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OPINIÓN

Defender el Valle de los Caídos

Por Javier García Isac

Vivimos tiempos oscuros, vivimos en un tiempo en el que los mismos que provocaron la guerra civil, los mismos que sembraron el caos, la violencia y el odio en los años 30, hoy se presentan como adalides de la democracia. El PSOE, el partido responsable directo del golpe del 34, del asesinato de Calvo Sotelo y de la brutal persecución religiosa, ha retomado la cruzada que nunca abandonó: la destrucción de la memoria, la manipulación de la historia y el ataque sistemático a los símbolos que no encajan con su discurso oficial.

El Valle de los Caídos es, precisamente, la piedra angular que quieren borrar. Y no por casualidad. Les molesta que sea un monumento a la reconciliación, que en su basílica reposen, juntos, los restos de combatientes de ambos bandos, algo que desmonta la burda propaganda del “buenos contra malos” que repiten para tapar sus crímenes y desviar la atención sobre su historia criminal. Pero, sobre todo, les ofende profundamente la Cruz que preside el Valle. Esa cruz que simboliza el perdón, la redención y la fe de millones de españoles. Una cruz que les recuerda que no consiguieron exterminar la fe ni imponer su dictadura laicista.

No exageramos al decir que, si les dejáramos, dinamitarían el Valle con monjes y feligreses dentro. No olvidemos que ya lo hicieron. El PSOE fue el mayor responsable de la persecución religiosa más salvaje de nuestra historia. Bajo su gobierno y su complicidad, se asesinaron casi 7.000 religiosos, entre ellos 13 obispos, más de 4.000 sacerdotes, 2.000 frailes y más de 200 monjas. Iglesias quemadas, conventos saqueados, altares profanados. Esta es la historia que el PSOE y sus socios no quieren que se cuente. Prefieren hablar de memoria “democrática”, mientras esconden que sus predecesores llenaron España de checas, paseíllos y terror.

Ahora, 50 años después de muerto Franco, han profanado su tumba. Han desenterrado también los restos de José Antonio Primo de Rivera, asesinado tras un juicio-bufo por el propio PSOE. Y no contentos con esto, han puesto sus ojos en la comunidad benedictina, buscando expulsar a los monjes del Valle, fieles guardianes de la oración y la paz. Todo esto, por supuesto, aplaudido por ministros como Félix Bolaños, que presume de ser el artífice de esta infamia, arrogándose méritos que no le corresponden y atacando sin escrúpulos al Padre Cantera, prior legítimo y defensor del Valle.

Un edificio con arcos de piedra y una gran cruz en una colina bajo un cielo azul.

Nos dicen que esto es “defender la democracia”. Pero, ¿qué clase de democracia es aquella que necesita abrir fosas, silenciar a los que no comulgan con su visión y destruir templos religiosos? ¿Qué clase de libertad es esa que presume de querer dinamitar monumentos, en nombre de una memoria manipulada?

Lo que pretenden no es democracia. Es revancha. Es sectarismo puro. Es el odio ideológico que el PSOE nunca ha dejado atrás, disfrazado ahora bajo los ropajes del progresismo.

Somos muchos los españoles que no aceptamos que esto se normalice. Muchos los que no estamos dispuestos a callar mientras se mancilla la memoria de nuestros muertos, se tergiversa la historia y se ataca la fe cristiana que ha sido la raíz de nuestra civilización. Defender hoy el Valle de los Caídos es defender la verdad frente a la mentira. Es plantar cara al PSOE y sus socios, que, si por ellos fuera, derribarían la Cruz y levantarían checas en su lugar.

No olvidemos que la guerra civil la provocaron ellos. Que fueron ellos quienes quisieron imponer una república sectaria y violenta, eliminando todo vestigio de oposición. No aceptamos que los responsables de la mayor persecución religiosa de la historia de España nos den lecciones de democracia. Si su democracia pasa por dinamitar el Valle y profanar tumbas, esa democracia no vale la pena.

El Valle de los Caídos no es sólo un monumento. Es un símbolo eterno de reconciliación, unidad y fe. Y hay batallas que merecen ser libradas. Esta es una de ellas.

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