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Dos hombres con traje y corbata aparecen en primer plano, uno frente a un fondo claro y otro frente a un fondo rojo, en el centro hay una imagen circular más pequeña de dos personas sonriendo.
POLÍTICA

El descomunal desgaste de los escándalos en el rostro de Sánchez desde 2019

El presidente lleva años padeciendo los escándalos que le afectan a su círculo más cercano, y eso pasa factura

Algo que siempre ha cuidado Pedro Sánchez ha sido su imagen y su estética. Sin embargo, los escándalos de corrupción que sacuden a su Gobierno y su vínculo más cercano ha provocado un severo desgaste en el físico del presidente del Gobierno. 

Pedro Sánchez ya no es el mismo que llegó a La Moncloa en 2018. Su imagen actual es el reflejo de un desgaste acumulado, los años en el poder no han pasado en vano. El rostro del presidente lo dice todo.

Comparar sus primeras fotos como jefe del Ejecutivo con las más recientes es revelador. Las diferencias son notables. Hay un claro envejecimiento facial.

Hombre de cabello corto y canoso con traje azul y corbata verde hablando frente a un fondo rojo con letras blancas desenfocadas

El rostro está más delgado, los maxilares marcados, pómulos hundidos. También hay un incremento visible de arrugas en la frente.

Ese impacto emocional no es casual. Gobernar en tiempos convulsos deja huella. Desde 2019, Sánchez ha tenido que afrontar una pandemia, una crisis energética y tensiones internas con sus socios de Gobierno.

Pero a todo eso se han sumado los escándalos de corrupción que lo rodean cada vez más de cerca.

Los escándalos le sacuden

Primero, el foco se desplazó hacia su propia familia. Su esposa, Begoña Gómez, está siendo investigada judicialmente.

También su hermano, David Sánchez, ha sido objeto de atención mediática y legal por presuntas irregularidades en su cargo público. Para cualquier líder, sería una carga pesada. Para un presidente del Gobierno, más aún.

Luego fue el caso Koldo, que salpicó directamente a dos figuras clave del sanchismo: José Luis Ábalos, exministro de Transportes, y Santos Cerdán, su actual número tres en el PSOE.

Hombre con traje azul y corbata verde hablando en un atril rojo con el texto España responde y fondo rojo con letras blancas

Ambos han sido señalados por su presunta implicación en una red de comisiones ilegales durante la gestión de contratos públicos. Un golpe duro al corazón del partido.

En abril de 2024, Sánchez protagonizó un hecho inédito: se tomó cinco días de reflexión para decidir si continuaba en el cargo. El motivo: el cerco judicial y mediático sobre su entorno familiar.

Finalmente decidió seguir. Pero la imagen que dio en aquella comparecencia fue significativa.

Cabizbajo, con rostro demacrado, más delgado. Con semblante serio. Muchos vieron allí a un presidente tocado anímicamente.

Desde entonces, su deterioro físico parece haberse acentuado. Las ojeras son más profundas y el tono de piel más apagado. La tensión, más evidente.

Su lenguaje corporal ha cambiado. Ya no transmite la misma energía que cuando llegó a Moncloa.

Y la última imagen de Sánchez ha sido devastadora, también ligada al maquillaje. Su comparecencia en Ferraz para pedir perdón, y nada más, fue de las últimas imágenes de Pedro Sánchez, y donde se pudo ver el sustancial cambio físico del presidente del Gobierno.

El poder desgasta, dicen. Y en el caso de Pedro Sánchez, el desgaste es visible.

No solo en lo político. También en lo personal. Su cuerpo habla por él y su rostro es el espejo de estos años de escándalos y decisiones límite.

Gobernar en medio del ruido constante deja cicatrices. Algunas no se ven. Otras, como en el caso del presidente, están a la vista de todos.

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