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Pedro Sánchez y Begoña Gómez elegantemente vestidas posan sonrientes en una alfombra roja frente a un fondo con logotipos de patrocinadores.
OPINIÓN

Estómagos agradecidos del sanchismo: artistas, titiriteros y dinosaurios al rescate

La opinión de Javier García Isac de hoy, miércoles 30 de julio de 2025

Una vez más, y ya van demasiadas, la izquierda cultural subvencionada ha salido en tromba a defender no a España, no a la justicia, no a la democracia, sino al pagador. Pedro Sánchez, acorralado por la corrupción que le rodea, ha activado el viejo resorte del “manifiesto de apoyo” firmado por los titiriteros de siempre. Esos mismos que llevan décadas viviendo a costa del contribuyente, encaramados en sus púlpitos de superioridad moral, y ahora pretenden convencernos de que la corrupción no es tal, sino una invención de “la derecha reaccionaria” y de “una judicatura parcial”.

Miserables con butaca y chequera

Entre los firmantes del último panfleto de obediencia destacan los habituales del pesebre cultural: Pedro Almodóvar, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Ríos, Rosa Montero, Carlos Bardem, Loles León, Pedro Casablanc… todos condecorados con premios, ayudas, subvenciones, galas financiadas por lo público, y siempre listos para apoyar al PSOE cuando la soga judicial aprieta el cuello del poder socialista.

No es nuevo. Siempre que el PSOE ha estado en apuros, los dinosaurios del progresismo han salido en su auxilio: con Felipe, con Zapatero, y ahora con Sánchez. Pero lo de ahora es mucho más grave. No se trata de un simple apoyo político: es la defensa pública de un Gobierno cercado por la corrupción, la degeneración institucional y el clientelismo más descarado.

El manifiesto de la infamia

El texto es un compendio de manipulaciones, medias verdades y ataques burdos contra quienes denuncian la podredumbre del sanchismo. Acusa a “las derechas” de orquestar una supuesta conspiración para “derrocar a un Gobierno legítimo” —como si la corrupción no fuese causa suficiente—, al tiempo que se lanza contra los jueces, los medios de comunicación y la jerarquía de la Iglesia que se atreven a cuestionar la corrupción del régimen.

Con una desvergüenza impropia, el manifiesto se atreve a criticar a “una parte de la Iglesia” por alinear sus mensajes con posiciones conservadoras. ¿Acaso han olvidado estos progres que fue el PSOE el responsable directo de la persecución religiosa más sangrienta del siglo XX en España? ¿Dónde estaban estos firmantes cuando los socialistas asesinaron a casi 7.000 religiosos, quemaron iglesias y persiguieron la fe católica?

Jueces malos, corruptos buenos

Pero si hay algo que retrata la miseria moral del manifiesto es su ataque a los jueces que investigan los casos de corrupción que rodean a Sánchez y su entorno. No se atreven a cuestionar las sentencias que benefician al socialismo —como la escandalosa resolución del Tribunal Constitucional que blanquea el caso de los ERE en Andalucía y borra los delitos de Chaves y Griñán—, pero sí arremeten contra los jueces que aún se atreven a actuar con independencia.

Hablan de “judicialización de la política”, como si investigar delitos fuera una aberración. Y lo peor: intentan justificar la corrupción calificándola de “casos aislados”, como si las mascarillas, los contratos a dedo, los enchufes de prostitutas en empresas públicas y los millones de los fondos europeos desviados a redes clientelares fueran simples anécdotas.

¿“Casos aislados”? Si Sánchez no sabe a quién pone al frente de su Gobierno, si no conocía los manejos de Koldo, Ábalos, Begoña Gómez o Santos Cerdán, entonces no es corrupto: es inútil. Y en cualquier caso, debería marcharse por “culpa in vigilando”.

El chantaje sentimental de siempre

El manifiesto no se queda ahí. Apela al sentimentalismo barato al denunciar supuestas “agresiones a migrantes y sedes de partidos de izquierda”, como si la verdadera violencia no fuera la que sufren los vecinos de Torre Pacheco, Algeciras o cualquier barrio degradado por la inmigración ilegal que el PSOE fomenta y blanquea. Insinúan que estamos ante el regreso del “fascismo”, mientras pactan con los herederos de ETA, se reúnen con narcodictaduras hispanoamericanas y criminalizan a medios de comunicación libres como EDATV o Informa Radio.

Critican a los medios críticos por generar un “clima político irrespirable”, cuando lo que asfixia a España es precisamente la mentira institucionalizada, el uso partidista de la justicia, y el blindaje de la corrupción con propaganda financiada por todos nosotros.

Montilla, Caldera, Garzón... y los cadáveres políticos reciclados

El manifiesto también está firmado por cadáveres políticos reciclados del PSOE y de la extrema izquierda: José Montilla, Jesús Caldera, Manuel Chaves (sí, el de los ERE), Alberto Garzón (el ministro que cerraba negocios en nombre del comunismo mientras vivía como un burgués), y Elena Espinosa. Todos tienen algo en común: vivieron del dinero público y ahora sienten la necesidad de devolver el favor.

Algunos de ellos no firman por convicción, sino por miedo: miedo a perder la subvención, el festival, la gira, el contrato, el premio o la plaza. La cultura oficial, domesticada y obediente, se ha convertido en una extensión del poder político. No crean, repiten. No piensan, obedecen.

No les importa la corrupción. Viven de ella.

Esta es la verdadera clave del manifiesto. No es un gesto noble de defensa de la democracia. Es una declaración de lealtad al régimen que les mantiene. No les importa la corrupción porque viven de ella. No les importa la mentira porque están instalados en ella. No les preocupa la impunidad, porque forma parte de su dieta habitual.

Pedro Almodóvar, que ha recibido millones en subvenciones del ICAA. Víctor Manuel y Ana Belén, eternos abanderados del socialismo de moqueta y butaca reservada. Joan Manuel Serrat, convertido en portavoz poético del PSOE desde los años del felipismo. Todos ellos son parte de la misma maquinaria cultural que durante décadas ha adoctrinado, censurado y manipulado, mientras recibían a cambio premios, contratos y palmaditas en la espalda.

Un manifiesto contra España

Este manifiesto no defiende la democracia. La pisotea. No protege la verdad. La sepulta. No es un acto de valentía. Es un ejercicio de servilismo, de pleitesía, de cobardía moral. No es un alegato por la justicia. Es una burda justificación del saqueo institucional que sufre España bajo el sanchismo.

Cuando los titiriteros firman, el pueblo desconfía. Porque ya no engañan a nadie. Porque su autoridad moral está tan podrida como el partido que ahora intentan salvar.

No hay mayor traición que la de quienes, habiendo recibido tanto de su país, eligen ponerse al lado del corrupto, del embustero y del déspota. Pedro Sánchez no tiene quien le cante un himno. Tiene quien le firme un cheque de obediencia. Y eso, al final, dice mucho más que cualquier manifiesto.

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