
Profanación en el Valle de los Caídos: cuando los verdugos se hacen víctimas
La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 26 de septiembre de 2025
Lo sucedido en el Valle de los Caídos no es un acto aislado, ni mucho menos inocente. Es la consecuencia lógica de una política de cesión constante a los enemigos de España, a esos que durante décadas asesinaron a casi mil compatriotas, sembraron de sangre nuestra historia reciente y hoy, con la complicidad del Partido Socialista, se pasean impunemente y se permiten incluso profanar el mayor monumento a la reconciliación y la generosidad que existe en Europa.
Los hechos son claros: un grupo de proetarras, alentados por Sortu y el entramado político que blanquea a ETA, ha irrumpido en el Valle de los Caídos para ofender la memoria de quienes allí descansan y mancillar un símbolo que no es de unos ni de otros, sino de todos los españoles. Un monumento levantado para cerrar heridas, para reconciliar, para unir en torno a la grandeza de la cruz a los que habían estado enfrentados en una contienda fratricida.
La ingenuidad de un pueblo traicionado
El pueblo español cometió el error de ser ingenuo. Creyó, tras la Transición, que esa izquierda culpable de haber provocado la guerra civil se comportaría civilizadamente cuarenta años después. Se aceptó el olvido, se tendió la mano, se renunció a ajustar cuentas, se les permitió regresar a la vida política y se les entregaron cuotas de poder.
Hoy, transcurridos noventa años desde 1936, vemos cómo aquellos que incendiaron España, que se alzaron contra el orden, que cometieron miles de crímenes en nombre de la “libertad” y del “pueblo”, no solo no han pedido perdón, sino que han convertido a los verdugos en víctimas. Han tergiversado la historia con descaro, han manipulado las conciencias con la ayuda de una maquinaria mediática y educativa servil, y han transformado la memoria en un instrumento de venganza.
ETA, FRAP y la memoria invertida
El colmo de esta locura es que quienes profanaron el Valle de los Caídos forman parte del mismo ecosistema político que asesinó a casi 1.000 personas en España. Gente que puso bombas en supermercados, en casas cuartel, que ametralló a guardias civiles y a militares desarmados, que asesinó a concejales, periodistas y empresarios, se permite ahora dar lecciones de moral y dictar lo que debe ser recordado o borrado de nuestra historia.
Y por si fuera poco, estos mismos sectores de la izquierda, junto con separatistas, pretenden rendir homenaje a tres asesinos del FRAP, ejecutados justamente en septiembre de 1975 por el brutal asesinato de un joven policía armado, de apenas 24 años. Conviene recordarlo: el FRAP fue una organización criminal, terrorista y asesina, fundada por un ex ministro del PSOE, donde militaba el padre de Pablo Iglesias, el mismo que hoy se nos presenta como un referente democrático. Aquel FRAP asesinaba en nombre de una ideología marxista, igual que ETA, que además, también lo hacía en nombre de la independencia vasca.
El PSOE y sus socios: un gobierno de la ignominia
Todo esto sería imposible sin el respaldo del PSOE, que gobierna hoy gracias al apoyo directo de los herederos de ETA y de las mismas fuerzas que durante los años 70 y 80 justificaban el tiro en la nuca y la bomba lapa. Pedro Sánchez, Zapatero y toda la maquinaria socialista han decidido que el futuro de España pase por blanquear a criminales, insultar a las víctimas y entregar a los verdugos la potestad de dictar qué memoria es válida y cuál no.
Un gobierno acorralado por la corrupción, que se sostiene únicamente gracias al chantaje de quienes odian a España, ha encontrado en la profanación de símbolos y en la manipulación histórica la manera de mantener viva la tensión. Necesitan que el odio siga vigente, porque solo así justifican sus pactos con el separatismo y el terrorismo reciclado en política.
La batalla cultural es inaplazable
Frente a esta ofensiva, debemos decir ¡basta!. No se trata de resignarnos ni de mirar hacia otro lado. Es momento de dar la batalla cultural en todos los frentes: en las aulas, en los medios, en las calles. No se puede ceder un milímetro ante quienes insultan a los muertos, a las víctimas, a la verdad.
El Valle de los Caídos no es solo un monumento, es un símbolo de reconciliación que hoy quieren destruir los mismos que no han reconciliado jamás nada, los que solo saben imponer, mentir y vengarse. Quieren borrar nuestra historia porque saben que sin raíces no hay futuro, porque saben que una España acomplejada es más fácil de someter.
Verdad, dignidad y firmeza
No hay espacio para la equidistancia ni para la complacencia. La izquierda española —la misma que provocó la guerra civil, la misma que amparó a los terroristas, la misma que hoy gobierna con ellos— nunca fue civilizada. Hoy queda demostrado: son los mismos de ayer, solo que disfrazados de demócratas.
La profanación del Valle de los Caídos y el homenaje a los asesinos del FRAP son dos caras de la misma moneda: la venganza y el odio perpetuo. Si no decimos basta, si no combatimos con firmeza esta locura, si seguimos cediendo terreno, pronto no quedará nada que salvar.
España merece verdad, memoria digna y reconciliación auténtica, no la farsa que nos imponen los herederos del crimen y de la mentira.
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