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Un hombre con barba saluda sonriente a otra persona en medio de una multitud que aplaude y toma fotos en un evento concurrido.
OPINIÓN

VOX y el despertar de las clases populares: el camino correcto

Por Javier García Isac

Hace tiempo que lo venimos diciendo, y ahora los datos lo confirman: Vox, la formación liderada por Santiago Abascal, se ha consolidado como la gran opción política de las clases populares y desfavorecidas. Un reciente estudio demuestra que el mensaje de Vox cala hondo allí donde la política tradicional ha fracasado estrepitosamente. Y no es casualidad. Es el resultado de una estrategia clara, coherente y profundamente patriótica, que ha sabido romper con el viejo esquema de la falsa dicotomía entre izquierda y derecha. Y uno de los puntales de ese trabajo bien hecho, es el apoyo al sindicato SOLIDARIDAD, frente a los sindicatos de clases, los sindicatos de los come gambas. 

Porque hoy, como bien dice mi buen amigo Fernando Paz, la disyuntiva real no es entre izquierdas o derechas, sino entre los perdedores del globalismo y los patriotas o identitarios, contra las élites globalistas.

El gran engaño de la izquierda

Durante más de un siglo, la izquierda ha vendido la mentira de que defendía a los más humildes. En realidad, nunca lo hizo. Utilizó a las clases trabajadoras como carne de mitin, como masa de maniobra electoral, como escudo humano de sus ambiciones ideológicas. Pero a la hora de la verdad, abandonó a esos mismos trabajadores a su suerte, mientras sus dirigentes se acomodaban en despachos, consejos de administración y mansiones alejadas de los barrios obreros.

Hoy, el engaño es todavía más insultante. La izquierda —en todas sus variantes, desde el PSOE hasta el último satélite podemita— defiende con fervor una inmigración masiva y descontrolada que precariza los salarios, destruye el empleo estable, degrada los barrios y multiplica la inseguridad. Y lo hace mientras sus líderes viven en urbanizaciones cerradas, con vigilancia privada y a kilómetros de distancia de los problemas que ellos mismos generan.

El ejemplo de Francia y de Europa

El camino que Vox ha emprendido no es un experimento improvisado. Es la senda que en Francia iniciaron Jean-Marie Le Pen y, con gran éxito, Marine Le Pen, hasta convertir al Frente Nacional (hoy Agrupación Nacional) en la primera fuerza obrera del país. Es la misma ruta que han seguido otras formaciones patrióticas en Europa, desde Italia hasta Hungría o Polonia, que han logrado conectar con las preocupaciones reales de los ciudadanos de a pie.

Porque cuando un padre de familia no llega a fin de mes, cuando un joven se ve obligado a encadenar contratos basura, cuando una mujer no se atreve a salir sola de noche por su propio barrio, no está pensando en abstracciones ideológicas: está pensando en quién le defiende de verdad. Y cada vez más españoles descubren que Vox es la única fuerza que habla claro, que no se pliega ante Bruselas ni ante las élites globalistas, y que pone por delante los intereses de España y de los españoles.

Patriotas contra globalistas

El viejo bipartidismo corrupto, formado por PSOE y PP, teme más que nunca a un pueblo que empieza a despertar. Saben que, si se rompe el hechizo de las etiquetas de “izquierda” y “derecha”, si la gente entiende que el verdadero combate es patriotas contra globalistas, se acabó su negocio. Se acabaron las puertas giratorias, los pactos en despachos oscuros, las políticas calcadas que destruyen la industria, arruinan el campo y venden nuestra soberanía al mejor postor.

Vox ha comprendido esta batalla y la está librando con determinación. Lo ha hecho denunciando sin complejos las consecuencias del multiculturalismo, defendiendo la unidad de España, exigiendo fronteras seguras, apoyando al campo y al pequeño empresario, y señalando con nombres y apellidos a quienes se enriquecen a costa del sufrimiento ajeno.

El camino correcto

El estudio que confirma el ascenso de Vox entre las clases populares no es un dato aislado: es la constatación de que el mensaje patriota y social, cuando se transmite con claridad y sin complejos, convence y moviliza. Este es el camino correcto. El mismo que siguieron otras formaciones europeas hasta desbancar al viejo orden político.

Si queremos derrotar al bipartidismo corrupto y devolver España a los españoles, no hay atajos: hay que seguir la ruta que Vox ha trazado. Una ruta que no teme enfrentarse al poder mediático, que no se somete a las élites y que, por primera vez en décadas, da voz y esperanza a los olvidados de siempre.

Porque lo que está en juego no es un cambio de gobierno: es la supervivencia misma de nuestra nación. Y para ganarla, Vox es hoy la única opción real.

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