
El boxeo, una escuela para la superación personal
Por Gustavo Vidal
En el Coliseo y en los Juegos Olímpicos, se libraban combates de puño entre atenienses y romanos. Jóvenes de cuerpos sudorosos, esculpidos, preparados para la batalla y el laurel del triunfo.
Excavaciones en la isla de Creta , quince siglos antes de Jesucristo, esbozan un pugilismo tal vez rudimentario, pero aguerrido. En no pocas vitrinas de añejos museos podemos admirar escenas pugilísticas, algunas provenientes de Egipto, la fascinante civilización que hechizó a Marco Antonio y Julio César, el emporio de cultura y orden constructor de unas pirámides más alejadas cronológicamente de los emperadores romanos que lo que ellos puedan estar hoy de nosotros… ¡increíble!
Y el boxeo estaba allí, por supuesto.
Homero[1]recoge ya en sus poemas algunas referencias a esta lucha noble y salvaje, suavizada con el correr de los tiempos, desde los “cestus”, aquellas manoplas de cuero y pinchos de hierro, hasta los modernos guantes acolchados…
Comienza la llamada “Edad moderna del boxeo” con las leyes eternas de John Sholto Douglas, marqués de Queensberry. Hasta hoy. Y desde los tiempos ancestrales, en el fondo de la cueva oscura de los siglos, poetas, cronistas y escritores han plasmado la pasión, la violencia controlada, la fortaleza, agilidad, perseverancia, sacrificio… el boxeo.
No eludiremos la pasión y el drama que puede encerrar el noble arte del pugilato. Estos elementos lo configuran y elevan a tema literario… Oscar Wilde, Conan Doyle, Jack London, Tristan Bernard, Louis Hermon, Paul Morand, Henri Decoin, Schulbert, Hemingway, Thomas Hauser, Norman Mailer, los grandes plumas españolas como Fernando Vadillo y Manuel Alcántara, la genial neoyorquina Joyce Carol Oates… y, humildemente, en este artículo y en los que el buen Dios permita, me honraré en transmitir retazos del boxeo, el noble arte de la defensa personal. God bless you
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