
Mientras Siria sangra: la complicidad silenciosa de Occidente
La opinión de Javier García Isac en torno al genocidio en Siria
La situación actual en Siria evidencia, una vez más, la absoluta hipocresía y el doble rasero con el que actúa Occidente. Ante nuestros ojos, se perpetra una nueva limpieza étnica contra cristianos, drusos y alauitas, comunidades históricamente arraigadas en esta tierra milenaria, víctimas ahora del más absoluto desamparo internacional.
En un giro dantesco, al frente de Siria encontramos hoy a un antiguo militante del Estado Islámico, revestido de una legitimidad artificial proporcionada por aquellos que, hipócritamente, se autoproclaman defensores de los derechos humanos. Este nuevo líder no es más que el rostro maquillado del terror, sostenido por un silencio cómplice que resulta insoportable.
La comunidad internacional, encadenada a sus intereses económicos y estratégicos, prefiere mirar hacia otro lado, sumergida en la comodidad de la indiferencia, mientras cientos de familias son exterminadas sistemáticamente. Las minorías religiosas que alguna vez convivieron pacíficamente ven ahora amenazada su existencia misma, en un genocidio silencioso del que nadie parece querer hablar.
¿Dónde están las sanciones, las denuncias internacionales o las resoluciones urgentes del Consejo de Seguridad? La respuesta es clara y demoledora: no existen, porque quienes mueren no sirven a los intereses de las grandes potencias ni a la agenda política imperante.
Occidente tolera y consiente esta tragedia porque, en el fondo, su política exterior se construye sobre cadáveres y cinismo. Mientras tanto, Siria agoniza bajo un régimen que pretende borrar toda huella cultural y religiosa distinta, amparado por la inacción calculada de aquellos que tienen el poder para detenerlo, pero prefieren callar.
Es tiempo de romper el silencio cómplice. Es tiempo de señalar a los responsables, tanto los que empuñan las armas como aquellos que desde sus cómodos despachos internacionales permiten esta barbarie. Siria merece más que una indiferencia disfrazada de neutralidad, merece justicia, verdad y acción inmediata.
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