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Tres hombres en trajes formales hablando en micrófonos.
OPINIÓN

La rebelión patriótica avanza en Europa, pese a las trampas del sistema

Por Javier García Isac

Los últimos resultados electorales en Portugal, Rumanía y Argentina dibujan una tendencia clara que incomoda profundamente a las élites globalistas: el auge del patriotismo como respuesta al fracaso del consenso progre y de las estructuras que pretenden gobernar sin contar con los pueblos. Lo que está ocurriendo no es casual. Es el fruto de años de hartazgo, de traiciones políticas, de manipulación mediática y de una Unión Europea convertida en el brazo armado del pensamiento único. Sin embargo, por muchas trampas que intenten colocar, por mucho que manipulen resultados, la voluntad nacional y soberana de millones de europeos comienza a abrirse paso.

Portugal: CHEGA crece y el sistema tiembla

En Portugal, la formación liderada por André Ventura, CHEGA, se consolida como tercera fuerza política, muy por encima de las previsiones del sistema. Un partido que se atreve a hablar sin complejos del fracaso de la inmigración masiva, del desastre de las políticas de género, del drama de los agricultores y de la falta de soberanía frente a Bruselas. Mientras los partidos tradicionales siguen repartiéndose el pastel y simulando alternancia, CHEGA crece porque representa la única alternativa real, la única voz que habla el idioma del sentido común.

Los medios portugueses y europeos han intentado durante meses silenciar, ridiculizar o criminalizar a Ventura. No lo han conseguido. Y lo que más molesta no es solo su discurso, sino su conexión con una ciudadanía que empieza a rebelarse frente a las imposiciones ideológicas del marxismo cultural. El crecimiento de CHEGA no es una anécdota: es el síntoma de un cambio de ciclo.

Rumanía: sospechas de pucherazo contra el patriotismo

Lo de Rumanía es todavía más escandaloso. Hace unos meses, el partido AUR (Alianza para la Unión de los Rumanos) ya había conseguido una victoria histórica en unas elecciones que la propia Unión Europea se encargó de anular con la excusa de una supuesta “injerencia rusa”. Traducido: no ganó quien tenía que ganar. No salió el resultado que deseaba Bruselas.

Ahora, tras repetir las elecciones, y después de una campaña de desprestigio y miedo, de presiones a medios y de un recuento plagado de irregularidades, AUR y su líder, George Simion, habrían quedado en segunda posición. Muy conveniente. Muy sospechoso. Especialmente después de que Simion obtuviera en la primera vuelta un 40% de apoyo popular. No hay encuestas ni argumentos que justifiquen este desplome repentino. Lo único que queda claro es que la Unión Europea ha metido la mano hasta el fondo para evitar que un gobierno patriótico tomase el poder en Bucarest.

Pero, incluso con fraude, incluso con el sistema en contra, AUR sigue vivo y fuerte. Y eso es lo que verdaderamente preocupa al sistema.

Argentina: Milei resiste y gana terreno

Y mientras Europa se enfrenta a este pulso, en Argentina también hubo una señal potente este fin de semana. En las elecciones celebradas en la ciudad de Buenos Aires, el candidato de Javier Milei, Adorni, se impuso al aspirante kirchnerista. Una victoria local, sí, pero simbólica. Porque demuestra que, a pesar de las dificultades, de las amenazas internas, de los sabotajes y de las zancadillas de la izquierda, la llama de la libertad sigue viva.

Milei está dando una batalla desigual contra todo el aparato político, judicial, mediático y sindical del kirchnerismo. Y aun así, está ganando posiciones. Lo suyo es una guerra contra una estructura mafiosa incrustada en todos los resortes del Estado. La victoria de Adorni en Buenos Aires es una bocanada de aire fresco en medio de una ofensiva brutal del sistema para desgastar al presidente Milei.

Viento sopla a favor del patriotismo

Lo que une a Portugal, Rumanía y Argentina no son solo unos resultados electorales. Es algo mucho más profundo: es el inicio de un despertar colectivo que dice basta. Basta de progresismo impuesto. Basta de ceder soberanía. Basta de que los pueblos no puedan decidir su destino porque una élite supranacional ha decidido cuál debe ser el camino correcto.

El patriotismo está creciendo. En cada elección, en cada país, en cada gesto. Y aunque las estructuras del sistema intenten manipular, perseguir o anular la voluntad de los ciudadanos, el cambio ya está en marcha. Lo que estamos presenciando es una batalla por la civilización, por la identidad, por la libertad. Y aunque quieran hacernos creer que han ganado, la realidad es que cada vez son más los europeos —y ahora también los latinoamericanos— que ya no se arrodillan ante el poder.

La rebelión ha comenzado.

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