
2 de octubre: cuando la “no violencia” de la ONU se convierte en rendición en España
La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 2 de octubre de 2025
La ONU proclamó el 2 de octubre como Día Internacional de la No Violencia en homenaje a Gandhi. Una fecha que debía servir para recordar el valor de la convivencia y el respeto a la ley. En España, sin embargo, la “no violencia” se ha transformado en cesión permanente al chantaje separatista, en la rendición de un Gobierno dispuesto a entregar la Nación a quienes quieren destruirla.
El 2 de octubre debería ser una jornada de reflexión universal: una fecha que la ONU instituyó en 2007 para recordar el nacimiento de Mahatma Gandhi y la importancia de resolver los conflictos sin recurrir a la violencia. Todo ello, viniendo de la ONU, acepta muchos matices. Sin embargo, en España, este principio ha sido manipulado, vaciado de contenido y convertido en una coartada perfecta para quienes justifican la traición a la Patria bajo el disfraz del diálogo y la concordia.
Pedro Sánchez y su PSOE nos repiten que su política hacia los separatistas es “diálogo”, “paz” y “convivencia”. Pero la realidad es muy distinta: es rendición, es cesión, es entregar la soberanía nacional a cambio de mantenerse en el poder. No se trata de evitar la violencia, se trata de comprar con indultos, amnistías y privilegios el silencio de quienes se levantaron contra España en el 1 de octubre de 2017.
Aquel día no se votó nada. Se intentó romper la unidad de la Nación con urnas de plástico, con colegios convertidos en centros de agitación, con un desafío al orden constitucional. Fue un golpe de Estado. Hoy, siete años después, los responsables de aquel ataque no solo no han sido castigados: gobiernan España. ERC, Junts y Bildu marcan la agenda política. Puigdemont, prófugo de la Justicia, dicta condiciones desde Bruselas, y Sánchez manda emisarios a negociar con él mientras presume de ser “el gobierno más feminista y dialogante de la historia”.
La “no violencia” que nos venden es, en realidad, la excusa para normalizar lo inaceptable: que los enemigos de España decidan sobre el futuro de todos los españoles. Se nos exige callar en nombre de la concordia, aceptar el chantaje en nombre de la paz, y tragarnos la humillación en nombre de la democracia. Lo que Gandhi planteaba como resistencia moral, insisto, con muchos matices, aquí se degrada a complicidad cobarde.
El Partido Popular tampoco puede escapar de su responsabilidad. Con Mariano Rajoy al frente, aplicó un 155 tibio, insuficiente, que se limitó a convocar elecciones sin desarticular las estructuras golpistas. Fue un gesto de “no violencia” que en realidad significó renuncia. Se dejó intacto el aparato separatista, y hoy recogemos las consecuencias: un Estado débil, chantajeado y sin capacidad de reacción.
Incluso el Rey, que tras el golpe del 1-O pronunció un discurso firme y alentador, ha caído en el silencio. Su voz, que debía ser garantía de unidad, se ha desvanecido. Y así, la Corona también aparece como resignada, incapaz de plantar cara a quienes están descomponiendo España.
El 2 de octubre, día internacional de la No Violencia, debería recordarnos que la verdadera paz no es ausencia de conflicto a cualquier precio, sino justicia y defensa del orden legítimo. No hay paz posible si los golpistas dictan la política nacional. No hay concordia si se amnistía a los que desafiaron la unidad de España. No hay convivencia si la mitad de la nación es tratada como súbdita de un gobierno ilegítimo que se apoya en quienes odian nuestra patria.
La violencia no siempre se ejerce con armas: también es violencia someter a un pueblo al chantaje, despojarlo de su soberanía y traicionar las leyes que juraron defender. Esa es la violencia silenciosa que sufrimos en España desde 2017, y que Sánchez ha elevado a sistema de gobierno.
Por eso, hoy 2 de octubre, cuando la ONU nos invita a celebrar la “No Violencia”, debemos recordar que España no necesita rendirse ni callar: necesita valentía para defenderse. La paz auténtica no se construye con cesiones, sino con firmeza. Y si no reaccionamos, el precio será la desintegración de nuestra nación.
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