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Un hombre con expresión pensativa se cubre la boca con la mano, vistiendo un suéter oscuro y con un fondo de colores púrpura y negro.
OPINIÓN

Pablo Iglesias: el vicepresidente tabernero que incita al odio y amenaza periodistas

Por Javier García Isac

La escena es dantesca, aunque cada vez más habitual. Pablo Iglesias, el exvicepresidente del Gobierno de España, exlíder de Podemos, extertuliano y ahora autoproclamado tabernero revolucionario, ha vuelto a mostrar su verdadero rostro: el de un agitador profesional, un odiador sin escrúpulos, que lanza amenazas públicas contra periodistas a los que no puede controlar.

Esta vez el blanco ha sido Vito Quiles, reportero de EDATV, uno de los pocos medios que se atreve a plantar cara al relato oficial y a preguntar lo que muchos callan. La osadía de Quiles ha consistido en desenmascarar la última pantomima de Iglesias: pedir dinero a través de internet para abrir un bar mientras se iba de vacaciones a las playas de Las Landas, en Francia. El macho alfa comunista, ese que predicaba austeridad desde un casoplón con jardín y niñera pagada por todos, quiere ahora montar una especie de “taberna antifascista” con financiación popular. No le basta con haber parasitado la política; ahora quiere vivir del cuento a pie de barra.

Pero lo grave no es la ridiculez de la iniciativa. Lo verdaderamente escandaloso es el mensaje público que Iglesias ha publicado contra Vito Quiles: “Cuida tus micrófonos y cuídate, cerdo fascista”. Una amenaza velada —o más bien explícita— que se suma a la larga lista de exabruptos del fundador de Podemos. ¿Cómo se puede tolerar que un exvicepresidente del Gobierno insulte y amenace a un periodista por hacer su trabajo? ¿Dónde están ahora los adalides de la libertad de prensa? ¿Dónde está Reporteros Sin Fronteras? ¿Dónde está la Fiscalía de Delitos de Odio?

Es obvio: no actuarán. Porque la Fiscalía del Odio no se creó para proteger a todos por igual, sino para perseguir a los disidentes, a los “fachas” —como ellos los llaman—, a quienes no se arrodillan ante el pensamiento único progre. Cuando es Pablo Iglesias el que llama a “cazar fachas”, cuando es él quien justifica agresiones a policías o quien anima a arrebatar micrófonos a periodistas incómodos, entonces todo está permitido. Es uno de los suyos. Tiene bula. Tiene licencia para odiar.

No es la primera vez que Iglesias exhibe esa pulsión violenta, probablemente heredada de su padre, Francisco Iglesias, militante del FRAP —una organización terrorista que asesinó a sangre fría a varios miembros de las fuerzas de seguridad del Estado—. Es el mismo Pablo Iglesias que se emocionó al ver cómo un policía era pateado por la turba, que justificó escraches si eran contra políticos de derechas, y que llegó a decir que “la violencia tiene sentido si es para alcanzar objetivos políticos”.

Este sujeto, que hoy juega a revolucionario desde la comodidad de su retiro, es el mismo que colocó a su pareja sentimental como ministra de Igualdad, que la llevó al Parlamento Europeo como eurodiputada y que ahora la postula como candidata de Podemos a las próximas elecciones. Irene Montero no es otra cosa que el producto del nepotismo podemita, sostenida a dedo por el macho alfa mientras predican feminismo y “empoderamiento”.

Pero volvamos al presente: Pablo Iglesias no es un ciudadano cualquiera. Ha sido uno de los máximos responsables del Gobierno. Ha tenido acceso a información privilegiada, ha dirigido estructuras de poder, y ha contaminado las instituciones con su sectarismo. Y ahora, desde su púlpito tuitero, lanza amenazas contra periodistas que no se pliegan a su dogma. Lo hace impunemente, sabiendo que ningún fiscal moverá un dedo, que ningún medio del sistema lo denunciará, y que incluso habrá quienes lo aplaudan.

Nosotros no vamos a callar. No vamos a mirar hacia otro lado. Porque mientras Iglesias se dedica a acosar a periodistas, EDATV e Informa Radio siguen haciendo lo que muy pocos hacen en España: informar con libertad, preguntar sin miedo, dar voz a los silenciados y enfrentarse al régimen del relato. Por eso les odian. Por eso los atacan. Porque son incómodos. Porque son valientes. Porque no se venden.

La pregunta ahora es clara: ¿hasta cuándo vamos a permitir que este personaje, que ha denigrado los símbolos de la nación, que ha atacado a jueces, que ha blanqueado dictaduras, y que ahora amenaza periodistas, siga teniendo altavoz y relevancia pública? ¿Hasta cuándo soportaremos que la izquierda más violenta e intolerante actúe como si tuviera derecho de pernada sobre todo y sobre todos?

Basta ya. España necesita medios libres, periodistas valientes y ciudadanos que no se dejen engañar por el odio disfrazado de justicia social. Pablo Iglesias ha cruzado demasiadas líneas. Y lo que está en juego no es solo la libertad de prensa, sino la dignidad democrática de una nación.

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