
El Ejido y Torre Pacheco: 25 años después, la misma amenaza, el mismo silencio
La opinión de Javier García Isac de hoy, martes 22 de julio de 2025
Hace ya 25 años que El Ejido, una localidad almeriense marcada por el trabajo y el esfuerzo de miles de familias españolas, estallaba ante una situación límite que los medios entonces llamaban “tensión racial” pero que no era más que la consecuencia lógica del abandono institucional, del buenismo suicida de la izquierda y del miedo del centro-derecha a llamar a las cosas por su nombre. En febrero del año 2000, la chispa que encendió la mecha fue el asesinato brutal de una mujer discapacitada a manos de un inmigrante magrebí. No fue el primero, pero sí el que hizo que un pueblo dijera “basta”.
Hoy, un cuarto de siglo después, la historia se repite en Torre Pacheco, en Murcia, donde en pleno mes de julio de 2025 se han registrado multitud de disturbios y una brutal paliza a un vecino de 68 años, por parte de jóvenes de origen magrebí. Y una vez más, el Gobierno —con la complicidad del Partido Popular, que mira para otro lado— vuelve a criminalizar a los vecinos que alzan la voz y a proteger a los culpables, no por humanidad, sino por cobardía ideológica.
Del Ejido a Torre Pacheco: crónica de una invasión anunciada
Lo del Ejido no fue una anécdota. Fue un aviso. Un aviso de lo que sucede cuando se permite que barrios enteros sean ocupados por personas que no solo no vienen a integrarse, sino que desprecian nuestras leyes, nuestra cultura y nuestros valores. Un aviso de lo que ocurre cuando se impone el multiculturalismo como dogma, como herramienta de ingeniería social.
A día de hoy, Torre Pacheco es el nuevo epicentro de esa colonización silenciosa. Un municipio en el que más del 30% de su población es extranjera, donde la delincuencia ha alcanzado niveles inasumibles y donde la gente vive con miedo. Donde ser español, cristiano o simplemente querer vivir en paz te convierte en sospechoso, mientras que los agresores son sistemáticamente protegidos por los medios, ONGs y administraciones vendidas a la agenda globalista.
¿Alguien recuerda al sacristán asesinado a machetazos en Algeciras? ¿O las agresiones en Cataluña a chicas españolas por parte de “jóvenes de origen magrebí”? ¿Y los apuñalamientos, atropellos y violaciones en pueblos y ciudades que ya ni aparecen en prensa? Todo esto se podía haber evitado. Bastaba con escuchar a El Ejido. Bastaba con proteger nuestras fronteras. Bastaba con tener voluntad política.
El precio del buenismo: vidas españolas
El principal enemigo de España hoy no es solo la inmigración ilegal y masiva. Es el consenso cobarde del bipartidismo corrupto. Es la rendición absoluta ante una ideología progresista que considera que oponerse a la invasión migratoria es racismo, que defender tu cultura es supremacismo y que reclamar seguridad para los tuyos es fascismo.
En El Ejido no había fascistas. Había jornaleros hartos de ver cómo sus pueblos eran transformados sin preguntarles. Hartos de ver cómo la inseguridad crecía mientras la Guardia Civil tenía orden de no intervenir. En Torre Pacheco pasa exactamente lo mismo. Pero ahora la situación es peor: porque ahora también hay una prensa subvencionada que tapa los hechos, una Fiscalía politizada que persigue a los que se defienden, y un Gobierno que sueña con ilegalizar a partidos como VOX por el simple hecho de decir la verdad.
¿Dónde están los derechos de los españoles? ¿Dónde queda la justicia para las familias rotas por asesinatos que se podían haber evitado? ¿Cuánto más vamos a aguantar sin reaccionar?
Inmigración: no es solo gente, son valores
Cuando se importan millones de personas sin filtro, no solo se importan cuerpos: se importan ideas, religiones y comportamientos que chocan frontalmente con nuestra civilización. No es una cuestión de piel, es una cuestión de lealtades. Hay quienes llegan a España para destruir lo que somos, y encima lo hacen con el aplauso de una izquierda que odia a su país, y con el silencio cómplice de una derecha acomplejada.
Hoy pagamos los errores de ayer. Pagamos no haber actuado con firmeza tras lo de El Ejido. Pagamos haber permitido que nos llamaran racistas cuando exigíamos sentido común. Pagamos haber abierto las puertas de par en par a quienes no vienen a aportar, sino a imponer.
Una advertencia y una oportunidad
Torre Pacheco puede ser lo que fue El Ejido en su día: una señal. Una llamada de atención. O puede ser otra prueba más de que nos hemos rendido, de que el sistema está diseñado para proteger al invasor y castigar al patriota. Todo depende de si estamos dispuestos a aprender la lección o a repetir la tragedia.
Pero hay una certeza: la inmigración ilegal y descontrolada es hoy la mayor amenaza para España. No solo por razones de seguridad, sino porque con ella se pretende sustituir a nuestro pueblo, borrar nuestra identidad y destruir lo poco que queda de nuestra soberanía.
No podemos seguir siendo ingenuos. No podemos seguir dejando que nos maten, nos roben y nos impongan otras leyes en nuestra propia tierra. Tenemos el derecho —y el deber— de defendernos.
Porque El Ejido fue el principio. Torre Pacheco puede ser el punto de inflexión. O la última estación antes del abismo.
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