
Suecia planta cara al islamismo: Busch pide prohibir el burka y el niqab en espacios públicos
La viceprimera ministra sueca sostiene que el burka contradice los valores de igualdad e identidad del país
La viceprimera ministra sueca, Ebba Busch, ha dicho lo que muchos piensan y pocos se atreven: el burka no tiene sitio en Suecia. Su propuesta de prohibirlo en espacios públicos defiende los valores europeos, no los ataca. Durante años, el buenismo progresista ha permitido que costumbres retrógradas avancen bajo la excusa de la 'tolerancia'.
Durante años se ha permitido que tradiciones opresivas se normalicen en las calles europeas. Mientras tanto, miles de mujeres han sido mutiladas, forzadas o sometidas por costumbres que nada tienen que ver con la libertad.
Busch ha sido tajante al afirmar que Suecia debe despertar del sueño del liberalismo ingenuo. El burka no es una prenda religiosa inocente, sino el símbolo de una ideología que somete y divide. Prohibirlo no es un gesto de intolerancia, sino un acto de respeto hacia las mujeres y hacia la propia cultura sueca.

Ser musulmán en Suecia, como dice Busch, es perfectamente legítimo, pero bajo las reglas de una democracia europea. Quienes eligen vivir en Occidente deben respetar sus leyes, sus costumbres y sus libertades. Adaptarse no es una opción: es una obligación moral y legal para quienes quieren formar parte de esta sociedad.
La izquierda y los sectores más progresistas han confundido la compasión con la debilidad. Han abierto las puertas a un multiculturalismo sin control que ha traído inseguridad, guetos y radicalización. El miedo a ser tachados de 'intolerantes' ha paralizado a gobiernos enteros mientras crecía el fanatismo en sus barrios.
El asesinato del activista Salwan Momika, que fue ejecutado por extremistas tras quemar el Corán, demuestra hasta dónde llega la amenaza del islamismo radical. La libertad de expresión, pilar de las democracias europeas, está siendo pisoteada por quienes nunca creyeron en ella. Suecia debe reaccionar antes de que el terror silencioso se normalice.
La propuesta de Ebba Busch no solo busca prohibir una prenda, sino defender una identidad. Es un aviso a Europa: o protegemos nuestros valores o los perderemos para siempre. No se puede construir una sociedad libre tolerando prácticas que promueven el sometimiento.
Suecia necesita mano dura, leyes firmes y una política migratoria basada en la integración real, no en la permisividad. Defender la identidad europea no es racismo, es supervivencia cultural. Europa debe dejar atrás el buenismo y recuperar el orgullo de ser lo que es antes de que sea demasiado tarde.
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