de más allá por maniobrar y obtener ventajas que hubieran sido difíciles de obtener en situación normal (AP, PCE, CIU y PNV). En todo caso razones poco presentables como para presentarlas como el factor determinante en una situación de emergencia nacional, que justificara la interrupción del proceso democrático y la llegada de un general.
En la creación del motivo que justificase la acción, en el marco del modelo elegido, es donde se encuentra el origen de la intentona y otra de las claves del golpe, pues sin ese detonante la “operación De Gaulle” no era posible, al no estar prevista una represión posterior sobre la población. No iba a ser presentada como la involución de un grupo sino como una salvación nacional consensuada por los representantes de la nación.
Los planificadores lo bautizaron como SAM (Supuesto Anticonstitucional Máximo) y entenderán que se concretará poco antes de desencadenar la acción decisiva, aunque desde los inicios se barajara el secuestro como la manera más idónea de alcanzar el objetivo propuesto.
La dimisión inesperada de Suárez acelerará los preparativos no los detendrá, como él pensó, pues el objetivo no era en ese momento castigar al presidente sino adueñarse del Poder. Los golpistas pensaron que la situación de mayor gravedad política que podría crearse sería el secuestro simultáneo del poder ejecutivo y legislativo durante un pleno de sesiones. La elección del sucesor de Suárez permitiría contar en un plazo muy breve con una reunión plenaria en la que pudiera ejecutarse el plan.
La operación así concebida, fue la creación artificial de una situación de emergencia extrema para presentar a continuación un salvador: Armada, quien enderezará el rumbo político existente en España. Fue un golpe de Estado cobarde y humanitario. Cobarde pues los mayores responsables no dieron la cara a la hora de defender sus convicciones y abandonarían a aquellos que previamente reclutaron para iniciarlo, en nombre de un interés general más que discutible. También humanitario, pues hubo la orden de evitar el derramamiento de sangre a toda costa. Este extremo facilitaría la acotación de las responsabilidades posteriores, aunque operó sobre todo en beneficio de los autores intelectuales más que de los ejecutantes.
LA PREPARACIÓN PRÓXIMA.
El Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), estuvo involucrado en todas las fases de la intentona golpista, por la participación de algunos de sus agentes. Javier Calderón y José Luis Cortina tenían en sus manos la dirección y las operaciones del Servicio Secreto. Unidos por una gran amistad habían colaborado, desde GODSA y junto a Manuel Fraga, en la creación del partido Alianza Popular. El general Gutiérrez Mellado fue el verdadero artífice de la irresistible ascensión de estos dos oficiales en el seno del Servicio Secreto.
La concepción del plan fue desarrollada unos años antes de ser utilizado, como se ha señalado más arriba, por dos miembros del Servicio. La “operación De Gaulle” no fue destruida sino guardada en los archivos a pesar de haber sido desautorizada por el ministro de Defensa.
En el mes de mayo de 1980, se destina como Comandante General de Ceuta al general Mariñas, director del CESID. No se nombra sustituto cuando casi todos los días la prensa y los rumores hablan del “ruido de sables” existente. Queda al mando el coronel Narciso Carreras de manera interina. La dirección y la operatividad del Centro quedan en manos de dos hombres de la entera confianza del vicepresidente del gobierno Gutiérrez Mellado. El teniente coronel Javier Calderón, como secretario general, y el comandante José Luis Cortina como jefe de los equipos operativos. Aquí reside otra de las claves del golpe de Estado, dejar en manos de dos hombres en los que va a recaer la coordinación, el control de los Servicios de Inteligencia. Calderón no podía ser nombrado director pues la ley obligaba a que dicho puesto lo ostentara un militar con rango de general, después del fracaso de la intentona se cambiará la ley deprisa y corriendo para poder nombrar nuevo director de la Casa al teniente coronel Emilio Alonso Manglano, oficial que también contaba con la confianza de la Zarzuela, pues el fracaso de la intentona aconsejaba un cambio inmediato en la cúpula del Servicio de Inteligencia.
Nada más asumir la secretaría general, Calderón ordenará que toda la actividad de Inteligencia que tenga que ver con la involución política sea controlada exclusivamente por Cortina y que este despache directamente con él. De esa manera el área de Involución quedaría cortocircuitada e inoperante.
En los meses siguientes Cortina dispondrá de toda la información disponible respecto a los movimientos y reuniones involucionistas que compartirá con Calderón mientras que la dosificará convenientemente para el área de Involución, de manera que esta no tenga nada relevante que pueda interferir. De esa manera ambos podrán explotar en su beneficio la información obtenida y dejar fuera de combate al área responsable del seguimiento de la involución.
De manera simultánea ambos iniciaran los contactos a nivel político. En los meses anteriores al golpe Fraga Iribarne (AP) y Gabriel Cisneros (UCD) mantendrán contactos telefónicos semanales con Cortina por las líneas reservadas de la AOME (Agrupación Operativa de Misiones Especiales). De los contactos con el PSOE se encargará Calderón por medio de Luis Solana y Mújica. Los contactos con la embajada de los EEUU, Terence Todman y Ronald E. Estes, y con el nuncio del Vaticano, monseñor Innocenti, también los materializará Cortina.
Será a partir del verano de 1980 cuando se empiece a elaborar por ambos el perfil del militar que podría reconducir la situación. Se hará a la medida, para que sea el general Armada el único que reúna todos los requisitos. Hay que tener un personaje singular como lo era De Gaulle, por eso Armada no forma parte de una terna o de un grupo de candidatos. Es la única solución. En esos meses Calderón y Cortina trabajan para y con el general Armada. Hay que tener en cuenta que este general no estaba en la cadena jerárquica del CESID y que por lo tanto estos oficiales estaban actuando al margen de su cadena de mando natural, aunque con el beneplácito del vicepresidente del gobierno Gutiérrez Mellado.
El objetivo durante la preparación consiste en dar a conocer y fortalecer la figura del general y así lograr que no surja otra alternativa militar que pueda encarnar al “salvador”. Que no hubiera más candidatos era la condición necesaria para que fuera aceptado sin reservas en el ámbito político. Para los militares la persona elegida era una cuestión menor siempre y cuando estuviera dispuesto a enderezar el rumbo político y estuviera debidamente autorizado.
La enemistad de Suárez con Armada se había establecido durante las primeras elecciones democráticas. El secretario de la Casa Real había enviado varias cartas con el membrete de Palacio pidiendo el voto para Manuel Fraga. El presidente montó en cólera y exigió al monarca el cese inmediato del general Armada, a lo que el Rey tuvo que acceder para no crear una crisis de proporciones incalculables. Suárez complementó la salida de Armada con su alejamiento de Madrid y así poder distanciar al Rey de la “malévola” influencia de su consejero.
En el nombramiento de Armada como 2º JEME, Juan Carlos I es el factor decisorio. Después de su dimisión Suárez realiza un viaje a las islas Canarias, lo que aprovecha el monarca para llamar a palacio al ministro de Defensa exigiéndole el nombramiento del general como segundo del general Gabeiras. Rodríguez Sahagún aduce que el nombramiento puede esperar hasta que el presidente vuelva de su viaje. El rey le contesta que el nombramiento corre prisa y que prepare la orden. Suárez a su regreso es informado por su ministro, en presencia de Alberto Recarte, de la llegada a Madrid, como segundo jefe del Ejército de Tierra, por iniciativa real, del general Armada. El presidente monta en cólera y le espeta a su ministro “tu me has traicionado, te avisé que Armada debía permanecer alejado de Madrid. Si hay un golpe de Estado militar, tu serás el verdadero responsable”. El ministro se echó a llorar. Antes de emprender el vuelo hacia Vitoria don Juan Carlos I le dirá a Armada “oye Alfonso, ya está todo arreglado. Acabo de dejar firmado el decreto con tu nombramiento…deja listo ahí todo cuanto antes que vienes a Madrid. Ya recibirás instrucciones”.
Unos días antes, el 1 de febrero, el general Milans del Bosch ya comunicó a los conjurados, en la calle general Cabrera, sobre el inmediato nombramiento de Armada como 2º JEME “que abría paso a unas perspectivas de cambio que conducirían a la solución Armada, que es la deseada por Su Majestad y por las instituciones…es un gobierno de concentración…con varios socialistas y algún comunista. El Rey ya conoce la composición de ese gobierno y aunque a mi no me gusta mucho…la acepto sin más”.
Investido Armada del apoyo necesario por todos los sectores que están de acuerdo con la “operación De Gaulle”, el día 14 de febrero se reúne con el embajador norteamericano Terence Todman, en una finca cercana a Logroño. En dicha reunión el general garantiza al embajador la salvaguarda de los intereses de EEUU en España. A su regreso a Madrid, Todman solicitara a Washington el envío a Lisboa de un avión AWACS, para el control de las comunicaciones gubernamentales y militares españolas.
Un subordinado de Cortina, el capitán Gómez Iglesias, es la persona que se encargó de reclutar a Tejero, quien en tiempos pasados había sido su jefe cuando ambos habían estado destinados en el País Vasco, facilitar la acción del teniente coronel el día 23 y mantener el enlace y la coordinación de los diferentes grupos que participaron en el secuestro de la Cámara Legislativa.
El número 2 de Cortina en la Agrupación Operativa, capitán García Almenta, se encargó de organizar la Sección Especial de Agentes (SEA) cuya misión era la de coordinar las columnas de la Guardia Civil para lograr que llegasen simultáneamente a la puerta del Congreso.
Cortina ordenará la confección, en la Agrupación Operativa, de los primeros decretos, con los primeros nombramientos, que llevará Armada al monarca una vez sea votado en el hemiciclo y asuma el Poder.
Otro subordinado de Cortina, el capitán Tostón de la Calle, facilitó al SEA vehículos, radios y matrículas falsas para que pudieran realizar su misión sin ser detectados por la policía.
En los meses de otoño e invierno, previos al golpe, se irán manteniendo contactos y reuniones para coordinar la acción o informar de la marcha del plan: reunión de Armada con Mújica y Raventós, visita de Armada a los Reyes en Baqueira Beret, reunión en la calle general Cabrera. En fin, una serie de conciliábulos en los que todos participan: el Rey, militares, políticos de todo signo y otros que también desean también participar.
En resumen, en todos estos meses el Servicio de Inteligencia no está trabajando para su jefe natural y constitucional: el presidente. Está trabajando para que Armada acceda a la presidencia del gobierno por medio de un artificio seudo legal.
Conviene analizar brevemente algunos detalles previos a la toma del Congreso ya que son elementos esclarecedores. En primer término, Tejero llegó con sus columnas al Congreso sobre las 1830. El paseo de la tropa estaba estipulado en Madrid para las 1700 según la orden de plaza de la Capitanía General. En las unidades armadas de la 1ª Región se tuvo a los soldados acuartelados, sin que el Capitán General dijera nada ante el incumplimiento de su propia orden. Así la División Acorazada, Brigada Paracaidista y el Grupo de Operaciones Especiales estaban a la espera, lo que lleva a la única conclusión posible: el Capitán General Quintana y su Estado Mayor, también estaban a la espera de lo que iba a ocurrir 90 minutos más tarde.
En segundo lugar, el general Torres Rojas llegó desde la Coruña a la División Acorazada para hacerse cargo del mando de la misma, apartando a su jefe el general Juste. Sobre la 1600 se descubre por este último el pastel y no ordena el inmediato arresto ni de Torres Rojas ni de los oficiales desleales de su Estado Mayor. El Capitán General Quintana, tampoco toma medidas y solo recomienda a Juste que permanezca alerta.
Como tercer detalle, al llamar sobre las 1600 Juste a la Zarzuela y preguntar si Armada estaba allí, Sabino Fernández Campo al parecer responde “ni está ni se le espera”. Parece que nadie en palacio se sorprende, que el general jefe de la División Acorazada llame preguntando por el 2º Jefe de Estado Mayor es la cosa más natural del mundo, debe ser por que toma allí el té todos los días. De otra manera no se entiende puesto que el jefe de Juste no es Armada sino Quintana, es decir Juste esta saliéndose de la cadena jerárquica y llamando a palacio como si fuera la oficina de información al cliente. Por eso la reacción de Fernández Campo es incomprensible si no sabía nada.
DESENCUENTROS EN LA TERCERA FASE.
La operación se articuló desde el CESID como un golpe de mano clásico, al más puro estilo de la escuela de Operaciones Especiales. Con una idea de maniobra articulada en diferentes fases y de las que solo se realizarían las dos primeras:
1ª El teniente coronel Tejero irrumpirá con su fuerza en el Congreso de los Diputados, reteniendo al gobierno y a los diputados hasta la llegada de la autoridad militar competente.
2ª Ante los sucesos acaecidos en Madrid, la capitanía general de Valencia declarará el estado de excepción y se hará cargo del control de toda la región.
La llegada de la autoridad militar (Armada) al Congreso para postularse a la presidencia del gobierno con el respaldo de varios diputados, constituía la tercera fase del golpe. Es en este momento cuando la intentona golpista fracasa. Armada comete el error de contarle a Tejero lo que tiene previsto hacer, olvidando que no coincide con lo que dos días antes él mismo le había relatado. Tejero se siente engañado e indignado llama a los oficiales más cercanos y les cuenta lo que pretende Armada, expulsándole a continuación del Congreso a la vez que le increpa con un “para esto no hemos venido aquí”.
El gobierno de Salvación Nacional que Armada muestra a Tejero y provoca la indignación de este último fue el siguiente:
Presidente: general Alfonso Armada.
Vicepresidente para Asuntos Políticos: Felipe González (PSOE).
Vicepresidente para Asuntos Económicos: José María López de Letona (Banca).
Ministro de Asuntos Exteriores: José María de Areilza (Coalición Democrática).
Ministro de Defensa: Manuel Fraga (Alianza Popular).
Ministro de Justicia: Gregorio Peces-Barba (PSOE).
Ministro de Hacienda: Pío Cabanillas (UCD).
Ministro del Interior: general Manuel Saavedra.
Ministro de Obras Públicas: José Luis Álvarez (UCD).
Ministro de Educación y Ciencia: Miguel Herrero de Miñón (UCD).
Ministro de Trabajo: Jordi Solé (PCE).
Ministro de Industria: Agustín Rodríguez (UCD).
Ministro de Comercio: Carlos Ferrer (CEOE).
Ministro de Cultura: Antonio Garrigues (empresario).
Ministro de Economía: Ramón Tamames (PCE).
Ministro de Transportes y Telecomunicaciones: Javier Solana (PSOE).
Ministro de Autonomías y Regiones: general José Antonio Sáenz de Santamaría.
Ministro de Sanidad: Enrique Múgica (PSOE).
Ministro de Información: Luis María Ansón (agencia EFE).
Llegados a este punto existen unos elementos que resulta interesante comentar:
1º ¿Cómo es posible que los golpistas pensasen que su acción, podía resultar legal con el único requisito de ser votada por los diputados, a pesar de haber estado previamente secuestrados? No tan sorprendente resulta que convencieran a determinados políticos, si se tiene en cuenta que la mayoría procedían del franquismo o de una izquierda marxista, a los que unía su común desconfianza y desprecio hacia lo que significaba un régimen liberal y democrático. Era solo necesario mantener las formas. La intervención de Armada salvaba una situación extrema originada por el golpe de mano de un grupo de guardias civiles. Visto el descontento existente en el Ejército dicha acción podía actuar como un detonante en la mayor parte de las Capitanías Generales. La legitimidad quedaba a salvo, en opinión de los golpistas, si Armada era votado por los representantes de la soberanía nacional. Es decir, la toma del Congreso de los Diputados por Tejero tenía como objetivo justificar la iniciativa de Armada que es donde reside el golpe decisivo.
2º Cuando Armada se postula como presidente, para salir del SAM creado por los golpistas, nadie se lo impide. La Zarzuela en boca de Fernández Campo ¡solo! Le exige que la gestión la haga a título personal, como si en el ejército hubiera cosas oficiales que pueden hacerse a ese tenor. Más grave aún si se tiene en cuenta lo sucedido horas antes con el célebre “ni está ni se le espera”. La reacción lógica cuando el 2º JEME empieza a zascandilear hubiera sido por parte de Zarzuela propiciar su destitución inmediata. En lugar de ello su jefe inmediato, el general Gabeiras, le despide cuando sale a “título personal” con un “a tus órdenes presidente” que realmente no necesita comentarios. Este último lleva pocos meses en el puesto de JEME, había sido nombrado por el deseo expreso de Gutiérrez Mellado, saltando en el escalafón en perjuicio de otros generales mejor ubicados. Así, tanto a la cabeza del Ejército de Tierra como al frente del CESID están hombres de la absoluta confianza del vicepresidente del gobierno.
3º Cuando Tejero impide la consumación del golpe planificado desde el CESID, queda de manifiesto la absoluta confianza que los organizadores tenían en el éxito de la operación al carecer la misma de un plan alternativo. Tejero fue engañado por el alcance de las informaciones que le proporciona García Carrés, que las infla y falsea para darle moral. Decide aguantar y ganar tiempo para que se materialice el apoyo militar que su amigo le asegura está en marcha.
4º Una vez asaltado el Congreso, los grupos operativos del CESID son enviados para obtener información sobre las carreteras de acceso a Madrid. Cortina sobre las 2000 transmite por radio, desde la dirección, a García Almenta que la División Acorazada iba a iniciar su movimiento hacia Madrid y que ordenara al capitán Guerrero responsable de la vigilancia de las autopistas de Extremadura y la Coruña, para que abandonara la misión que estaba realizando. Es decir, se retira la vigilancia cuando es más necesaria, aunque se deja vía libre para facilitar la sorpresa del despliegue.
5º La alerta máxima es decretada por la USAF desde el 19 de febrero en la base de Torrejón. El día 23 por la mañana, el STRATEGIC AIR COMMAND, sistema de control aéreo norteamericano, anula al Control de Emisiones Radioeléctricas español y se mantiene a la espera. Simultáneamente los pilotos y las tropas de las bases de utilización conjunta de, Rota, Morón y Zaragoza se suman al estado de máxima alerta ordenado cuatro días antes para Torrejón. Mientras varias unidades de la VI Flota despliegan frente a las costas de Valencia. Todo ello pone en evidencia el conocimiento de los acontecimientos por parte del gobierno de los EEUU, y que en todo caso el golpe no era una intentona de unos guardias civiles trasnochados, como se intentó transmitir para que calara en la opinión pública, sino una operación de Estado planificada desde el CESID, que utilizando a unos entusiastas e incautos guardias civiles pretendió torcer el rumbo hacia la democracia que se había iniciado en España.
6º Los hijos del Rey tampoco acudieron al colegio el día 23.
EL CORTAFUEGOS.
Así como el éxito tiene muchos pretendientes, el fracaso no. Nada más ser expulsado Armada del Congreso de los Diputados, empiezan a funcionar las coartadas y los cortafuegos institucionales. El objetivo es aislar a Tejero y sus guardias civiles y evitar que afloren las complicidades y autorías intelectuales previas.
La primera vez que el Rey se pone en contacto con Milans del Bosch es a las 0200 del día 24, para pedirle que retire el bando y los carros de combate de las calles, lo que hace el general inmediatamente. Si fuera verdad que desde el primer momento palacio se puso a trabajar para desactivar el golpe esa comunicación se habría establecido muchas horas antes. Sólo se efectúa después del fracaso de Armada.
En la sede del Servicio de Inteligencia, a pesar de haber sido informada la Dirección (Carreras, Calderón y Cortina), a las 0500 del día 24 de febrero, que el 2º JEME era la cabeza del golpe de Estado. Calderón y Cortina se afanan en proteger a este general. Todavía el día 25 y a pesar de llevar más de 12 horas cesado de su puesto por orden del JEME y no pertenecer a la cadena jerárquica del CESID, estos dos agentes intentan hacer un lavado de su figura convocando reuniones de agentes por casi todas las dependencias del Centro.
Calderón también es informado, pocas horas después del asalto al Congreso, de la participación de agentes a las órdenes de Cortina en el mismo. En lugar de iniciar una investigación, pone en antecedentes a su jefe operativo y comienza el acoso a los cuatro agentes que dentro de la Agrupación Operativa, tres oficiales y un suboficial, han permanecido leales al gobierno legítimo.
En la primera reunión, después del fracaso de la intentona, que convoca Calderón para todos los jefes de área del CESID. En un determinado momento el jefe del Centro de Comunicaciones, teniente coronel Guitían, dice “tengo un telegrama, ¿qué hago con él? Léelo, le dice Calderón. Guitían con toda naturalidad leyó “Jaime, ahora vas contra la Corona”. Calderón bruscamente le arranca el telegrama al tiempo que le dice “no tienes ninguna sensibilidad informativa”. Dicho telegrama había sido enviado desde la Zarzuela e interceptado por el departamento que dirigía Guitían. Más tarde se mandaría otro telegrama desde Zarzuela con la frase, “después de este mensaje ya no puedo volverme atrás”, que sería también interceptado.
En los días siguientes el acoso a los agentes que han destapado la participación del CESID en el golpe de Estado se hace intensa. Se utiliza algo tan viejo como el palo y la zanahoria para que desistan de su actitud y dejen de reclamar que se abra una información interna. El tira y afloja durara hasta que uno de ellos rechace la jefatura de operaciones que le ofrece Calderón a cambio de mantener silencio. Informado Carreras, este se verá obligado a ordenar la apertura de una información de carácter no judicial, el día 30 de marzo. Con más de un mes de retraso, pues estaba obligado a haberlo hecho el 24 de febrero que es cuando tuvo la información pertinente.
Se conocerá como informe Jaúdenes, apellido del teniente coronel de Artillería que lo instruyó. En el declararon los agentes que habían denunciado los hechos y los que habían participado en la intentona. Con el tiempo solo se conocerían las conclusiones del instructor, pues las declaraciones firmadas por cada uno de los declarantes, fueron destruidas. Si el informe llegó al juez del juicio de Campamento, no fue incorporado a la causa ni facilitado a las defensas. Ello significa que dicho juicio sería nulo, pues se privó a los acusados de elementos esenciales para su defensa, conocidos por el juez y el fiscal. Si el informe no llego al juez instructor de la causa de Campamento, los responsables del CESID ocultaron pruebas vitales para el esclarecimiento de responsabilidades en el golpe de Estado.
El día 17 de marzo el ministro de Defensa, Alberto Oliart, aseguraba en el Congreso de los Diputados que los servicios de información no habían tenido nada que ver en los lamentables sucesos del 23-F. Esto evidenciaba que el ministro o era un necio o estaba engañando a la Cámara. A partir de ese momento quedaba claro que el gobierno protegía a los golpistas, los apestados eran los cuatro agentes que habían tratado de erradicar el golpismo del servicio de Inteligencia y sobre los que se recrudecerían las presiones y amenazas, unidas a la recomendación amigable de abandonar el Centro y no colaborar así ¿a la división del Ejército?
En los primeros días de mayo se produce la declaración de Tejero que implica a Cortina en el golpe, esta circunstancia fue la que motivó su procesamiento. Para sustituirlo en la Agrupación Operativa, se nombra al comandante Ortuño, hombre de confianza de Calderón y que también había participado en GODSA, con la misión de borrar todos los rastros que pudieran haber quedado.
El cortafuegos más importante fue el montado alrededor del juicio de Campamento. La instrucción del juicio tenía instrucciones estrictas de no inculpar a nadie más de los inicialmente procesados. Lo que evidencia un claro deseo gubernamental de no llegar judicialmente al fondo del asunto. El nuevo presidente, Calvo Sotelo, solo le diría al nuevo director del CESID, Alonso Manglano, que “si se prepara otro golpe avisadme 24 horas antes”. Las defensas acudieron al argumento de la obediencia debida para exculpar a sus defendidos, argumento rebatido por el fiscal con la nueva legislación. Es decir, el argumento que había servido para movilizar a varios oficiales en el golpe de Estado, serviría para condenarlos y así poder salvar el papel del Rey, se entiende que solo de cara a la opinión pública puesto que sean cuales sean los actos del monarca, este no es responsable judicial de los mismos al estar blindado por la Constitución.
El fiscal durante el juicio somete a un duro interrogatorio a Cortina, que queda acorralado. Durante el descanso para almorzar, Cortina sale rápidamente hacia el teléfono y una vez que logra comunicar, le dice a su interlocutor “como siga este tío así, saco a relucir lo de Carrero”. Al reanudarse la sesión, el fiscal cambia totalmente su actitud y deja que el comandante salga airoso. Ese cambio en el interrogatorio es comprobable en las actas. Cuando se produce el atentado contra el almirante, Cortina estaba destinado en los servicios de Inteligencia del Alto Estado Mayor. El Consejo de Guerra le absolvió de todos los cargos.
Las sentencias fueron muy benévolas. El gobierno las recurrió y posteriormente serían incrementadas apreciablemente.
LOS PREMIOS.
Cuando en 1996 gana el PP las elecciones. Aznar tiene que quitar de su lista de gobierno y a instancias del Rey a Rafael Arias Salgado, para poner en su lugar como ministro de Defensa a Eduardo Serra. Pero lo más sorprendente está aún por llegar pues se nombra a Calderón, ya retirado, para dirigir el CESID y a Cortina como asesor en el palacio de la Moncloa. El flamante gobierno pone así la seguridad nacional en manos de los que en 1981 planearon y coordinaron todo. Aparte de lo que tenía de obscena la medida, estos dos militares no demostraron en 1981 una gran capacidad operativa u organizativa que recomendara su repesca 15 años después, más bien parecía un pago por los servicios prestados.
En el transcurso de los años, los oficiales que hemos mencionado y que de una manera u otra participaron en la puesta en ejecución de la “operación De Gaulle”, alcanzaron los rangos siguientes:
José Faura, general de Ejército (JEME).
Javier Calderón, teniente general.
Juan Ortuño, teniente general.
Jesús María Peñaranda, general de división.
Francisco García Almenta, general de brigada.
Ramón Tostón, general de brigada.
Hay que señalar que cuando fue clasificada para el ascenso a general la promoción XIV, a la que pertenecen el Rey y Cortina, estaba al frente del mando de Personal del Ejército su amigo Calderón. La lista de los seleccionados estaba encabezada por José Luis Cortina. El ministro Narcís Serra lo tacho de su propia mano, si no hubiera sido por eso hubiera tenido que formar parte de la lista anterior.
Por su parte Alberto Oliart también sería repescado, ya octogenario, en el año 2009 para dirigir televisión española. Si bien esta vez la iniciativa correspondió al gobierno socialista dirigido por Rodríguez Zapatero.
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