
11-M: 21 años después
La mayor masacre terrorista de la historia de España.
Se cumplen 21 años de aquel terrible jueves, 11 de marzo de 2004, día en el que España sufrió la mayor masacre terrorista de su historia. Los trenes de cercanías en Atocha fueron el escenario dantesco de un crimen cuyas verdaderas implicaciones aún permanecen cubiertas por sombras, interrogantes y silencios interesados. Veintiún años después, las incógnitas sobre la autoría intelectual y las conexiones que permitieron semejante barbarie siguen sin resolverse satisfactoriamente. Demasiados cabos sueltos, demasiadas dudas que nunca fueron aclaradas, demasiados intereses en juego.
Aquella fecha trágica tuvo consecuencias políticas inmediatas y, para algunos, premeditadas. No olvidemos que aquellos atentados se produjeron exactamente tres días antes de unas elecciones generales que se presumían favorables al entonces presidente José María Aznar y a su sucesor Mariano Rajoy. La sangre derramada sirvió de manera espantosa para movilizar emocionalmente a la opinión pública y alterar la decisión política de millones de españoles. El Partido Socialista, con José Luis Rodríguez Zapatero al frente, aprovechó la conmoción generalizada, agitó los fantasmas del miedo y sembró dudas sobre la gestión gubernamental, hasta que logró su objetivo: alcanzar el poder.
¿Cómo olvidar aquella jornada de reflexión convertida en jornada de agitación y propaganda política ilegal? Los españoles contemplaron con estupor cómo la izquierda, en una maniobra profundamente antidemocrática y oportunista, tomaba las calles para acusar al Gobierno de mentir, de manipular y de ocultar información sobre los verdaderos autores del atentado. Todo se precipitó en un sospechoso torbellino informativo orquestado desde medios afines y sectores políticos claramente identificados. La izquierda no respetó ni siquiera el silencio respetuoso y necesario para una reflexión honesta antes del voto. Se violentó así la legalidad democrática de una jornada electoral que acabó secuestrada emocionalmente.
Zapatero llegó a la Moncloa aprovechando una tragedia, una masacre que estremeció a España entera. Llegó sobre la sangre de inocentes que simplemente iban a trabajar o estudiar aquella mañana fatídica. Y, una vez instalado en el poder, impulsó un proyecto ideológico cuyo objetivo prioritario fue cambiar radicalmente España, ahondando en la división social, abriendo heridas históricas que estaban cerradas y promoviendo un relativismo moral y cultural que todavía pagamos.
Veintiún años después, nadie ha explicado convincentemente quién diseñó el 11-M, quién dio la orden y, sobre todo, quién se benefició realmente de aquello. La versión oficial dejó muchos agujeros negros, muchos vacíos y muchas incoherencias. Todavía resuena aquella pregunta clave: ¿quién puso las bombas y quién decidió, en las sombras, que España tenía que cambiar de rumbo político?
El juicio sobre el 11-M fue insuficiente, plagado de irregularidades y dudas que hoy todavía generan legítimas sospechas. Jamal Zougam, único condenado como autor material, sigue defendiendo su inocencia desde prisión, denunciando un proceso judicial viciado y politizado. Se destruyeron pruebas clave, se contaminaron escenarios del crimen, se cerraron puertas de investigación demasiado pronto. Demasiados interrogantes para confiar en la versión simplista que pretendieron imponernos desde ciertos sectores políticos y mediáticos.
La izquierda utilizó el dolor del pueblo español para atacar al adversario político, y de paso, tomar el poder por la puerta de atrás, esa puerta marcada con sangre. Desde entonces, España no volvió a ser la misma. Aquel trágico 11-M marcó un antes y un después no solo por la masacre en sí, sino por cómo ciertos sectores políticos sin escrúpulos aprovecharon la tragedia para hacer política, derribar un gobierno legítimo y orientar el destino de España hacia horizontes ideológicos marcados por el sectarismo y la división.
Hoy, veintiún años después, no olvidamos. Seguimos recordando y exigiendo respuestas claras. España merece la verdad completa sobre lo que ocurrió realmente aquel 11 de marzo. La historia no puede escribirse sobre mentiras, silencios cómplices o verdades a medias. España debe mirar atrás con valentía, buscar la verdad con firmeza, y recordar que la democracia se construye sobre la transparencia y la justicia, jamás sobre los cadáveres de víctimas inocentes manipuladas políticamente para beneficio de unos pocos.
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