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Un líder religioso vestido con vestimentas ceremoniales levanta las manos en señal de saludo, acompañado por dos clérigos, con una multitud y una gran catedral al fondo.
POLÍTICA

Las claves para entender a León XIV

Redes y opinadores lanzan juicios sin piedad mientras el nuevo Papa pide tiempo para mostrar su camino

España es un país experto en emitir juicios precipitados. Y la elección del nuevo Papa no ha sido una excepción. Apenas asomó  León XIV por el balcón vaticano, ya había quien tenía preparada su propia etiqueta ideológica.

Algunos lo declararon comunista sin escuchar una sola palabra. Otros lo calificaron de ultraconservador basándose en rumores antiguos o en citas descontextualizadas.

El fenómeno no es nuevo. Casi  todos los papas han sido reducidos desde el minuto uno a una caricatura ideológica. En 2005, Ratzinger fue tachado de “Panzerkardinal” por su firmeza doctrinal.

En 2013, a Francisco le colgaron el sambenito de “papa peronista” incluso antes de explicar su visión pastoral. Hoy le toca a Robert Prevost, León XIV, sufrir esa misma precipitación.

Las redes sociales han acentuado esta tendencia. En vez de esperar señales claras sobre su pontificado, la opinión pública prefiere  posicionarse en cuestión de minutos.

Importa más ser el primero en opinar que el más justo en hacerlo. La velocidad de las plataformas ha sustituido a la prudencia, y muchos medios han sucumbido a la lógica del espectáculo.

Ni marxista ni cruzado: un pastor antes que un ideólogo

Robert Prevost ha sido ya descrito como amigo de los migrantes, defensor del trabajo digno, crítico del aborto y de la eutanasia. A partir de ahí, cada cual ha elaborado su relato. Para unos, es un progresista moderado.

Para otros, un reaccionario disfrazado de cordero. La realidad es que todo eso dice más de quienes opinan que del propio Papa.

Un clérigo con vestimenta ceremonial y un asistente sosteniendo una cruz dorada en un balcón con cortinas rojas.

La Iglesia no es un partido político. Su doctrina no encaja fácilmente en los marcos de la izquierda o de la derecha. Tiene enseñanzas sociales que defienden la justicia y la equidad.

Tiene, al mismo tiempo, una visión sobre la vida, la familia y la persona que no siempre encaja con el pensamiento secular moderno. ¿Eso la convierte en incoherente? No. La hace católica.

El nuevo Papa no viene a aprobar leyes ni a dictar políticas. Viene a guiar, a acompañar, a pastorear. Pretender reducir su pensamiento a un eje político es no entender ni su misión ni el sentido profundo de su cargo.

La fe no se legisla, se vive. No se impone, se transmite. No se polariza, se entrega.

La urgencia del respeto y el tiempo del discernimiento

Resulta paradójico que se exija transparencia, coherencia y apertura, pero se niegue al Papa el derecho al tiempo y a la escucha.

Ni siquiera los gobiernos democráticos más criticados son evaluados con tanta prisa. Y, sin embargo, muchos ya están sentenciando a León XIV sin esperar sus primeros cien días en el trono de Pedro.

León XIV no es copia de nadie. Es hijo de su tiempo, con una formación intelectual rica, experiencia pastoral en América Latina y Estados Unidos, y un compromiso eclesial que va más allá de etiquetas.

Toca ahora esperar. Observar sus gestos, sus primeras decisiones, sus silencios. Valorar cómo afronta los grandes desafíos de la Iglesia: la sinodalidad, la crisis de vocaciones, el papel de la mujer, los abusos.

Y hacerlo con serenidad, sin disparar desde la trinchera ideológica, sin convertirlo en rehén de nuestras filias y fobias.

El Papa no es nuestro enemigo ni nuestro aliado político. Es un servidor del Evangelio. Y antes de juzgarlo, conviene recordar aquellas palabras que muchos conocen, pero pocos practican: “No juzguéis, y no seréis juzgados”.

Tal vez así, podamos entender no solo a León XIV, sino también lo que significa, de verdad, ser católico hoy.

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