Logo edatv.news
Logo twitter
La imagen muestra una ilustración de estilo retro con un rostro humano en blanco y negro, con un engranaje en lugar de un ojo y una cadena alrededor de la cabeza, sobre un fondo rojo con líneas radiales.
OPINIÓN

La infinita revolución

Por Onvre Deconstruido

La izquierda sabe que pensamos con palabras; por lo tanto, sabe que quien domine las palabras dominará los pensamientos de la gente.

Y esa es la dictadura que pretende imponer Pedro Sánchez, es en primer lugar una dictadura mental, una dictadura cognitiva.

La semana pasada hablamos sobre cómo nos mantienen obedientes y dando vueltas al trillo con el espejismo del avance y del progreso.

Para escapar de esta dictadura del pensamiento, «progreso» es el primer concepto-trampa que debemos eliminar de nuestro vocabulario. No queremos progreso, queremos prosperidad.

Pero Sánchez te quiere en avance perpetuo…. no puede permitir bajo ningún concepto que alcancemos la prosperidad porque en una sociedad próspera, sosegada y cohesionada, el socialismo, sencillamente, no tendría de qué alimentarse. Veamos.

Si analizamos atentamente las soflamas de la izquierda aún podremos percibir ese desagradable aroma que subyace bajo toda arenga socialista, que no es otro que el viejo concepto de revolución.

Revolucionar significa girar o dar la vuelta, que los de arriba pasen abajo y los de abajo pasen a estar arriba. Es decir, necesitan una polaridad… una tensión. Dicho de otro modo, si no hay tensión, la máquina socialista no funciona. Sin una sociedad convenientemente polarizada, el motor socialista no revoluciona.

Por ese motivo la izquierda es tan lesiva para una sociedad, porque necesita de la división y del enfrentamiento para que sus propias premisas tengan cabida en ella. ¡El artefacto socialista se alimenta del enfrentamiento!

Se alimenta de la división porque precisamente se presenta como la solución a esas supuestas desigualdades e injusticias mediante un sinfín de pequeñas revoluciones que, recordemos, no buscan la igualdad, no buscan que los dos polos encuentren el equilibrio, sino aumentar la polaridad para que el espíritu de la revolución se mantenga encendido, siempre, eso sí, a costa de la erosión de la convivencia y de la abolición de la prosperidad.

Para que el socialismo pueda aplicar «eso de la justicia social», primero debe reforzar y cavar nuevas trincheras que dividan al pueblo. ¡Deben crear la circunstancia! ¿De qué otro modo lograrían el voto para la máquina de empobrecer y enfrentar? ¿De qué otro modo… si no convenciéndote de que vas a abanderar la revolución contra una de las variopintas injusticias sociales que ellos mismos han maximizado o directamente creado?

Y en esto, como en muchas otras cosas, Pedro Sánchez ha ido más allá.

Sánchez no es una deformación del socialismo —en otra ocasión hablaremos del error del término «sanchismo»—. No es una deformación, es su inevitable consecuencia. Pero sus revoluciones de pobres y ricos, climáticos y negacionistas, progresistas y reaccionarios, machistas y feministas, tolerantes y ultraderechistas… esas revoluciones ya no están al servicio del socialismo, que también. Sus adeptos, cual burras detrás de la promesa inalcanzable del progreso, revolucionan en sus trillos ya no para alcanzar la falacia de la justicia social, sino para tapar la corrupción que brota de su partido por cada costura y que supura su presidente, por cada poro de su piel.

Así que, cuando el Gobierno te hable de la lucha contra los negacionistas, ultraderechistas, xenófobos y machistas… ya sabes que no está haciendo otra cosa que revenderte ese viejo concepto de la infinita revolución.

➡️ España ➡️ Opinión

Más noticias: