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Vista aérea de una multitud reunida en una plaza donde se puede leer en el césped el mensaje "Objectiu Independència" con muchas personas portando banderas catalanas
POLÍTICA

Pinchazo histórico en la Diada de Cataluña y constata el fracaso del independentismo

Algunas de las asociaciones y entidades separatistas culpan al mal tiempo y la lluvia

La Diada de este año ha supuesto un golpe duro para el independentismo catalán. Lo que debía ser una muestra de fuerza terminó convertido en la movilización más débil convocada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Ni la lluvia ni las llamadas a la resistencia pudieron evitar la imagen de vacío en las calles.

Según la Guardia Urbana, en Barcelona se concentraron unas 28.000 personas.

El dato contrasta con las 60.000 del año anterior. Y entonces ya se hablaba de fracaso. En Gerona acudieron unas 12.000 personas.

Personas cubiertas con banderas esteladas bajo paraguas en un día lluvioso

En Tortosa, apenas 1.500. En total, 41.500 manifestantes en toda Cataluña. Un 55% menos que en 2024.

La ANC, presidida ahora por el cantautor Lluís Llach, intentó minimizar la caída. El lema oficial de la protesta fue “¡Más motivos que nunca!”. Sin embargo, ni el eslogan ni el esfuerzo propagandístico consiguieron disimular la sangría de apoyos.

En algunos medios próximos a Junts se habló incluso de “resistencia”, comparando la escena con una película de ciencia ficción.

La meteorología jugó su parte. Durante la jornada cayeron chaparrones intensos en Barcelona. El miedo a la lluvia retuvo a muchos.

Aun así, los aguaceros no lograron tapar la evidencia: la movilización fue la más débil en la última década.

En la capital catalana, la marcha arrancó con un acto provocador. Cinco encapuchados quemaron una bandera de España. Luego, el desfile avanzó desde el Pla de Palau hasta la rambla de Santa Mónica.

El ambiente fue más bien apagado. Senyeres y estelades ondeaban, pero los cánticos sonaban repetidos: insultos a España y consignas en defensa del catalán en la escuela.

Dos personas caminan bajo la lluvia cubriéndose con una bandera estelada en una calle mojada

La cabecera de la manifestación estuvo ocupada por Lluís Llach, el presidente de Òmnium Cultural. Xavier Antich, y el del Consell de la República, Jordi Domingo. Pero hubo ausencias notables.

Carles Puigdemont no acudió, Oriol Junqueras alegó “motivos personales”. Y Sílvia Orriols optó por organizar un acto paralelo, desde el que criticó el “sectarismo” de la ANC.

Estas ausencias refuerzan la imagen de división interna. El independentismo ya no proyecta la unidad que mostró en 2012 o 2017. Hoy las formaciones se culpan mutuamente de la falta de rumbo.

La ANC insiste en que el camino sigue vivo. Pero las cifras de la Diada hablan más fuerte que los discursos.

Los analistas coinciden en que la pérdida de asistencia refleja un desgaste profundo. Tras años de movilizaciones masivas, el movimiento parece atrapado en la falta de objetivos claros.

Las promesas de independencia inmediata han quedado lejos. Las tensiones entre partidos agravan la desmovilización.

El pinchazo de este 11 de septiembre marca un antes y un después. La Diada, que durante años fue símbolo de poder y orgullo separatista, se ha convertido en un espejo de la decadencia.

La lluvia pudo incomodar, y las excusas intentaron suavizar el golpe. Pero el balance es incontestable: la fuerza del independentismo en la calle se ha reducido como nunca.

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