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Un hombre mayor sentado en una silla frente a una estantería llena de libros.
POLÍTICA

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura y bastión de libertad en Iberoamérica

Crítico feroz del populismo, su defensa de la libertad individual lo convirtió en un referente para muchos

El mundo de las letras y el pensamiento iberoamericano despide a uno de sus más grandes exponentes: Mario Vargas Llosa, quien falleció este domingo en Lima a los 89 años. El Premio Nobel de Literatura de 2010 no solo dejó un legado imborrable en la narrativa,  sino que se consolidó como un defensor incansable de la libertad. Un valor que marcó su obra y su vida pública.

Vargas Llosa, nacido en Arequipa,  Perú, en 1936, revolucionó la literatura hispanoamericana con obras como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y La fiesta del chivo. Su pluma precisa y evocadora, no solo narró historias, sino que diseccionó las complejidades del poder, la identidad y la condición humana.

Sin embargo, su compromiso trascendió las páginas. Como presidente de la  Fundación Internacional para la Libertad desde 2002,  promovió el liberalismo y la democracia en una región azotada por vaivenes políticos y autoritarismos.

Un hombre mayor con cabello canoso y expresión seria sostiene unas gafas en una habitación con iluminación cálida y estanterías al fondo.

Su papel como un “escribidor de la libertad”, un término que evoca su novela La tía Julia y el escribidor,  pero que aquí resalta su lucha contra el totalitarismo. Vargas Llosa no dudó en alzar su voz contra regímenes opresivos, desde el socialismo del siglo XXI hasta cualquier forma de censura.

En 2020, en el Instituto Cervantes de Madrid, afirmó:  “Basta que la libertad se restrinja para que la  literatura aparezca inmediatamente como un arma de combate”. Esta convicción lo llevó a enfrentarse a ideologías que, en su opinión, amenazaban la esencia de las sociedades abiertas.

Su vida no estuvo exenta de controversias. Su candidatura presidencial en Perú en 1990, aunque infructuosa, marcó un punto de inflexión en su relación con la política.

Crítico feroz del populismo, su defensa de la libertad individual lo convirtió en un referente para muchos. Pero también en blanco de críticas en sectores que veían en su liberalismo una postura elitista. Pese a ello, su influencia intelectual fue reconocida mundialmente: en 2014, fue incluido entre los 50 intelectuales iberoamericanos más influyentes por la revista Esglobal.

Vargas Llosa también defendió la unidad del español como un puente cultural en la Iberosfera, un  concepto que abarca a los países de habla hispana y portuguesa. En el Congreso Internacional de la Lengua Española de 2019,  abogó por preservar la riqueza de un idioma que une a más de 700 millones de personas. Su legado es un llamado a proteger la libertad de expresión y el pensamiento crítico frente a cualquier intento de homogeneización ideológica.

Con su partida, Iberoamérica pierde a un gigante cuya voz seguirá resonando en sus libros y en la lucha por un futuro más libre. Como él mismo dijo en 2010, al recibir el Nobel: “Voy a escribir hasta el último de mis días”. Y así lo hizo, dejando un testimonio eterno de su amor por la literatura y la libertad.

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