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Un grupo de jóvenes posando juntos en la calle, algunos de ellos sostienen machetes y hacen gestos con las manos, mientras otros sonríen o miran a la cámara.
OPINIÓN

Multiculturalismo, privilegios y voto cautivo: el experimento suicida del PSOE

La opinión de Javier García Isac de hoy, miércoles 23 de julio de 2025

Un reciente estudio publicado por El Debate revela lo que muchos llevamos años advirtiendo y que ahora queda documentado con cifras: los marroquíes nacionalizados en España votan, en su abrumadora mayoría, al PSOE. Y no lo hacen por convicción ideológica, ni mucho menos por un compromiso con la democracia o con los valores constitucionales. Lo hacen, lisa y llanamente, porque esperan obtener más subsidios, más prebendas, más facilidades. Lo hacen porque ven en el PSOE al partido que ha institucionalizado la cultura de la subvención, del privilegio étnico, del victimismo programado.

En cambio, y con una lucidez que conmueve, los venezolanos exiliados en España, los cubanos huidos del castrismo, los hispanoamericanos que han escapado de las garras del socialismo del siglo XXI, optan por VOX. ¿Por qué? Porque saben identificar el mal cuando lo han sufrido en carne propia. Porque reconocen en Pedro Sánchez y en Yolanda Díaz los mismos rostros del populismo que destruyó sus naciones, las mismas consignas huecas, las mismas políticas ruinosas. Porque no se dejan engañar por promesas de justicia social que sólo encubren redes de poder, corrupción y tiranía. Porque vienen de la miseria socialista y han reconocido en VOX el único bastión que defiende con claridad la propiedad privada, la libertad individual, la seguridad ciudadana y la identidad nacional.

Frente a estos ciudadanos ejemplares que huyen de regímenes opresivos, tenemos la otra cara de la moneda: una inmigración organizada, dirigida y premiada desde el poder, a la que se le ofrece la nacionalidad en tiempo récord y a la que se seduce con ayudas sociales, empadronamientos exprés y promesas de regularización masiva. No es casualidad que el PSOE haya convertido el multiculturalismo en su dogma, ni que el propio Pedro Sánchez se rodee de una amalgama de intereses que van desde el islamismo político hasta el separatismo antiespañol. Necesita crear un nuevo electorado: uno dependiente, agradecido, obediente. Uno que vote sin preguntar, a cambio de paguitas y silencios cómplices.

El PSOE ya no es un partido político: es una máquina de ingeniería social.

Este modelo está diseñado para fracturar a España, para dividir a los españoles y para sustituir a un electorado crítico y exigente por otro que dependa del Estado para sobrevivir. Una estrategia que ya vimos en Venezuela con Chávez y Maduro, que aplicó con entusiasmo el Foro de São Paulo, y que ahora se impone desde Moncloa con la ayuda inestimable de las ONG regadas de millones, los medios subvencionados y una oposición que calla.

Porque el multiculturalismo no es integración, es fragmentación. No es enriquecimiento, es conflicto. La historia reciente de Europa nos lo ha demostrado con creces: cuanto más homogénea es una sociedad en lengua, religión, costumbres y nivel cultural, menos conflictiva resulta. Lo sabíamos en la España de los años 60 y 70, donde la clase media era el eje vertebrador de la sociedad. Donde existía un idioma común, unos valores compartidos, una identidad cultural reconocible. Hoy, tras décadas de ingeniería ideológica, nos encontramos con barrios donde no se habla español, con mezquitas radicales financiadas desde el extranjero, con agresiones, acosos, inseguridad y miedo.

La izquierda ha roto el contrato social. Ha sustituido el mérito por el cupo, el esfuerzo por la subvención, la integración por el privilegio étnico. Y ha alimentado un odio latente hacia España, hacia su historia, su bandera, su cultura, su unidad. Mientras tanto, VOX se convierte en refugio para los que no quieren que España sea una caricatura de lo que fue Venezuela. Se convierte en opción para los que no han olvidado que hay culturas, costumbres y religiones que son incompatibles con Occidente, por mucho que los globalistas nos digan lo contrario.

España no necesita inmigración descontrolada ni multiculturalismo forzoso. Necesita recuperar el sentido común. Necesita cerrar sus fronteras al desorden y abrirlas al talento, al esfuerzo y a quienes vienen a integrarse de verdad, no a imponer su ley tribal o su cosmovisión teocrática.

Es hora de decirlo claro: el problema no es la inmigración, sino quién la promueve, cómo la gestiona y con qué fines. Y en España, el PSOE ha hecho de la inmigración masiva su principal herramienta de poder. Un poder basado en la fragmentación y el enfrentamiento. Un poder que está destruyendo la convivencia, la seguridad y la libertad.

Que tomen nota los que aún dudan. Los venezolanos que votan a VOX ya vivieron el infierno. Los marroquíes que votan al PSOE lo están construyendo. Y nosotros, los españoles de a pie, corremos el riesgo de ser sus víctimas.

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