
Erotomanía narcisista megalómana, un trastorno psicótico del poder
Por Antonio Sánchez Sánchez
Tras mes y medio sin que el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez se dignara a comparecer para dar las debidas explicaciones ante los medios manteniéndose escondido tras una forzada agenda oficial adaptada ad-hoc, ocluyendo así la obligación de someterse a la opinión pública acerca de los gravísimos hechos que se ciernen en torno a su persona y su gobierno, es cuando sintió la aplastante presión proveniente de todos los sectores, propios y ajenos, viéndose obligado a ofrecer unas declaraciones en rueda de prensa donde no hizo más que confirmar e insistir en su huida hacia adelante eludiendo toda asunción de responsabilidad al respecto, de igual manera que un loco nunca reconocería su locura.
En esta declaración del día 12 de junio, dejó caer la espada de Damocles sobre Santos Cerdán, su hasta ahora mano derecha y hombre fuerte del partido para, como con tantos otros, decapitarlo sin siquiera pestañear, como si de un sacrificio a los dioses se tratase, donde la sangre del sacrificado sirviera para calmar su sed y de esta manera aplacar su ira, la cual se cernía sobre él y su partido. Una locura.
Y es que sobre locuras versa este artículo. También versa de cómo se dan las circunstancias para que un político más se descubra infame, como lo han hecho otros antes en la historia negra de la política; y sobre qué estrategias se ponen en marcha para lograr que alguien con un perfil psicótico alcance las más altas cotas de poder en una nación libre, sobrepasando todos los filtros, abusando de los cauces que la crédula democracia garantiza y dejando tras de si los nefastos resultados de su desempeño en el poder, que en ocasiones han llegado a incendiar el mundo civilizado.
Antes de proseguir y para ofrecer contexto, es necesario definir someramente el concepto de lo que han venido a denominarse de manera genérica como los trastornos psicóticos del poder. Nos centraremos en dos trastornos mentales que se ven afectados por la ostentación de posiciones jerárquicas de superioridad como son el Trastorno de Amor Delirante o Erotomanía y el Trastorno de Personalidad Narcisista (TPM) o Narcisismo, los cuales pueden aparecer de manera individualizada o que también pueden manifestarse combinados.
La erotomanía es un trastorno que “produce delirios fijos y creencias falsas sostenidas con convicción a pesar de la evidencia de lo contrario, donde un sujeto desarrolla la creencia ilusoria de que es amado desde lejos por otra persona y donde, de manera paradójica, el erotomaníaco interpreta los sucesivos rechazos de aquella como declaraciones de amor encubiertas, a pesar de las muchas pruebas en contrario. Este amor ilusorio suele ser intenso y en algunos casos puede pasar inadvertido, pero suelen llamar la atención cuando participan en actos perturbadores o criminales”.1
(Caso hipotético).- Aquí podríamos encontrar nexos causales indiciarios de problemas en el siguiente supuesto:
“El Presidente del Gobierno se siente absolutamente convencido de que todo el mundo que le rodea le apoya, le profesa amor y adoración. Ha creado una intensa ficción en torno a su persona rodeándose de elementos onerosos que en ocasiones ejercen de profusos aduladores o de estrepitosas plañideras en otras. Pero la realidad es diferente, bien constatable, es donde se deja ver el trastorno; el Presidente del Gobierno no es querido por nadie, no puede pisar la calle como un ciudadano cualquiera sin ser increpado, ha conseguido que el pueblo lo odie y sea abucheado en todo acto público. Evita enfrentarse a la verdad viviendo una realidad paralela donde sigue creyendo que, a pesar de todo este manifiesto rechazo, el pueblo le quiere y está de su lado, siendo en su cabeza el único lugar donde existe ese amor delirante.”
En cuanto al narcisismo no me extenderé ya que es un famoso trastorno que todos conocen, al menos someramente, y sobre el cual no es necesario efectuar presentaciones, pero que unido a un trastorno erotomaníaco megalómano se descubre en un peligroso cóctel cuando se da en la figura de la persona que rige los designios de una nación libre.
Sin embargo, ¿qué sucede si agitamos la coctelera, y en la misma persona se dan los trastornos conceptuados y una tasa de poder tan enorme como la que ostenta un presidente de gobierno y jefe de partido político donde ha quedado sesgada cualquier voz disonante y todo ello es algodonado por sujetos con intereses espurios?
Es aquí donde se manifiesta la “Erotomanía Narcisista Megalómana”, un trastorno psicótico del Poder.
Podemos encontrar antecedentes históricos de este trastorno combinado que afectó gravemente la historia reciente de Europa. Se manifestó en la persona del maníaco dictador Adolf Hitler, jefe del partido Nazi de Alemania, con las consecuencias que huelga recordar. Pero hay más ejemplos en la actualidad, algunos de ellos en Sudamérica.
Ante este escenario donde han quedado afectos tanto el ámbito político, público y privado, el social, como incluso el de los derechos y libertades; donde se materializa un daño al país que ya no tiene fácil arreglo; donde no ha sido hasta ahora cuando España entera se ha revuelto finalmente contra alguien que nunca veló por el interés general y sólo por mantenerse en el poder a toda costa; es ahora es cuando se desvela al voraz depredador disfrazado de corderito socialista que ha hundido al país hasta cotas que aún están pendientes de valoración.
Un ejemplo fueron las declaraciones que referidas al principio del artículo, pero tras el análisis de la comparecencia del Presidente del Gobierno del día 16 donde su estilo basado en la felonía, el subterfugio, el cinismo y la hipocresía, el desprecio por la inteligencia y la más absoluta falta de respeto hacia el pueblo no hacen sino consolidar la realidad de la existencia una combinación peligrosa de trastornos de personalidad subyacentes que no deben ser obviados por más tiempo y que se manifiestan cuando se tiende al poder absoluto y a la tiranía. Ante la devastación corrupta de su partido, y donde parecía que iba a pedir perdón, no lo hizo antes ni lo ha hecho ahora, aunque si intentó que lo pareciera. Algunos esperaban algo de dignidad y amor propio. Ingenuos.
Por otro lado, tal vez la sociedad no quiere ver lo que para algunos es obvio. En cualquier caso no le queda mucho más, tal vez hoy o mañana despertemos de esta pesadilla liberticida y opresora colectivista que representa el tiránico régimen sanchista, a la que estoicamente llevamos ya demasiado tiempo resistiendo.
Más que oportuno me parece traer a colación una cita a modo de cierre acuñada por Lord Acton, historiador católico británico en 1887, el Dictum de Acton2:
“El poder tiende a corromper; y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
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