
Oviedo, ciudad mártir y heroica. La Gesta de Oviedo. Parte II
La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 10 de octubre de 2025
La lección ovetense exige aplicarse: España atraviesa un momento que en cualquier país serio sería inasumible. Por primera vez, la esposa de un presidente del Gobierno se sentará en el banquillo. Se llama Begoña Gómez: no por rumor o calumnia, sino procesada por malversación, con indicios de haber utilizado poder e influencia de Moncloa como palanca de enriquecimiento y favores. No es asunto privado; es asunto de Estado. Cuando delinque la consorte, lo hace bajo la sombra y la cobertura del presidente: colaborador necesario.
Como ya se escribió, la justicia ha abierto juicio oral contra David Sánchez, hermano del presidente, junto a dirigentes socialistas extremeños, y Begoña Gómez se sentará en el banquillo por malversación. Núcleo íntimo del presidente imputado, procesado y camino de juicio: podredumbre en el corazón de la Moncloa. Nada de persecuciones: hechos. Ni Begoña ni David habrían podido tejer su entramado sin el amparo de Pedro Sánchez. De los Koldo, Ábalos, Santos Cerdán, máscaras de las mascarillas y Víctor de Aldama, a las sospechas de financiación internacional: la dimensión es de crimen de Estado.
Cercado por la justicia, el poder agita la calle, clama bulos, invoca fantasmas. Pero hoy no hay filtraciones: hay juicio oral contra esposa y hermano del presidente. Septiembre de 2025 deja un dato incontestable. Un presidente con su mujer y su hermano procesados no puede seguir ni un minuto más. Es emergencia nacional: problema judicial, político y moral. La impunidad debe terminar: este gobierno debe caer.
La trayectoria de Begoña no arranca en el juzgado: se remonta a inicios turbios, cátedra a medida en la Complutense, asesorías clave, proyectos que terminaban en contratos a empresas amigas y ayudas públicas; el nombre de Carlos Barrabés; viajes como el de San Petersburgo junto a Javier Hidalgo y Víctor de Aldama. Todo ello señalado por los tribunales. Por más que la propaganda intente desacreditar, los autos son contundentes: indicios sólidos de malversación y tráfico de influencias. La pregunta central tiene respuesta obvia: ¿habría podido hacerlo sin la cobertura del presidente? No.
No es sólo la esposa: también el hermano. Oficialmente residía en Elvas para ahorrarse impuestos; en realidad vivía protegido en Moncloa. Informes a medida; explicaciones que no se sostienen ante la juez Biezma. Todo fake: residencia, trabajo, fiscalidad. Detrás, el mismo escudo.
Y está Ábalos: el caso Delcy, el rescate a Air Europa, la trama Koldo, las mordidas y colocaciones. No fue verso suelto: fue sombra y brazo ejecutor del presidente. Cada vez que se rasca, surgen más nombres: Armengol, Marlaska, Bolaños, Illa, Cerdán… Una estructura que funciona como trama.
Mientras tanto, se premia a los violentos. El indulto a los seis de Zaragoza, condenados por agredir brutalmente a simpatizantes de VOX y a policías, envía un mensaje inequívoco: la violencia contra los patriotas obtiene premio. El contraste con la librería Blanquerna es elocuente. En este clima, los violentos son elevados y los patriotas criminalizados.
No basta con la corrupción ni con los indultos: también se profanó la historia. El Valle de los Caídos, monumento a la reconciliación, convertido en campo de venganza. Se sacaron restos para contentar a socios ideológicos y enterrar la memoria de España. Se pretende reescribir el pasado, invertir papeles de verdugos y víctimas. Como en 1936, resistir a los dinamiteros de la memoria.
En paralelo, se ataca a la alternativa patriótica —con defectos y deberes pendientes, pero alternativa—: señalamiento, insulto, persecución, criminalización. Y sin embargo, la respuesta social crece: hartazgo de corrupción, mentiras, inseguridad, inmigración ilegal, paro y crisis moral. La unidad no se negocia; la dignidad no se rinde.
A esto se añaden dos reflexiones: el fracaso de la monarquía y el agotamiento del régimen del 78. De Don Juan —dispuesto a vender territorio por un trono— a Juan Carlos I —escándalos, comisiones, exilio dorado— y a Felipe VI, que pasó de la ilusión a la decepción con la firma de la amnistía en 2024. La Corona, llamada a arbitrar y moderar, ha terminado por inhibirse: de garantía a problema.
El régimen autonómico nacido en 1978, presentado como gran pacto nacional, se convirtió en caballo de Troya: 17 miniestados, privilegios institucionalizados, corrupción multiplicada y un separatismo fortalecido hasta la impunidad. Del CGPJ colonizado en 1985 al 11M como vuelco de régimen; del procés de 2017 a la amnistía de 2024, certificando la muerte del 78. Un Estado rehén de minorías radicales, con un Ejecutivo sostenido por separatistas y filoterroristas. España, descompuesta en lo institucional y lo moral.
La obligación moral es rebelarse contra esta farsa, denunciar el fracaso autonómico y exigir un Estado fuerte y soberano que restituya igualdad y dignidad a todos los españoles, respetando la diversidad regional sin convertirla en fragmentación. Revertir este estado de cosas no es opción: es necesidad vital.
Regreso a Oviedo
Lo que hoy se vive no difiere, en esencia, de lo vivido en 1936: entonces bombas; hoy decretos. Entonces dinamita; hoy corrupción. Entonces 30.000 sitiadores; hoy millones de euros saqueados, instituciones manipuladas y medios comprados. La pregunta es la misma: ¿resistiremos? La respuesta también: sí. El espíritu de Oviedo sigue vivo. Los mártires de ayer son semilla de los resistentes de hoy. España, aunque herida, resucita.
Otoño de 1936: tres meses de cerco, más de 30.000 efectivos del Frente Popular contra apenas 3.000 defensores. La ciudad, destruida; la catedral, alcanzada; el Campoamor, en ruinas; calles cubiertas de escombros; hambre y desesperación. Cargas de dinamita, obuses diarios, francotiradores. Parecía imposible aguantar.
Se resistió en el silencio de madres que entregaban su ración; en sacerdotes que oficiaban en sótanos; en soldados con fusiles viejos y escasa munición que defendían cada callejón. Tres meses de infierno, y al final, liberación. Una victoria moral y espiritual: un pueblo dispuesto al sacrificio no puede ser vencido.
El Frente Popular pretendió doblegar a Oviedo con bombas, dinamita y martirio; la ciudad respondió con fe, valor y sangre. Esa es la herencia: la patria se defiende aunque todo esté en contra. Hoy, sin bombardeos, se padece corrupción, mentira, traición, indultos y falsificación de la memoria, junto a una inmigración ilegal desbordada. La lección es idéntica: resistir.
Esta conmemoración eleva la voz para honrar a quienes dieron la vida por la defensa de la ciudad: Manuel del Rey Cueto, crucificado ante los ojos de su madre; cada soldado, guardia civil, voluntario; cada sacerdote asesinado; madres que enterraron a sus hijos; niños que crecieron en penumbra. Todos ellos son héroes y mártires: legión inmortal de defensores de España.
Tras recorrer la gesta de 1936 y la degradación presente, corresponde mirar de nuevo a Oviedo y su significado. Los defensores no murieron en vano. Sus nombres quizá no figuren en manuales oficiales ni en documentales subvencionados, pero su sacrificio sigue vivo en la memoria de quienes no renuncian a la verdad. No dieron su vida por cálculo ni interés material: la dieron por España. Y eso obliga.
Familias bajo bombas; soldados sin rendición; sacerdotes administrando sacramentos en pleno asedio; niños educados en el estruendo: todos integran una legión de mártires combatientes, que prefirieron morir de pie antes que vivir arrodillados ante la barbarie.
Hoy, 89 años después, su memoria enseña que la vida sólo tiene sentido si se entrega a algo más grande que uno mismo. No hay bombas hoy, pero hay guerra cultural, política y moral: contra la verdad, la familia y la nación. El asedio no se libra en murallas, sino en conciencias, aulas, platós y juzgados. La pregunta es la misma: ¿resistiremos? Oviedo ofrece la respuesta:
— Sí, resistiremos.
— Sí, venceremos aunque parezca imposible.
— Sí, salvaremos España si creemos en ella con la misma fe con que se defendió esta ciudad.
Lo que salva a una nación no son estadísticas ni sondeos, sino la determinación moral de sus hijos. Ese espíritu y temple que sostuvo a Oviedo en 1936 puede sostener a España hoy. Por eso, este texto no concluye con quien lo firma, sino con ellos: los defensores, los héroes anónimos, los mártires que dieron la vida para que hoy pueda celebrarse, libres y orgullosos, su memoria.
A todos ellos, recuerdo, gratitud y homenaje eterno. Que cada piedra de la ciudad, cada campana, cada rincón sea recordatorio de su sacrificio. Al salir a la calle, quede grabado un compromiso: no fallar a quienes no fallaron. Si se resistió bajo bombas, ¿cómo no resistir hoy bajo mentiras? Si hubo hambre y frío, ¿cómo no soportar insultos y persecuciones mediáticas? Si dieron la vida, ¿cómo no entregar voz, voto y lucha diaria?
Ese es el sentido de recordar la gesta de Oviedo: no mirar sólo al pasado, sino preparar presente y futuro. Oviedo, ciudad mártir y victoriosa; símbolo de la España que no se rinde; ejemplo de que fe y honor pueden más que la barbarie. Hoy, 89 años después, se proclama: ¡Gloria eterna a los héroes de Oviedo! ¡Honor y gratitud a sus mártires! ¡Viva Asturias! ¡Viva España!
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