
MADRID, 2 de Mayo de 1808
Por Martín-Miguel Rubio Esteban
Hace sólo unos días Madrid era una ciudad maloliente festoneada de basuras generadoras, espontáneas o no, que en esas disquisiciones del origen de la vida no nos vamos a meter, de mosquitos y cínifes que succionaban la sangre de sus vecinos, dejando grandes inflamaciones enrojecidas allá donde atacaran. Las privatizaciones de los servicios más elementales de una urbe convierten en nauseabundos infiernos a las ciudades. Y es que no hay que olvidar que hasta los gusanos que en el infierno torturan a los pecadores, surgen allí, según Santo Tomás de Aquino, a consecuencia de la putrefacción de los pecados. Por eso aseguraba el Aquinate que la aparición de parásitos dañinos para el hombre no sólo puede producirse obedeciendo a la voluntad divina, sino también por las artimañas del diablo y de las fuerzas del mal a él sometidas, y fatalmente relacionadas con frecuencia con las lucrativas privatizaciones de los servicios públicos más básicos, como este de recoger las basuras de, por ejemplo, la Calle Fuencarral que, en otro tiempo, dio muestras de heroísmo patriótico contra los ejércitos de Napoleón, aquellos ejércitos que se habían cubierto de gloria en los mismísimos campos de Austerlitz. Porque, en efecto, hace 213 años el pueblo de Madrid, los majos y majas de Madrid, la majeza del Manzanares, se constituyó en el noble paradigma supremo del patriotismo español. Un patriotismo interclasista, con aristócratas vestidos de palurdo, con sus monteras, garrotes, chaquetas de paño pardo y polainas, y plebeyos con una nobleza que nunca jamás la han tenido los reyes de España, y más fundado en el pueblo que en el elemento militar, que hubiese sido el más propio para representarlo; aunque figuras como los oficiales Luis Daoiz y Pedro Velarde son buen ejemplo de la incorporación del ejército en esta gloriosa empresa que el pueblo de Madrid llevó a cabo los días 2 y 3 de mayo de 1808. La gallarda “Primorosa”, la grande y verdadera generala del pueblo sin pasar por Academia, que nos presenta Galdós en sus Episodios Nacionales, podría simbolizar al pueblo madrileño en toda su honrada bravura. Y llegados hasta aquí preguntaríamos, “¿podría ser la presidenta de patente majeza, Isabel Díaz Ayuso, una Primorosa II?”. Como despistado de nacimiento, nunca he sido yo un buen kardiognôstês, que dirían los griegos y el propio San Lucas, pero me atrevería a afirmar que Isabel Díaz Ayuso tiene el valor y el carácter que tuviese la heroica Primorosa. Otra cosa es la honradez y la bonhomía, de las que sabemos poco en los dos casos. Lo que sí es un rasgo incuestionable del carácter de la gran Ayuso es la soberbia, falta tan común entre nuestros políticos patrios, y ella no debe olvidar que ese pecado capital, ser hyperphíalos, siempre produce la defenestración del grande que lo padece.
Es así que la indefinible Isabel Díaz Ayuso ha convertido la celebración de nuestra heroica efemérides del 2 de Mayo en una fiesta privada en que ella, igual que una reina – no morganática, además: tenga cuidado Dña. Leticia, que le quita el puesto – del Reino de Madrid, invita a quien quiere, como si fuese su fiesta de cumpleaños, o el aniversario x de su relación con su pareja presuntamente malhechora. Que uno recuerde durante los gobiernos de Joaquín Leguina, Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes o Ángel Garrido, la Fiesta del 2 de Mayo era no sólo patriótica, sino abiertamente pública y oficial, y como tal asistían en sitio muy relevante, en las sellae curules, los miembros del gobierno de España, pues que pocas fiestas son tan nacionales como ésta del 2 de Mayo de la que tanto nos tenemos que enorgullecer por el digno comportamiento de nuestros ancestros. Pero aquí Su Majestad la imponderable Reina del Reino de Madrid, con su glamuroso rojo-fenicio-real, invita a quien quiere, que para eso el entrañable Reino de Madrid, con magnífico himno del gran Agustín García Calvo, es suyo y sólo suyo, y es sólo la Reina la que corta el bacalao de acuerdo al protocolo de esta su corte neovalleinclanesca. La gloriosa jornada madrileña del 2 de mayo prefigura la Guerra de la Independencia como una guerra del pueblo sensu stricto, bendito guardián siempre de la dignidad nacional en nuestra patria. El recuento de los muertos producidos por la masacre que perpetraron los franceses es una prueba clara: obreros, criados, vendedores ambulantes, labradores, bajo clero y algunos oficiales, como los heroicos y ya mencionados Daoiz y Velarde. La burguesía, como siempre, veía segura la pelea desde las ventanas de sus casas. El liberal Alcalá Galiano, niño aún en 1808, recuerda que sus padres – respetables burgueses – le prohibieron que fuese a mezclarse con los insurrectos, “porque casi todos eran de las clases ínfimas”. Lo mismo nos dicen el historiador Toreno y el liberal Martínez de la Rosa. España se salvó, una vez más, por la parte más sana de la sociedad, los pobres, libres de la corrupción que impregnaba a las demás. Fue el pueblo llano el verdadero y único héroe de esta Fiesta Nacional que ha convertido en fiesta familiar o de amigos SM la Reina Ayuso.
No hay justificación posible para esto el hecho mismo de que el Gobierno de España, zarandeado siempre por aliados de ocasión, sea un adversario político de Ayuso permanentemente, pues es propio de la democracia la pelea civilizada permanente entre partidos de distinto signo. Pero es una ruindad que en la celebración del glorioso 2 de mayo, en cuya noche, tanto en El Retiro como en La Moncloa, los franceses fusilaron a centenares de hombres y mujeres que defendían con suicida patriotismo la dignidad de España, no pueda asistir el presidente del Gobierno de España ni ninguno de sus ministros. Hoy los políticos en España son un problema. Al fin y al cabo, a la hora de gestionar “las cosas importantes” Ayuso y Sánchez están ideológicamente de acuerdo. Las diferencias ( y odios profesionales ) nacen sólo de una retórica demagógica del teatro de la partidocracia.
En este año de 2025, la Fiesta del 2 de Mayo situará a la Reina Ayuso, pletórica de gozo, bajo un baldaquino empavesado y aclamada sino con salvas de artillería ceremoniosas, con piropos encendidos de flabelíferos o flabelígeros, y toques de tambores jubilosos y voces de cornetas cantarinas. Todas las calles por donde pase tendrán las paredes adornadas con tapicerías, con guirnaldas y con flores de lis de oro del barrio de Chamberí. En todas partes sonará la voz de bronce de las campanas y se tirarán alegres y lejanos cañonazos ayusistas, se cantarán tedeum y se oirán los gritos multitudinarios de ¡Viva la guapa reina Ayuso, que hace que la peinen tan sólo con unos arpegios de flauta sonados sobre sus negros cabellos!
¿Entre los peces también hay reinas y siervos?
Naturalmente que los hay.
Cada partido por un lado celebrando el honor de España, inmarcesible si no fuera por los propios partidos infames.
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