
Begoña Gómez y David Sánchez: la familia del presidente en el banquillo
La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 25 de septiembre de 2025
Lo que hasta hace muy poco parecía impensable, hoy es ya una realidad incontestable: la justicia ha abierto juicio oral contra David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno, junto a varios dirigentes socialistas extremeños como Miguel Ángel Gallardo, y, por si fuera poco, también hemos conocido que Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, se sentará en el banquillo por un delito tan grave como es la malversación de caudales públicos.
Una situación inédita en democracia: el núcleo más íntimo del presidente de Gobierno imputado, procesado y camino de juicio. Es decir, la familia directa de Pedro Sánchez está bajo la lupa judicial por corrupción, y esto no es casualidad ni una persecución —como pretenden hacernos creer desde la maquinaria propagandística del PSOE—, sino la constatación de que la podredumbre ha alcanzado el corazón mismo de la Moncloa.
El colaborador necesario: Pedro Sánchez
Conviene subrayarlo con claridad meridiana: ni Begoña Gómez ni David Sánchez podrían haber desarrollado sus negocios turbios, sus chanchullos y sus privilegios sin el amparo directo, cómplice y necesario de Pedro Sánchez. La figura del “colaborador necesario” en el Código Penal se ajusta a la perfección al presidente del Gobierno.
Porque Begoña no habría conseguido cátedras, contratos, patrocinios o viajes de lujo sin ser la esposa de Pedro Sánchez. Porque David no habría disfrutado de donaciones, palacetes, informes fiscales a medida y un puesto fantasma en Extremadura si no fuese el hermano del presidente. Todo lo que han hecho, todo lo que han conseguido, ha sido gracias al poder que concentra Pedro Sánchez. Él es el epicentro de la trama.
Un gobierno acorralado
Este no es un episodio aislado. Venimos de años de escándalos: el caso Koldo, las mordidas de las mascarillas, las sombras de Ábalos, el papel turbio de Santos Cerdán, las relaciones con Víctor de Aldama, las sospechas sobre la financiación del PSOE a través de Venezuela y el Grupo de Puebla. Ahora, con la familia del presidente en el banquillo, todo adquiere la dimensión de crimen de Estado.
Pedro Sánchez está contra las cuerdas y lo sabe. Por eso se lanza a incendiar la calle, a calentar la movilización social, a hablar de bulos y conspiraciones, a agitar fantasmas de ultraderechas y de golpes imaginarios. Es su forma de desviar la atención, de tapar la corrupción política y familiar que le rodea, de ganar tiempo en una huida hacia adelante que ya parece desesperada.
La impunidad se acaba
Durante demasiado tiempo, el PSOE se ha creído intocable. Han construido un relato de impunidad, blindados por sus medios de comunicación afines, protegidos por un aparato institucional colonizado hasta la médula. Pero los muros de esa fortaleza han empezado a resquebrajarse. Primero fueron los jueces Juan Carlos Peinado y Beatriz Biezma, atacados y criminalizados por el sanchismo por cumplir con su deber. Hoy ya no es solo un magistrado o una juez: es un clamor de la justicia que rodea y asedia al presidente.
Lo que hoy vemos es que no hablamos de sospechas ni de filtraciones: hay juicio oral abierto contra la esposa y contra el hermano de Pedro Sánchez. No es un invento, no es un bulo, es la realidad judicial de España en septiembre de 2025.
Sánchez, fuera del gobierno
Sánchez se sabe acabado. Puede que intente resistir unos meses más, puede que trate de pactar con el mismísimo diablo, puede que siga regalando privilegios a separatistas y etarras para ganar un día más en Moncloa. Pero su tiempo se ha agotado. Lo sabe él, lo sabe su partido y lo sabe la sociedad española.
Morirá matando, como corresponde a un personaje cuya única ideología ha sido siempre su ambición personal. Intentará dejar un país enfrentado, dividido, roto y en llamas como herencia de su mandato. Pero ni la propaganda ni las calles encendidas podrán tapar la evidencia: un presidente con su mujer y su hermano procesados por corrupción no puede seguir ni un minuto más en el Gobierno de España.
Estamos ante una situación de emergencia nacional. No es solo un problema judicial, es un problema político y moral. El Gobierno está cercado por la corrupción y ya no hablamos de segundas filas ni de exministros, hablamos del círculo familiar del propio presidente.
La impunidad debe acabar. La sociedad española no puede tolerar que Moncloa se convierta en refugio de delincuentes de guante blanco. Este gobierno debe caer. Y debe caer ya, antes de que Sánchez, en su huida desesperada, termine de destrozar lo poco que queda en pie de nuestra nación.
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