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OPINIÓN

Santiago y cierra, España: la fe que forjó una nación

Santiago el Mayor, hijo del trueno, evangelizador de Hispania, mártir y símbolo de la resistencia espiritual frente al invasor islámico

El 25 de julio no es un día cualquiera. Es la festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España, y como cada año, el silencio institucional contrasta con el estruendo espiritual de millones de españoles que todavía sienten con orgullo el latido de sus raíces cristianas. Este 2025, el calendario ha hecho que la festividad sea reconocida como día no laborable. No por convicción, sino por conveniencia. Porque para esta clase política desnortada y cobarde, todo lo que huela a tradición, a patria y a fe, resulta molesto. Pero el pueblo —el de verdad— sigue resistiendo, sigue celebrando, sigue creyendo.

El apóstol que vino del fin del mundo

Santiago el Mayor, hijo del trueno, evangelizador de Hispania, mártir y símbolo de la resistencia espiritual frente al invasor islámico. Su figura no solo es clave en la historia de la Iglesia, sino también columna vertebral del alma de España. Fue él, según la tradición, quien trajo el cristianismo a nuestra tierra, quien convirtió la fe en una semilla que, siglos más tarde, daría lugar a una civilización gloriosa. Su tumba en Compostela es meta espiritual, hito nacional, faro de la hispanidad.

Y, sin embargo, vivimos en un país donde se censura la expresión "Santiago y cierra, España", como si las palabras fueran espadas. Donde se ocultan estatuas del apóstol con espada en alto, no vaya a ser que los ofendiditos profesionales se molesten. Donde se persigue la verdad histórica y se subvenciona la mentira progresista. En definitiva, donde se pretende borrar la identidad para imponernos una ideología de cartón, piedra, hueca y destructiva.

Santiago Matamoros: símbolo de resistencia y libertad

Hoy, decir “Santiago Matamoros” parece delito de odio para ciertos sectores del poder. Se ofenden los que no se ofendieron nunca por las decapitaciones de islamistas radicales, ni por los atentados del 11-M, ni por el imán de Ripoll. Se escandalizan por una imagen tradicional del apóstol cabalgando y derrotando al invasor, pero aplauden las performances blasfemas subvencionadas en centros culturales. Así está la izquierda: enferma de sí misma, obsesionada con destruir todo aquello que unió y elevó a España.

Pero Santiago Matamoros no es un invento reaccionario, es parte de la historia y del arte, de la fe y de la identidad de un pueblo que, durante siglos, supo resistir al islamismo, después al comunismo y ahora al globalismo posmoderno. Porque sí, la Reconquista comenzó bajo su estandarte, y la unidad nacional se forjó al calor de la Cruz, no de los pactos de partidos ni de las comisiones del BOE.

España: una nación forjada por la fe

Hablar de Santiago Apóstol es hablar de una España que se sabe hija del cristianismo. Que no pide perdón por su legado, sino que lo reivindica con orgullo. Porque sin cristianismo no hay España, y sin raíces no hay árbol que aguante el viento. Por eso nos quieren desarraigados, huérfanos, vacíos. Para llenarnos con ideología barata, con multiculturalismo tóxico, con basura ideológica importada desde Bruselas o la ONU.

Santiago es, junto a Pelayo y Don Rodrigo, uno de los primeros nombres que simbolizan la resistencia de nuestra patria frente a la tiranía y la invasión. Su grito de guerra —¡Santiago y cierra, España!— no es una frase de odio, sino un clamor de unidad y de esperanza. Cerrar filas en torno a lo nuestro, defender lo que somos, proteger a los nuestros. Eso es lo que significa.

Una España sin fe, es una España sin alma

No es casualidad que el socialismo y el separatismo quieran borrar toda huella cristiana de nuestra historia. Quieren reemplazar a Santiago por la Agenda 2030, al Camino de Compostela por el “corredor humanitario”, al sentido de comunidad por la fractura identitaria. Pretenden suplantar la fe por el relativismo, la verdad por el consenso y la patria por el mundo feliz del multiculturalismo sin raíces.

Pero nosotros no vamos a rendirnos. Seguiremos diciendo Santiago y cierra, España, aunque nos censuren. Seguiremos rezando, aunque nos vigilen. Seguiremos defendiendo a nuestra nación, aunque nos llamen fascistas. Porque, como decía el filósofo, “sin catolicismo no hay España. Y sin España, no hay libertad”.

Una fecha para reivindicar

El 25 de julio es más que un día festivo. Es un acto de memoria, de fe y de resistencia. Es recordar a aquel que, tras predicar el Evangelio, volvió a su tierra para ser decapitado por Herodes, y cuyos restos acabarían guiando el rumbo espiritual de toda una nación. Es rendir homenaje a quienes supieron plantar cara al fatalismo histórico, y construir una nación donde la fe, la justicia y la unidad fueron pilares.

Santiago no es solo el patrón de España. Es un símbolo de lo que fuimos y de lo que todavía podemos ser. Por eso hay que gritarlo con fuerza, con orgullo y con verdad: ¡Santiago y cierra, España! Porque no hay mayor rebeldía en estos tiempos oscuros, que reivindicar lo que nos hizo grandes.

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