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Grupo de personas armadas posando entre escombros y edificios destruidos en un entorno de guerra en Oviedo
OPINIÓN

Oviedo, ciudad mártir y heroica: una gesta que no debemos olvidar

La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 9 de octubre de 2025

Se cumple un nuevo aniversario de la heroica defensa de la ciudad de Oviedo, 89 años de aquella gesta, y como cada año, la Hermandad de Defensores de Oviedo, fiel a su cita, homenajea y recuerda a los valientes que allí sufrieron y  padecieron. No solo se trata de un homenaje, sino también de una  advertencia y de un compromiso. Allí se recuerda que Oviedo, en el verano de 1936, no fue simplemente una ciudad sitiada en la Guerra Civil. Fue mucho más: fue el símbolo de una España que, acosada, eligió resistir antes que claudicar.

Una ciudad frente a la barbarie

Tras el Alzamiento Nacional, la mayor parte de Asturias quedó en manos del Frente Popular. Sin embargo, bajo el mando del coronel Aranda, Oviedo decidió no entregarse. Apenas 3.000 defensores —militares leales, guardias civiles, estudiantes, falangistas, requetés, sacerdotes y civiles voluntarios— se enfrentaron a más de 30.000 sitiadores armados con artillería y dinamita.

El enemigo creyó que serían días. Fueron meses. Cayeron más de 4.000 proyectiles sobre la ciudad, la catedral de San Salvador fue alcanzada, el teatro Campoamor reducido a cenizas, las calles convertidas en escombros. El hambre obligó a alimentarse de gatos, perros y hierba hervida. Y sin embargo, nadie planteó rendirse.

Fe, valor y martirio

En sótanos derruidos se rezaron rosarios, se celebraron misas y se administraron sacramentos bajo el fuego. Los sacerdotes no abandonaron a su pueblo, muchos de ellos asesinados por odio a la fe. La catedral, dañada, permaneció en pie: metáfora de un alma que no se rendía.

Entre los episodios más sobrecogedores está el del sargento Manuel del Rey Cueto, del Regimiento de Infantería Milán n.º 32. Capturado por el Frente Popular, fue torturado ante su madre: le arrancaron los ojos, le arrancaron la lengua y finalmente fue crucificado, como un mártir cristiano. Cuando las tropas gallegas entraron en Oviedo, aún colgaba de la cruz. Lejos de amedrentar, su sacrificio fortaleció la determinación de la ciudad: Oviedo no se rindió.

Oviedo, ejemplo inmortal

Por su resistencia, Franco otorgó a la capital asturiana en 1938 los títulos de “muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena”. Nunca antes una ciudad acumuló tantas distinciones. Porque Oviedo fue mártir —arrasada y hambrienta—, pero también heroica: inspiró a toda España y demostró que la barbarie puede ser contenida por la fe, el valor y el sacrificio.

La lección de ayer para el presente

Recordar Oviedo no es un ejercicio de nostalgia, es un deber moral. Los enemigos de España cambian de rostro y de métodos, pero no de alma. Ayer fueron dinamiteros y chequistas; hoy son decretos, indultos, corrupción y manipulación de la historia. Entonces buscaban arrasar una ciudad con bombas; hoy pretenden arrasar una nación con mentiras.

La gesta de Oviedo enseña que resistir es posible, incluso cuando todo parece perdido. Que la dignidad de un pueblo vale más que la vida misma. Que la fe, el honor y la memoria son armas más poderosas que cualquier cañón.

Compromiso con la Hermandad y con España

La Hermandad de Defensores de Oviedo mantiene viva esta memoria, que el sistema pretende borrar. Gracias a su labor, sabemos que aquellos hombres, mujeres y niños no murieron en vano: dieron su vida por España. Y ese sacrificio nos obliga a no callar, a no rendirnos y a no aceptar la mentira como destino.

Hoy, como en 1936, la pregunta es la misma: ¿resistiremos?

La respuesta la dio Oviedo con su ejemplo inmortal: sí, resistiremos.

Gloria y honor eterno a los defensores de Oviedo.

¡Viva Asturias! ¡Viva España!

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