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Un grupo de manifestantes grita y gesticula frente a un policía antidisturbios que les enfrenta detrás de una valla durante una protesta en la calle
OPINIÓN

Madrid convertida en un campo de batalla: Sánchez y el bochorno internacional

La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 20 de septiembre de 2025

Hace justo una semana, Madrid no fue la capital del deporte ni de la convivencia, fue escenario de una auténtica batalla campal. Familias enteras corriendo despavoridas, niños llorando de miedo, turistas perplejos y una ciudad que, en lugar de mostrar al mundo su cara alegre y abierta, ofreció la imagen de la violencia, la tensión y el odio instigado por la izquierda. Y lo más grave: todo esto fue alentado y permitido por el delegado del Gobierno en Madrid, ya imputado, y por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que no dudaron en jalear a los suyos para boicotear la Vuelta Ciclista a España.

No hablamos de una manifestación espontánea, hablamos de una concentración autorizada por el delegado del Gobierno en el corazón de Madrid, en el mismo día y lugar en que finalizaba un evento deportivo de carácter internacional. ¿De verdad no podían haber fijado otra fecha? ¿De verdad no podían haber buscado otra ubicación? Sí, podían. Pero no quisieron. Y aquí está la clave: lo que sucedió no fue fruto de la casualidad, sino de una estrategia política irresponsable, sucia y calculada.

Violencia con sello de la izquierda radical

Tras esas pancartas y banderas no había solidaridad con el pueblo palestino ni legítimas reivindicaciones. Había odio. Había violencia. Había grupos perfectamente organizados, vinculados a la izquierda más radical, a colectivos abertzales y a antiguos miembros de ETA. Gente que jamás ha condenado la masacre terrorista perpetrada por Hamas en Israel, pero que ahora se rasga las vestiduras para justificar su fanatismo.

No buscan la paz ni la justicia, buscan tensionar la sociedad, crear miedo y, sobre todo, desviar la atención de lo que verdaderamente asola al Gobierno de Sánchez: su corrupción, el saqueo de lo público, la degradación institucional y el hedor insoportable de un PSOE que se pudre a pasos agigantados.

El cálculo electoral de Sánchez

Sánchez y su entorno piensan que, alentando este tipo de movilizaciones, consiguen movilizar a su electorado fanatizado. Piensan que el ruido, el enfrentamiento y el odio les favorece frente a una derecha a la que pretenden presentar como “enemiga del pueblo”. Pero se equivocan. El ciudadano medio, el español que trabaja, que paga impuestos, que quiere vivir en paz, se aleja de esa barbarie y se refugia en opciones políticas que ofrecen orden, firmeza y estabilidad.

Con cada piedra lanzada, con cada contenedor incendiado, con cada insulto coreado, el PSOE y sus socios separatistas y radicales entierran cualquier legitimidad para hablar de democracia o de libertad.

Flaco favor a la causa palestina

Pero hay un aspecto que conviene subrayar: esta violencia hace un daño inmenso a la propia causa palestina. Las legítimas reivindicaciones de un pueblo a ser reconocido como nación quedan sepultadas por el griterío, el vandalismo y la intolerancia de quienes dicen defenderles. La izquierda española, los abertzales y los grupúsculos violentos solo consiguen que gran parte de la sociedad rechace de plano cualquier apoyo a la causa palestina, asociándola injustamente con la barbarie callejera.

El bochorno internacional y la oportunidad para Marruecos

Lo sucedido el domingo ha tenido una consecuencia devastadora: la imagen internacional de España como país organizador de grandes eventos deportivos. La Vuelta Ciclista a España es un escaparate mundial y lo que vimos dio la vuelta al planeta: violencia, caos, inseguridad. Una España incapaz de garantizar la paz en sus calles.

¿Quién se frota las manos? Marruecos. Justo ahora que compite por organizar la final del Mundial de Fútbol de 2030. Justo ahora que consultoras como Acento, del socialista Pepiño Blanco, llevan meses trabajando para que la final se celebre en suelo marroquí. Con escenas como las vividas en Madrid, se lo estamos poniendo en bandeja. Y todo con la complicidad de un Gobierno que, en lugar de defender el prestigio de España, lo dinamita día tras día para salvar sus intereses partidistas.

Sánchez y la izquierda, un peligro para España

Lo sucedido el domingo no fue un error, fue una muestra más de lo que es el sanchismo: irresponsable, sectario, violento y dispuesto a sacrificar la convivencia y la paz social por un puñado de votos. El delegado del Gobierno en Madrid debería dimitir de inmediato. Y Pedro Sánchez debería responder por haber alentado semejante bochorno.

España no merece ser presentada al mundo como un país ingobernable, inseguro y dominado por la violencia de la izquierda radical. Pero mientras Sánchez siga en Moncloa, eso es exactamente lo que somos: un país rehén de la corrupción, del fanatismo y de la violencia.

Javier García Isac

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