
No es caso Sánchez, es caso PSOE. La UCO confirma: el Gobierno entero está contaminado
La opinión de Javier García Isac de hoy, miércoles 18 de junio de 2025
El informe de la UCO es demoledor. Ya no estamos ante el caso de un asesor corrupto, ni ante el desliz de un ministro torpe. No es el “caso Koldo”, no es el “caso Ábalos”, no es el “caso Santos Cerdán”, ni siquiera —aunque lo parezca— es el “caso Pedro Sánchez”. Es el caso Gobierno de España, el caso PSOE en toda su estructura y funcionamiento. Y si se aplica la lógica penal más básica, estamos ya en el terreno de la organización criminal. Lo dice la Guardia Civil. Lo dicen los indicios. Y lo saben hasta los votantes más fanáticos del socialismo que aún pretenden mirar para otro lado.
El partido socialista está completamente salpicado, hasta el tuétano. En las últimas semanas, el informe de la UCO ha ido destapando lo que muchos sospechábamos: que los tentáculos de la trama no se limitaban a Koldo ni a sus maletines, ni a Ábalos y sus mujeres colocadas. Van mucho más allá. Apuntan directamente a ministros en ejercicio, a exministros, a presidentes autonómicos, y a la cúpula del PSOE. En concreto, a Santos Cerdán, secretario de organización, que no solo es señalado como cerebro operativo de la trama, sino como el hombre que, sin cargo institucional alguno, daba instrucciones a ministros y negociaba competencias gubernamentales desde su despacho en Ferraz. Una violación de la división entre partido y gobierno tan grosera como delictiva.
Santos Cerdán, el mayordomo del régimen
El informe revela que Santos Cerdán daba instrucciones a Fernando Grande-Marlaska, nada menos que al ministro del Interior. ¿Desde cuándo un cargo orgánico del partido dirige al titular de uno de los ministerios más sensibles del Estado? ¿Desde cuándo negocia Cerdán asuntos que competen exclusivamente a departamentos gubernamentales?
A medida que se desgranan las conversaciones, queda en evidencia que Cerdán actuaba como un auténtico jefe de gabinete del Gobierno, sin ocupar un solo cargo institucional. Su papel era el de comisario político del PSOE en la sombra, el de repartidor de favores, contratos y presiones. Y el más servil de los emisarios de Pedro Sánchez, encargado de amordazar a los díscolos y negociar el precio del silencio. Así como también negociar con los separatistas el sostenimiento de Sánchez en el poder.
¿Y cómo lo hacía? Prometiendo dinero y empleos. A José Luis Ábalos —sucesor y predecesor a partes iguales en el puesto de "fontanero mayor del Reino"— se le ofreció pagarle el abogado y un puesto en una consultora, siempre que mantuviera la boca cerrada. ¿A cambio de qué? De no tirar de la manta. De no contar lo que sabe. De no revelar quién daba las órdenes. Porque Santos Cerdán no actuaba por cuenta propia. Cumplía órdenes. Y esas órdenes solo podían venir de una persona: Pedro Sánchez.
Ministros, aviones y corrupción: un Gobierno manchado
El informe de la UCO salpica ya a varios miembros del Ejecutivo. Se habla de conversaciones con ministros en activo, de ofertas de favores, de gestiones impropias de sus funciones. Se menciona a Ángel Víctor Torres, hoy ministro de Política Territorial, como receptor de una propuesta indecente: Koldo —el portero de un puticlub devenido en conseguidor— le ofreció aviones para repatriar inmigrantes. Una competencia que corresponde al Ministerio del Interior, no a un ayudante de Ábalos.
¿Desde cuándo un mindundi como Koldo asume el rol de ministro? ¿Qué clase de estructura paralela se ha montado el PSOE donde personajes sin cargo oficial se encargan de logística estatal, contratas millonarias y movimientos de población?
Y si esto ocurre en los despachos de Moncloa, ¿qué no habrá pasado en las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE durante la pandemia? ¿Cuántos contratos opacos? ¿Cuántas comisiones ilegales? ¿Cuántos Koldos locales y cuántos Cerdanes regionales?
El PSOE como posible sujeto imputado
Pero lo más grave de todo lo conocido es que el informe Cerdán abre la vía a la imputación del PSOE como partido, por financiación ilegal, tráfico de influencias y organización criminal. Algo que nos remite de inmediato a la Gürtel del PP —por la que los populares fueron condenados como partícipes a título lucrativo— pero con una diferencia sustancial: lo del PSOE no es a título lucrativo, es a título directivo.
En la Gürtel había una caja B. Aquí hay una trama en la cúspide del poder, con ministros, secretarios de organización, asesores, porteros de prostíbulo y empresarios pagadores. Todos bajo una misma estructura, todos obedeciendo a un mismo centro de mando.
Pedro Sánchez finge ahora escándalo. Promete auditorías internas como si la contabilidad B de una mafia se pudiera reflejar en los libros oficiales. Anuncia investigaciones externas como si él no supiera lo que pasaba en su despacho. Como si todo esto le resultara ajeno. Como si Koldo hubiera entrado en Moncloa por la ventana, y no de la mano de Ábalos, Cerdán, y el propio Sánchez.
El círculo se cierra y el sistema calla
Lo más aterrador no es solo la podredumbre del PSOE, sino el silencio institucional que la rodea. Ni una moción de censura. Ni una palabra clara del Partido Popular. Ni una condena firme del Rey. La Fiscalía, sometida al Gobierno. El Tribunal de Cuentas, mudo. Y los medios de comunicación “serios”, escondidos tras el plasma de La Moncloa.
Los mismos que nos llamaban “pseudomedios” ahora se ven obligados a reconocer lo evidente. Pero sin pedir perdón. Porque sin la complicidad de los medios, el PSOE jamás habría llegado tan lejos. Porque la corrupción socialista es inseparable del blanqueamiento mediático que la acompaña.
Esto no acaba aquí
Estamos ante la mayor trama de corrupción institucional desde los GAL y Filesa. Un sistema de poder que se sostiene sobre el silencio, el chantaje y el clientelismo. Que reparte dinero público entre los suyos y castiga a quien se atreve a investigarlo. Que coloca prostitutas, familiares y asesores en cargos públicos mientras las UCOs son atacadas por fontaneras políticas para desacreditarlas.
Y esto es solo el principio. Porque falta por conocer lo que ocurrió durante la pandemia en las autonomías del PSOE. Falta saber cuántos contratos se adjudicaron sin control. Falta saber qué ministros facilitaron negocios. Falta saber cuánto dinero público acabó en manos privadas.
Pero ya hay algo que sabemos: no es el caso Sánchez, es el caso Gobierno. Y no es el caso Gobierno, es el caso PSOE. Y si este partido no es disuelto e investigado de arriba abajo, la democracia en España será una farsa consentida.
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