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Un grupo de militares con uniformes antiguos está sentado y de pie alrededor de una mesa al aire libre en un entorno boscoso
OPINIÓN

18 de julio: Rebelión por la libertad y contra la tiranía del Frente Popular y el PSOE

La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 18 de julio de 2025

Este viernes se cumple un nuevo aniversario del 18 de julio de 1936. Una fecha que la izquierda quiere borrar, criminalizar o presentar bajo la etiqueta cómoda de “golpe de Estado”. Pero fue mucho más que eso. El 18 de julio fue, sin ambages, una rebelión patriótica y legítima. Un levantamiento desesperado ante el caos, la anarquía y la violencia institucionalizada por un Frente Popular encabezado por un PSOE criminal, golpista y asesino. Le pese a quien le pese, el 18 de julio salvó a España de la disolución, del comunismo y de una dictadura del proletariado que ya estaba en marcha, amparada por las armas soviéticas y con la complicidad de una República ilegítima que traicionó sus propias leyes.

Porque el golpe de Estado, no lo olvidemos, no fue el del 18 de julio, sino el del 17 de febrero de 1936, cuando el PSOE, Izquierda Republicana, Esquerra y el PCE amañaron las elecciones generales. Hubo pucherazo, actas anuladas, diputados ilegalmente proclamados y una Junta Central del Censo que fue barrida por la fuerza. Desde ese mismo instante, el Frente Popular comenzó su revancha: asaltos a iglesias, quema de conventos, destrucción de templos, violaciones, secuestros, paseos, cierres de periódicos, encarcelamiento de rivales políticos y asesinatos de Estado como el de José Calvo Sotelo. La situación era insostenible. España no estaba en democracia. Estaba bajo el yugo del terror rojo.

En ese contexto, el 18 de julio no fue un alzamiento contra la legalidad, sino contra la tiranía. No fue un ataque a la democracia, porque la democracia ya había sido destruida. Fue, más bien, un acto de legítima defensa nacional. Muchos lo olvidan, o lo ocultan deliberadamente, pero en la España de 1936 o te sublevabas o te mataban. No había término medio. No había opción de quedarse al margen. No era una cuestión ideológica, era una cuestión de supervivencia. O Franco, o la checa. O Mola, o el gulag. Esa era la verdadera disyuntiva.

El 18 de julio de 1936 salvó a España. No solo evitó la bolchevización de nuestro país, sino que sentó las bases de su reconstrucción. Fue el principio del fin de la barbarie y del inicio de una España que, tras una dolorosa contienda, renació desde las cenizas. Lo que vino después no fue una dictadura, como insisten en decir los que jamás han pedido perdón por los crímenes del PSOE y del Frente Popular. Lo que vino fue paz, orden, reconstrucción, unidad nacional y, finalmente, el llamado “milagro español” que en las décadas de los 50 y 60 convirtió a una España destruida en una potencia industrial, moderna, socialmente cohesionada y respetada.

La izquierda, que jamás ha pedido perdón por sus atrocidades, ha conseguido con sus leyes de memoria histórica –más bien, de desmemoria sectaria y de venganza ideológica– convertir a los verdugos en víctimas, y a los héroes en criminales. El 18 de julio ya no se estudia, se demoniza. Se quiere arrancar de la conciencia nacional. Pero no lo lograrán. Porque sin el 18 de julio, hoy no existiría España. Existiría una colonia soviética, un satélite de Moscú convertido en campo de concentración.

Es legítimo preguntarse hoy si no fuimos demasiado ingenuos al permitir que el PSOE, el mismo PSOE que promovió la mal llamada revolución de 1934, que participó en golpes de Estado, que justificó asesinatos y sembró el odio de clases, pudiera blanquearse durante la Transición. Les dimos una segunda oportunidad, y la han aprovechado para reescribir la historia, perseguir a los disidentes, exhumar cadáveres y sembrar el odio entre los españoles. La Transición fue generosa con ellos, pero ellos no han sido generosos con España.

El 18 de julio es, por tanto, una fecha para reivindicar. Para recuperar con orgullo y sin complejos. Para recordar que hubo un momento en que los españoles dijeron “¡Basta!” al totalitarismo, al crimen político y a la destrucción de la patria. Que hubo militares, civiles, religiosos y obreros que se levantaron, arriesgaron sus vidas y lo perdieron todo para evitar que España desapareciera como nación. Que hubo un pueblo que supo resistir y vencer.

Hoy, cuando vemos cómo el PSOE de Pedro Sánchez vuelve a utilizar las instituciones contra el pueblo, cuando se ampara en pactos con enemigos de España para mantenerse en el poder, cuando persigue la disidencia, criminaliza la libertad de prensa y destruye la unidad nacional, más que nunca debemos mirar al 18 de julio como una lección de dignidad. Porque la historia tiende a repetirse, y sobre todo, lo.peor de ella. Y hoy, como entonces, hay que elegir: o resignación ante la tiranía o rebelión cívica y moral por la libertad.

El 18 de julio no fue el fin de nada. Fue el principio de todo.

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