
Jumilla y la cristianofobia
Por Javier García Isac
Cuando la indignación es de quita y pon
Mientras en España los aparatos mediáticos del régimen se desgañitan con las etiquetas de xenofobia e islamofobia porque PP y VOX han pedido en Jumilla que no se utilicen centros deportivos para actos religiosos islámicos, en medio mundo cristianos son perseguidos, golpeados, encarcelados o directamente asesinados por el islamismo radical. Aquí, la “noticia” es que un polideportivo debe seguir siendo un polideportivo. Allí, la realidad es que queman iglesias con fieles dentro. Pero en los desayunos de la prensa ensobrada, eso no cotiza.
España: neutralidad institucional vs. dogma multicultural
Lo de Jumilla no prohíbe rezar, ni persigue a nadie por su fe: exige neutralidad de los espacios públicos. Igual que no celebras una misa en mitad de la pista de baloncesto, tampoco haces un rezo multitudinario islámico en un equipamiento municipal. Es puro sentido común, salvo que necesites fabricar un caso de “odio” para alimentar titulares y criminalizar a la disidencia. Entonces, voilà: “¡Islamofobia!”
África y Asia: la fe cristiana bajo fuego real
Nigeria: Ataques constantes de Boko Haram e ISWAP, aldeas arrasadas en el Cinturón Medio (Plateau, Benue, Kaduna). Monasterios, parroquias y celebraciones litúrgicas se convierten en objetivos. Pastores secuestrados, fieles ejecutados, templos quemados. Un reguero de muertos que se repite año tras año.
Pakistán: El pretexto de la “blasfemia” desata pogromos antichristianos. Barrios cristianos arrasados como en Jaranwala (agosto de 2023): decenas de iglesias y casas incendiadas por turbas, familias huyendo con lo puesto, catecismos convertidos en ceniza.
Irak y Siria: Aún con el ISIS territorialmente derrotado, las comunidades cristianas siguen exprimidas, diezmadas y vigiladas. La reconstrucción de templos y barrios sigue siendo una carrera de obstáculos: burocracia hostil, inseguridad y, sobre todo, abandono internacional. Se mira a otro lado, lo que nos hace pensar que los cristianos estaban más seguros con los regímenes derrotados y que poco importan a la comunidad internacional
Mozambique (Cabo Delgado): Insurgencia yihadista desde 2017. Aldeas cristianas atacadas, parroquias incendiadas, crucifijos profanados. Y aquí va la clave: de esto apenas nos llega un goteo informativo en España —cuando no un silencio—, lo que, en sí mismo, explica mucho sobre la selección interesada de lo que es “noticia” y lo que no, y ahora centenares de fieles son decapitados, pero nos hablan de islamofobia, cuando lo que sufre el planeta desde hace ya mucho tiempo, es una cristianofobia creciente con el consentimiento de occidente.
¿Dónde están las campañas de condena de nuestros progres de plató? ¿Dónde las portadas lacrimógenas? ¿Dónde las velas y los minutos de silencio en nuestras plazas? No hay. Porque la víctima no encaja en el guion.
Datos que los guardianes del relato prefieren no mirar
Organizaciones internacionales especializadas en libertad religiosa llevan años alertando de que los cristianos son, con diferencia, la comunidad religiosa más perseguida del planeta. Informes anuales —de Open Doors, ACN (Ayuda a la Iglesia Necesitada) o los reportes de libertad religiosa de gobiernos occidentales— documentan iglesias incendiadas, secuestros de sacerdotes y catequistas, huidas masivas y asesinatos selectivos. Y sin embargo, en las redacciones que nos llaman “intolerantes” por pedir neutralidad en un polideportivo, todo eso apenas merece nota al pie.
Doble rasero, manual de uso
1. Aquí: Neutralidad de espacios públicos = “odio”.
2. Allí: Incendios de templos y masacres de fieles = “incidencias de seguridad” (si se menciona).
3. Balance: la moral de quita y pon que sirve a una agenda. Porque el multiculturalismo obligatorio exige blanquear al islamismo incluso cuando destroza cristianos por miles. Y denunciar ese blanqueo te convierte, mágicamente, en “xenófobo”.
Lo que realmente está en juego
No discutimos si cada cual puede rezar. Claro que sí: libertad religiosa para todos, siempre y cuando esa religión no llame a exterminar a cristianos. Discutimos si el Estado debe ceder espacios públicos para usos confesionales y, sobre todo, si se puede criminalizar a quienes piden neutralidad.
Y discutimos algo más grave: la anestesia moral de Europa ante la persecución sistemática de cristianos. Si tu indignación solo salta cuando el guion señala a VOX o al PP, no eres humanista: eres activista de parte.
Lo de Jumilla es un pretexto; lo de Nigeria, Pakistán, Irak, Siria o Mozambique es la realidad brutal. Aquí, los portavoces del buenismo fabrican culpables internos y reparten carnés de decencia. Allí, los cristianos entierran a sus muertos con el templo humeante a la espalda.
La libertad religiosa no es un comodín para imponer privilegios simbólicos ni para blindar un relato. Es la defensa firme de que nadie —ni en un polideportivo español ni en una aldea africana— sea acosado, censurado o masacrado por su fe.
Y si a los que señalan esta hipocresía les llaman “islamófobos”, será porque los que reparten etiquetas no soportan mirar la verdad de frente.
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