
Santos Cerdán: el hombre de las sombras del sanchismo
La opinión de Javier García Isac de hoy, lunes 19 de mayo de 2025
Hay figuras que, aun manteniéndose en un segundo plano, acaban resultando más decisivas que muchos ministros. Santos Cerdán es una de ellas. Su nombre no suele abrir telediarios ni llenar titulares, pero su papel dentro del PSOE ha sido tan silencioso como fundamental. Sustituto de José Luis Ábalos, amigo personal de Koldo García, implicado en conversaciones que apestan a corrupción, comisiones y tramas turbias. Este personaje, gris y sin formación, representa como pocos el alma podrida del sanchismo.
Cerdán no llega al poder por méritos, preparación o liderazgo político. Llega por obediencia. Por servilismo. Por ser leal al líder, no a las ideas. Procede de la federación navarra del PSOE, una de las más opacas, trufada de escándalos y traiciones a España, donde se ha blanqueado el nacionalismo vasco y se ha pactado con Bildu sin ningún tipo de rubor. Esa es su cuna política, su escuela de traiciones.
Cuando estalla el escándalo de Koldo, ese oscuro personaje que campaba por los pasillos de AENA, RENFE y ministerios como si fueran su cortijo, muchos se preguntan: ¿cómo es posible que nadie supiera lo que ocurría? Pues lo sabían. Y uno de los que lo sabían era Santos Cerdán. Porque él no es un recién llegado. No es un sustituto accidental de Ábalos. Es su relevo natural. Su hombre de confianza. De hecho, los WhatsApp que se han ido conociendo en las últimas semanas no dejan lugar a dudas: se hablaba sin tapujos de comisiones, de intermediarios, de adjudicaciones. No con eufemismos, no con códigos cifrados. Con descaro y arrogancia, con la impunidad de quien se sabe protegido por el poder.
Santos Cerdán ha sido el responsable directo de la organización y las finanzas del PSOE. Traducido: el que manejaba los hilos internos del partido, el que decidía a quién se premiaba con un puesto, a quién se expulsaba, y sobre todo, por dónde entraba y salía el dinero. El PSOE, bajo su batuta organizativa, se convirtió en una maquinaria perfectamente engrasada al servicio de Pedro Sánchez. Y en ese engranaje, Koldo era solo un peón más.
No es casualidad que Santos Cerdán acompañase a Pedro Sánchez en sus giras internas, ni que apareciera en todos los grandes momentos del sanchismo: desde la recuperación del liderazgo tras la dimisión forzada en 2016, hasta las negociaciones con los independentistas catalanes, pasando por los pactos con Bildu. Siempre estaba allí. Como un testigo mudo de todas las traiciones, como un ejecutor diligente del plan de poder que Sánchez tejía con paciencia y cinismo.
Este personaje, desconocido para la mayoría de los españoles, es en realidad uno de los pilares sobre los que se ha levantado el sanchismo. Su perfil bajo no es casualidad. Santos Cerdán se mueve entre bastidores. No da entrevistas. No brilla en tribunas. Pero es él quien reparte las cartas en el PSOE. Quien construyó con Ábalos esa red clientelar de colocaciones, favores y negocios que empieza a desmoronarse.
El contenido de los WhatsApp filtrados es solo una muestra del fango en el que se mueve esta red. En ellos se habla de comisiones como quien habla de una comida de trabajo. Se pacta, se negocia y se reparte. Y si bien Ábalos ha sido el rostro visible del escándalo, es absurdo pensar que lo hacía solo. Cerdán estaba allí. Sabía. Permitía. Y callaba.
Porque en el sanchismo, el silencio es lealtad. Y la lealtad, se premia. Santos Cerdán ha sido premiado. Hoy es uno de los hombres más poderosos del partido. Y sin embargo, ni una explicación pública, ni una rueda de prensa, ni una investigación interna. El PSOE ha cerrado filas. Porque tirar de la manta podría acabar desenmascarando no solo a Ábalos o Koldo, sino al propio Cerdán. Y tras él, al mismísimo Pedro Sánchez.
Resulta inquietante pensar que una democracia como la española esté sostenida por personajes como este: oscuros, sin preparación, salidos de los sótanos de federaciones regionales que han vendido su alma al separatismo, y que manejan el poder con la misma lógica que una red mafiosa. Pero esa es la realidad del PSOE actual. Un partido que ha mutado en organización paraestatal, con sus reglas propias, su justicia interna y sus castigos ejemplares a quien se atreve a cuestionar la autoridad del líder.
Santos Cerdán no es una anécdota. Es el modelo. Es lo que se espera de un dirigente socialista hoy: obediente, sin escrúpulos, dispuesto a mirar hacia otro lado, aplaudir al líder y, si hace falta, callar mientras otros se enriquecen. La regeneración que prometía Pedro Sánchez con la moción de censura se ha transformado en una corrupción estructural, donde nadie es inocente y todos son cómplices.
El caso de Cerdán debería provocar un terremoto político. Pero no lo hará. Porque los medios comprados no hablarán, porque los socios del PSOE callarán para no perder el poder, y porque Sánchez, desde su búnker, seguirá protegiendo a los suyos. La impunidad es el verdadero pegamento del sanchismo. Y Santos Cerdán, su ejemplo más claro.
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