
El colapso del sanchismo: un régimen cercado por la corrupción, la mentira y el caos
La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 16 de mayo de 2025
Pedro Sánchez debería haberse ido hace mucho tiempo. De hecho, nunca debió llegar. Pero en España llevamos años atrapados en una anomalía política, en una excepción peligrosa que ha convertido la Moncloa en un búnker donde se gestan bulos oficiales, se fabrican enemigos, se oculta la verdad y se manipulan las instituciones del Estado para perpetuar en el poder a un personaje que no pasará a la historia por sus logros, sino por su ambición sin escrúpulos. Estamos ante el hundimiento de un régimen, el del sanchismo, que se tambalea con la misma fragilidad con la que un día se derrumbó la Unión Soviética: de golpe, sin previo aviso, y sin que nadie pudiera sostener ya su mentira.
Una pandemia convertida en experimento de control social
Todo empezó con la pandemia. España fue uno de los países que peor gestionó la crisis sanitaria, no sólo por la improvisación, sino por el uso deliberado del miedo como herramienta de control. Sánchez no gobernó, decretó. Imposiciones, encierros ilegales declarados inconstitucionales, represión, multas, vigilancia vecinal, estados de alarma fabricados al margen de la ley… El Gobierno aprovechó el caos para ensayar lo que luego sería su modelo de poder: un mando único autoritario, sin contrapesos ni responsabilidades. La pandemia fue para Sánchez lo que Chernóbil fue para el régimen soviético: el punto de inflexión donde la podredumbre comenzó a supurar.
Gobernar a golpe de decreto: el Parlamento como decorado
La democracia quedó reducida a un decorado. Pedro Sánchez ha batido todos los récords en el uso del decreto-ley para imponer su voluntad. A través de este mecanismo de excepcionalidad permanente, ha aprobado leyes ideológicas, normas económicas, blindajes judiciales y cesiones políticas, evitando el debate parlamentario y anulando a la oposición. Ni siquiera durante los momentos más tensos de la historia reciente democrática se había utilizado con tanto descaro una fórmula pensada para casos urgentes. Con Sánchez, lo urgente es lo que le conviene.
Memoria democrática: censura y persecución ideológica
En paralelo, el Gobierno ha impulsado una brutal campaña de reescritura histórica con sus leyes de memoria democrática. No se trata de recordar, sino de imponer una visión sectaria de la historia que criminaliza al adversario, ilegaliza el disenso y persigue a quienes defienden la verdad. Franco, la Guerra Civil, el Valle de los Caídos o la Iglesia católica se convierten en obsesiones del régimen, mientras se otorga legitimidad a los herederos del terrorismo y se blanquea el separatismo. La historia se convierte en arma, y la verdad, en delito.
El control de los medios y la censura en redes
Pero no le basta con reescribir el pasado. Pedro Sánchez también quiere controlar el presente. Su obsesión por los medios críticos ha derivado en una campaña de censura encubierta. Desde las llamadas editoriales únicas en pandemia hasta las amenazas directas a periodistas incómodos como Vito Quiles o Javier Negre, pasando por la llamada “ley de bulos”, el régimen ha avanzado en la creación de un ecosistema mediático dócil, pagado con dinero público, donde solo cabe la propaganda oficial. En redes sociales, sus ministros no dudan en señalar a usuarios críticos, como hace Óscar Puente, convirtiendo Twitter en una plaza de linchamiento para la disidencia.
Corrupción familiar y política: el caso Begoña Gómez, David Sánchez y el entorno de Ábalos
El presidente se presenta como un ejemplo de regeneración, pero su entorno inmediato huele a corrupción por los cuatro costados. Su esposa, Begoña Gómez, está imputada por tráfico de influencias; su hermano David Sánchez ha sido señalado por irregularidades fiscales y por cobrar sin trabajar desde una plaza amañada; y su exministro José Luis Ábalos, convertido en el "Rasputín del sanchismo", arrastra una trama de clientelismo, colocación de parejas sentimentales en organismos públicos y escándalos tan bochornosos como la famosa noche del Parador de Teruel con prostitutas incluidas. Todo esto no son errores ni casos aislados. Es un modelo de poder.
El apagón eléctrico y el caos ferroviario: una gestión desastrosa
A este panorama hay que sumarle el colapso de la gestión. El apagón eléctrico de abril de 2025, silenciado a toda prisa por el Gobierno, dejó sin suministro a millones de españoles durante horas. Fue consecuencia directa del dogmatismo verde del Ejecutivo, que quiso presumir ante el mundo de un mix energético 100% renovable, desactivando incluso los reactores nucleares de forma irresponsable. A ello se suma el caos en las infraestructuras ferroviarias, con trenes averiados, retrasos sistemáticos y una RENFE colapsada, mientras el ministro Óscar Puente se dedica a pelearse en Twitter y a señalar ciudadanos.
Maquillaje del paro y manipulación estadística
En paralelo, los datos del paro se maquillan sin pudor. Se cambian las definiciones, se alteran las categorías y se esconde el drama real de millones de personas sin empleo o con contratos precarios. La vicepresidenta Yolanda Díaz, más preocupada por las pancartas del 1 de mayo que por la clase trabajadora, se pasea por manifestaciones sindicales como si no fuera responsable de la destrucción del tejido productivo. Mientras tanto, los sindicatos callan, subvencionados y domesticados por el propio Gobierno.
Deuda descontrolada y ruina económica
La deuda pública supera los 1,6 billones de euros. El déficit es estructural. La inflación, la subida del coste de vida y el asfixiante intervencionismo del Gobierno están destrozando el ahorro de las familias y la supervivencia de las pequeñas empresas. Pero a Sánchez eso no le importa: su única obsesión es mantenerse en el poder. Si para ello tiene que hipotecar el futuro de varias generaciones, lo hará sin pestañear.
Cesiones al separatismo: traición al interés nacional
Y mientras España se hunde, Sánchez sigue entregando pedazos de soberanía al separatismo. Amnistías a golpistas, acuerdos con Bildu, traspasos de competencias a la carta, privilegios fiscales para el País Vasco, ataques a la Guardia Civil, y la rendición diplomática ante Marruecos. España ya no es un Estado soberano, sino un laboratorio de ingeniería social, troceado, manipulado y dirigido por minorías que odian su historia y su identidad.
Un presidente solo, cercado y sin credibilidad
Pedro Sánchez ya no gobierna: sobrevive. Cada semana se encierra más en su propio búnker, rodeado de asesores, perdiendo apoyo dentro y fuera del PSOE, enfrentado incluso con sus antiguos escuderos. Hasta los barones socialistas que lo auparon, como Lambán, Page o Susana Díaz, ahora se rasgan las vestiduras, pero sabían perfectamente quién era. Sabían que era un autócrata, un narcisista y un mentiroso. Y lo apoyaron.
Hoy, el sanchismo se tambalea como un castillo de naipes. Ha perdido credibilidad, autoridad moral y apoyo social. Ya no gobierna, improvisa. Ya no lidera, resiste. Ya no construye, destruye. Y como ocurrió con el imperio soviético, su hundimiento puede llegar de forma repentina. Porque nada sólido se construye sobre la mentira, la corrupción y el odio.
Ha llegado el momento de exigir su dimisión. No por ideología, sino por dignidad. Por higiene democrática. Por necesidad nacional.
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