
El caso Koldo y Begoña Gómez revienta los nervios del Gobierno
Cada nuevo informe de la UCO aumenta la temperatura política y enciende las alarmas
El caso Koldo ha pasado de ser un escándalo más a convertirse en un problema de Estado. En Moncloa ya no pueden disimular el temblor. La presión es diaria, constante, asfixiante.
Cada nuevo informe de la UCO aumenta la temperatura política y enciende las alarmas. Dentro del PSOE ya se escuchan voces que claman por una crisis de Gobierno urgente.
Pero Pedro Sánchez hace como si no oyera. En privado, ministros y altos cargos admiten el pánico: “Esto no tiene freno. Cualquier día estalla algo más grave”. El nombre de José Luis Ábalos reaparece como una sombra incómoda.
Nadie se atreve a defenderle, pero todos temen su caída. Ábalos, lejos de quedarse callado, ha comenzado a señalar. Su dedo apunta ahora hacia Grande-Marlaska, y eso inquieta a muchos.
“No voy a ser el único en pagar por esto”, dicen que repite el exministro en conversaciones reservadas. Y el mensaje cala. La investigación ha revelado una red que operaba con descaro en Transportes.

Y aún no se sabe hasta dónde llega el alcance. La Audiencia Nacional considera que Ábalos tuvo un papel clave. La sospecha ya no es solo política, sino judicial y penal.
Mientras tanto, Moncloa intenta resistir el vendaval. Pero la imagen del Gobierno se deteriora por momentos, incluso en Europa. Sánchez ha perdido la iniciativa.
No hay presupuestos, no hay apoyos claros, y el caso Koldo tapa cualquier anuncio positivo. Fuentes del PSOE creen que solo una remodelación drástica podría frenar la sangría. Pero el presidente no quiere soltar nada.
Ni elecciones, ni dimisiones, ni explicaciones. Sánchez ha decidido atrincherarse en La Moncloa con la esperanza de que escampe. Pero no escampa. Cada día sale un dato nuevo, una declaración más, una conexión inesperada.
El Supremo ya estudia investigar a Ábalos. La sombra de una imputación es real, y con ella, la amenaza de nuevas revelaciones. Dentro del partido, el silencio es sepulcral.
“Nadie pone la mano en el fuego por nadie”, reconoce un alto cargo socialista. La estrategia es evidente: ganar tiempo, tapar filtraciones, mantener la unidad… aunque ya pocos creen que esa unidad exista.
Se empieza a hablar de “colapso institucional”. No por el caso en sí, sino por la parálisis total del Gobierno. Sánchez, aislado, apuesta por el aguante.
Pero el caso Koldo ha logrado lo que la oposición no pudo: partir al PSOE por dentro.
Cada vez más diputados ven a este Gobierno como amortizado. Solo falta que se confirme el estallido para dar paso a lo inevitable.
La verdadera preocupación no es Ábalos. Es lo que él pueda contar si cae. Y eso, lo saben en Ferraz y lo temen en Moncloa.
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