
Sermón quevedesco en Buenos Aires Platz
Por José Rivela Rivela, el cronista apartado
(QUEVEDO resucitó y está con MILEI. Y ALFRED DÖBLIN también).
Señores: ayer la Argentina fue banquete de ratas y hoy, aunque con hambre, ya no cena con alimañas.
Porque no hay mayor infierno que aquel en que los demonios se llaman “plan social”, “subsidio eterno” y “ministerio inútil”.

La inflación, esa ramera con cien bocas, ayer chupaba la sangre del pobre y engordaba al tahúr del Estado.
El salario era humo de estafa, el peso un papel de estraza en manos del carnicero.
Y los gobiernos, más mudos que estatuas, miraban cómo el país ardía mientras ellos soplaban brasas.
Hoy, aunque la medicina escuece, al menos hay médico y no brujo.
El ajuste es látigo, sí; pero látigo que aparta del muladar donde yacíamos.
¡Ay de los que llaman cruel a la dieta, y no llamaron criminal al festín de ladrones de ayer!

Ayer los pobres crecían como hongos en albañal;
hoy la estadística, que no suele ser piadosa, dice que diez puntos bajaron.
¿Milagro? No: trabajo con dolor, que es milagro de hombres y no de santos.
Washington, que antes ni nos mandaba estampillas, hoy descuelga el teléfono.
Y no porque seamos ricos, sino porque alguien —un loco, dicen— se atrevió a poner cerrojo donde antes todo era saqueo.
No digo que estemos bien: la mesa sigue pobre y el remedio caro.
Pero peor era cuando la mentira gobernaba y el enfermo ni remedio pedía.
Porque no hay peor condena que estar atado y además creer que se vuela.
Con Milei duele, sí: pero es dolor de cirugía, no de gangrena.
Y más vale perder un brazo y salvar la vida, que adornarse con anillos en la tumba.
Decid, pues, porteños:
—Antes nos mataba la mentira; hoy nos corrige la verdad.
—Antes la abundancia era estafa; hoy la escasez es limpieza.
—Antes los gobiernos nos dormían con nana de deudas; hoy un loco nos despierta a gritos.
Y si alguno pregunta:
“¿Por qué sufrir bajo este látigo?”,
responded con Quevedo en el alma:
Porque más cruel era el festín del ladrón que el hambre del justo.
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