
Señales de dictadura
Por Antonio Sánchez Sánchez
Hechos ya cotidianos, aunque absolutamente lamentables, suceden a diario tanto en la sala de plenos como en las de prensa del Congreso de los Diputados y que ponen de manifiesto el nivel de degradación democrática que de un tiempo a esta parte está sumiendo a España en opacidades y oscurantismos dignos regímenes políticos sucedidos y superados en siglos pretéritos.
Son muchos los ámbitos competenciales, jurisdiccionales, sectores de actividad e instituciones de aquí y de allá donde se están manifestando ciertas señales que hacen encender relevantes avisos de alarma en relación al incumplimiento sistemático de preceptos que, hasta la llegada al poder del partido sanchista, se consideraban consolidados en la democracia de nuestro país. El gobierno del PSOE en coalición con SUMAR ha superado todo tipo de exigencias y mandatos democráticos que, junto con el resto de partidos socios de investidura de Pedro Sánchez, que huelga nombrar y todos ellos autodeclarados enemigos de España, han decidido llevar a la práctica en forma de una serie de medidas de acción política conjunta absolutamente antidemocráticas que deberían de hacer pender sus cargos por la simple insinuación de llevarlas a cabo. Pero lejos de ello, nos encontramos en un caldo político podrido y hediondo donde estas acciones se producen a diario impunemente ante la estupefacción e impotencia de la sociedad.
Actos de dignidad y corrección política como es la figura de la dimisión han desaparecido, pase lo que pase, se esté acusado de lo que sea, comprometido o incluso condenado, hoy día en España, no dimite nadie, ergo todo desmán político ha dejado de estar sujeto a los estándares de la moralidad. Llegados a este punto es obligatorio citar al PP también, que no se escapa de la quema ni está libre de pecado, aunque no ha llegado tan lejos como sus compañeros de hemiciclo en cuanto a mala educación y falta de compostura.
Si aplicáramos filtros de conducta intachable, antecedentes penales o si un día cualquiera se llevaran a cabo test de detección de consumo de psicotrópicos por sorpresa a sus señorías, es posible que en el hemiciclo se quedaran únicamente los ujieres, si acaso, valga la hipérbole. Tal es la calidad de los más altos representantes de la soberanía nacional y habilitados para ostentar los poderes públicos de este país.
Todos asistimos atónitos a los desplantes y desprecios que portavoces de los partidos realizan día si y día también a ciertos periodistas en sede parlamentaria negándose a responder preguntas que están avaladas por el interés general de la ciudadanía. Pueden ser cuestiones que les sean incómodas, cuestiones que se ciernan sobre su ámbito personal, cuestiones que resalten desvalores de los propios políticos o de sus partidos, pero ello no les habilita a su desprecio ni descrédito, ya sea de forma explícita, tácita o mediante los silencios excluyentes tan recurridos.
En un país democrático la libertad de expresión, de opinión, la libertad de prensa o información, la pluralidad política, las manifestaciones de la voluntad popular así como la ejecución de las garantías constitucionales que sostienen los derechos y libertades y que los poderes públicos deben garantizar, son condiciones sine qua non para que una nación pueda mantener el apelativo democrático. Y señores diputados, sí, ustedes tienen la obligación de responder, les guste o no, ello es un acto debido por razón de su cargo y no hacerlo como de facto lo hacen es una violación democrática.
Bien, todo ello se está vulnerando todos los días en el Congreso de los Diputados y un más que evidente ejemplo es la acción política que se ha determinado llevar a cabo contra el periodista Vito Quiles. Es asquerosamente ajeno a la democracia ver como en las comparecencias de los diputados portavoces de los partidos en el gobierno y sus socios de investidura vetan al joven periodista, que es el único que mete el dedo en la llaga, aquel que saca sus vergüenzas a relucir, el único que es lo suficientemente valiente para mirarles a los ojos y formular las preguntas incómodas cuyas respuestas son las que interesan a una inmensa parte de la ciudadanía y que son despreciadas, obviadas y canceladas por aquellos que no son capaces ni de sostenerle la mirada. El último reducto de independencia periodística que hay en las salas de prensa del Congreso de los Diputados tiene un nombre, Vito Quiles; aquel que ha hecho encender una de las más sonoras alarmas, aunque no la única, que indican la deriva antidemocrática que está tomando este país.
Pero esto no queda aquí, porque ahora tras años de desprecios y desplantes impropios de unos representantes públicos hacia un periodista en el libre ejercicio de su profesión, están yendo un paso más allá. Al ser conscientes de la inquebrantable convicción periodística del joven muchacho, se han propuesto liberar las salas de prensa del Congreso del incómodo Vito Quiles, ya que, como multitud de medios se han hecho eco (algunos paradójicamente incluso celebrado) y él mismo ha anunciado en redes sociales, se está gestando la desacreditación previa a la expulsión del periodista. Por cierto, no dejaré de reseñar que a todo este ambiente laboral insano Vito Quiles se ha sobrepuesto siempre estoicamente y ha hecho gala de una madurez personal y profesional que va más allá de lo exigible a sus cortos 25 años, sobresaliendo con creces a la de los diputados que le desprecian e insultan, muchos de ellos corruptos o con pasados incluso criminales.
¿No tiene nada que decir la Ministra de Trabajo ante esta situación de bullying laboral? Y si en vez de ser un chico el de las preguntas incómodas fuera una chica la que las hiciera, ¿se le trataría igual y se mantendría el acoso insoportable al que someten a Vito Quiles?
Esto, damas y caballeros, es un perfecto atropello democrático propio de países caídos en dictadura. El ataque a la pluralidad es patente y palpable, el espíritu libre del pueblo español que tanta sangre, sudor y lágrimas costó consolidar no nos lo arrebatará ningún proyecto de dictador ni sus secuaces; y contra ello es imperativo luchar con todas las armas que estén a nuestro alcance, día a día y sin descanso, no consentiremos convertirnos en un pueblo oprimido por la avaricia y la ambición personal desmedida de trastornados mentales que priman su interés personal sobre la prosperidad del pueblo y sus libertades.
Es el momento españoles; las señales de dictadura nos apremian.
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