
Las siete muertes en AfD desatan controversia en Alemania
Se trata de Hans-Joachim Kind, aspirante por la circunscripción de Kremenhöll
La cifra inquieta. Siete candidatos de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) han muerto en los últimos meses. El último fue Hans-Joachim Kind, aspirante por la circunscripción de Kremenhöll, en Renania del Norte-Westfalia.
Tenía 80 años y sufría una larga enfermedad. Su fallecimiento fue confirmado esta semana por el diario Welt.
Las autoridades aseguran que no hay motivos para sospechar violencia. La policía insiste en que todos los casos registrados responden a causas naturales. La dirección regional de AfD, a través de su vicepresidente Kay Gottschalk, repite el mismo mensaje: "no hay pruebas de asesinato ni nada parecido".

Aun así, las muertes han provocado desconcierto. Dentro del partido crecen las voces que piden explicaciones. La copresidenta Alice Weidel llegó a expresar en redes sociales que una cadena de decesos así resulta "estadísticamente casi imposible".
Las declaraciones encendieron las especulaciones en internet. Usuarios anónimos y militantes alimentaron teorías sobre una posible campaña contra la formación.
Otros prefieren hablar de simple coincidencia. Pero el debate ya está instalado en la opinión pública alemana.
Gottschalk trata de calmar los ánimos. Señala que varios de los candidatos fallecidos tenían enfermedades previas. Reconoce, sin embargo, que la sucesión de muertes será revisada con "sensibilidad y cuidado".
Medios internacionales también han intervenido. La periodista Pauline von Pezold, de Politico, acusa a la AfD de sembrar dudas sobre el sistema democrático. Sostiene que el partido utiliza estos episodios para alimentar la desconfianza de sus votantes hacia el Estado.

El escritor Rod Dreher abordó el tema en un artículo. Recordó que "es de esperar que la inusual y estadísticamente improbable muerte de cuatro políticos de un partido que el gobierno alemán estudia ilegalizar no sea más que una coincidencia". Añadió que la alternativa sería demasiado perturbadora como para aceptarla.
El tema se ha vuelto un arma política. Para los críticos de AfD, la formación usa el dolor para victimizarse y reforzar su narrativa de persecución. Para sus simpatizantes, las muertes son una prueba más de que el partido es marginado por las élites y vigilado de forma hostil.
La polémica coincide con un momento delicado. AfD mantiene altos niveles de apoyo en varias regiones del país. Al mismo tiempo, enfrenta procesos judiciales y presiones institucionales que buscan limitar su influencia.
El encadenamiento de muertes, aunque explicado como casualidad, golpea su campaña y agita a la militancia.
Las redes sociales amplifican el caso. Entre mensajes de condolencias, proliferan teorías que van desde la negligencia médica hasta supuestos complots. La polarización alemana encuentra aquí un nuevo escenario.
El hecho objetivo es claro: siete candidatos de AfD han muerto. No hay pruebas de homicidio. Pero la sucesión de decesos, en un corto período, mantiene en vilo a la política alemana.
El tema no solo habla de estadísticas, sino de confianza. La confianza en que las instituciones investigan con rigor. Y la confianza, cada vez más frágil, en que la democracia resiste la tormenta de sospechas.
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