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El prófugo de la justicia Carles Puigdemont
OPINIÓN

Puigdemont: el huésped cobarde de Bruselas que chantajea a España

La opinión de Javier García Isac de hoy, lunes 29 de septiembre de 2025

Carles Puigdemont es, ante todo, un cobarde. Lo ha sido siempre. El gran “Moisés” del separatismo catalán, el héroe de cartón piedra que proclamó una independencia inexistente y salió huyendo en el maletero de un coche, sigue refugiado en Bruselas, lejos de los juzgados españoles, con miedo a poner un pie en el país al que dice querer romper. Cobardía en estado puro.

Y lo más grotesco de todo es que ese prófugo sigue decidiendo los destinos de España. Es él, desde la comodidad de su refugio en Waterloo, quien marca el compás del gobierno más corrupto y sectario de la historia reciente. Es él quien, a golpe de ultimátum y chantaje, obliga a Pedro Sánchez a claudicar una y otra vez.

Amnistías, indultos y miedos

El gobierno socialista, en su estrategia de supervivencia, ha regalado amnistías e indultos a los suyos, ha reescrito el Código Penal y ha puesto las instituciones del Estado al servicio de quienes lo golpearon. Y, aun así, Puigdemont no se atreve a volver. El miedo le atenaza. Porque sabe que la justicia todavía le espera por un asunto mucho más tangible y delictivo: la malversación, el robo descarado del dinero de los catalanes, utilizado para financiar un golpe de Estado contra España.

Ese miedo, esa cobardía permanente, empieza a pasar factura. Cada vez más votantes de Junts están cansados de seguir a un líder que amenaza, amaga y recula. Las encuestas no le son favorables y un buen número de esos desencantados ya miran hacia otras opciones, como Aliança Catalana, que capitaliza el hartazgo con un separatismo blandito y dependiente del chantaje.

Amistades peligrosas

Puigdemont siempre se ha sentido cómodo con los peores socios posibles. Primero con Santos Cerdán, ese socialista metido en negociaciones con prófugos y delincuentes, que incluso llegó a recomendarle abogados y a ejercer de muleta política del huido. Hoy, con Cerdán acorralado por la justicia, el interlocutor de Puigdemont es otro viejo conocido: José Luis Rodríguez Zapatero. Sí, el mismo que blanquea dictaduras Hispanoamericanas, el mismo que sirve de puente entre el chavismo y el sanchismo.

Zapatero es hoy el embajador de Sánchez ante el prófugo de Bruselas. Una vez más, España se encuentra en manos de quienes deberían haber sido ilegalizados por atentar contra la unidad nacional y por perpetrar delitos gravísimos contra el Estado.

La gran paradoja

Puigdemont juega a ser el gran árbitro, amenaza con hacer caer al gobierno y amaga con retirar su apoyo. Pero, en realidad, no se atreve. Porque sabe que, si Sánchez cae, la alternativa puede ser infinitamente peor para sus intereses: un gobierno condicionado por VOX, firme en la defensa de la unidad de España y con cero concesiones al separatismo.

Esa es la gran paradoja del prófugo: necesita mantener vivo a Sánchez, pero al mismo tiempo aparentar que se enfrenta a él. Una tragicomedia que retrata no solo la cobardía de Puigdemont, sino también la decadencia moral de España, un país rehén de un fugitivo que debería estar sentado en el banquillo de los acusados.

La historia recordará a Puigdemont no como un libertador, sino como lo que realmente es: un cobarde que huyó, un ladrón que malversó y un chantajista que nunca se atrevió a dar la cara. Y recordará también la infamia de un gobierno que, en vez de detenerle y juzgarle, le convirtió en socio preferente para mantenerse en el poder.

La pregunta que debemos hacernos los españoles es clara: ¿cómo hemos permitido que un prófugo, que debería estar entre rejas, decida el rumbo de nuestra nación? Yo todavía sigo buscando la respuesta, como hemos podido caer tan bajo.

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