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Javier García Isac
OPINIÓN

Fernando Simón: el rostro amable del engaño y la manipulación durante la pandemia

Por Javier García Isac

Hay personajes cuya relevancia política no se entiende por su competencia ni por su rigor científico, sino por su utilidad propagandística para el régimen. En España, uno de los rostros más siniestros de la pandemia no fue un ministro ni un presidente, sino un aparente "experto" que, con voz temblorosa, sonrisa socarrona y aire de colegial despistado, sirvió fielmente al Gobierno para sembrar miedo, manipular a la opinión pública y justificar políticas represivas. Hablamos, cómo no, de Fernando Simón Soria, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, y marioneta de Pedro Sánchez durante la gestión del COVID-19.

El portavoz del terror: ruedas de prensa y mentiras oficiales

Desde las primeras semanas del 2020, Simón se convirtió en la cara visible del Ministerio de Sanidad, compareciendo a diario ante los medios, en lo que parecían ruedas de prensa científicas, pero no eran más que ejercicios de propaganda y control del relato. El 31 de enero de 2020 ya se confirmaba el primer caso de coronavirus en La Gomera, pero Simón restaba importancia. El 9 de febrero, aseguraba que “España no tendrá más allá de algún caso diagnosticado”. Días después, los hospitales comenzaban a colapsar.

El 8 de marzo, día del infame 8M impulsado por el Gobierno, Simón respaldó la celebración de manifestaciones feministas, declarando que “no había un riesgo significativo de contagio”. Esa afirmación fue deliberadamente falsa. La documentación del Ministerio demuestra que ya tenían informes internos alertando del colapso sanitario y del alto riesgo de transmisión comunitaria. Y pese a ello, se alentó a miles de mujeres a salir a la calle, por intereses ideológicos y partidistas, no por razones de salud pública.

El comité de expertos que nunca existió

Uno de los grandes escándalos silenciados por los medios fue el de los “comités de expertos” que nunca existieron. Durante los momentos más duros del confinamiento, Simón y el entonces ministro Salvador Illa repetían sin cesar que las decisiones del Gobierno se basaban en “criterios científicos avalados por expertos”. Pero cuando varios periodistas solicitaron vía transparencia los nombres de dichos expertos, el Gobierno se negó a entregarlos.

Finalmente, en julio de 2020, el Boletín Oficial del Estado (BOE) reconocía que no existió tal comité independiente, sino que las decisiones las tomaban directamente Simón y el equipo político de Sanidad. Es decir, nos mintieron deliberadamente. Se utilizó la figura del “experto” para revestir de ciencia lo que eran puras decisiones políticas, muchas de ellas arbitrarias, represivas y sin evidencia alguna.

Utilización del miedo como herramienta de control

Simón no solo mintió: fue el instrumento perfecto para inocular miedo en la sociedad. Desde sus comparecencias se lanzaban cifras sin contexto, advertencias apocalípticas y amenazas veladas de nuevos encierros. Se apelaba a la “responsabilidad colectiva” mientras los mismos que imponían normas las incumplían de forma sistemática.

Se prohibían los funerales, pero se permitía el fútbol. Se cerraban los templos, pero se celebraban congresos ideológicos. Se impedía a la población salir a la calle, mientras ellos viajaba en pleno estado de alarma. Todo eso lo sabía Fernando Simón. Y nunca dijo nada. Porque no estaba ahí para decir la verdad, sino para proteger al poder.

El negocio de las mascarillas defectuosas, el caos de las vacunas, los cierres selectivos de comunidades autónomas según el color político, la criminalización de los no vacunados, todo fue orquestado desde un aparato sanitario que actuaba más como un ministerio de propaganda que como una institución científica.

La confesión: “Alguna mentira nos han contado”

El 14 de marzo de 2025, en un coloquio público, Fernando Simón admitía con total desparpajo que “alguna mentira nos han contado, seguro, en esta pandemia”. Lo decía con tono burlón, como quien habla del tiempo. Como si millones de confinados, más de 100.000 muertos según los registros reales, miles de familias arruinadas y una nación traumatizada fueran un simple experimento.

Lo que Simón no dijo es quién mintió. Ni por qué. Ni por qué él, que lo sabía todo, no denunció nada. No dimitió. No pidió perdón. Y lo que es peor: a día de hoy sigue en su puesto, cobrando del Estado, sin rendir cuentas ante nadie.

La infame comparecencia en TVE: militares y censura informativa

Pero el control del relato no se limitó a Simón. El 22 de abril de 2020, en una comparecencia retransmitida por TVE, un alto mando de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, declaró ante las cámaras que una de sus labores era “minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno”. Es decir: reprimir la crítica política desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

A su lado, comparecían uniformados altos mandos del Ejército y otros cuerpos policiales. Fue una imagen más propia de una dictadura bananera que de una democracia europea. Por primera vez desde la Transición, se reconocía públicamente que las Fuerzas de Seguridad estaban siendo usadas para controlar la información y silenciar la disidencia.

Este hecho provocó una tímida reacción en algunos medios, pero ni Simón ni Illa ni Sánchez condenaron las palabras del general. Todo lo contrario: el Gobierno las amparó y las justificó. Se inició así la llamada “policía del pensamiento”, con censura en redes sociales, bloqueos de perfiles críticos y la amenaza de multas y detenciones por compartir “bulos”, aunque muchos de ellos acabaran siendo verdades.

Un peón útil del sanchismo aún en activo

Fernando Simón nunca fue un experto independiente. Fue un peón al servicio del poder, cuya función era dotar de legitimidad científica a decisiones políticas y de ingeniería social. Mintió, manipuló, ocultó y sembró el pánico, con una sonrisa forzada y una bata blanca que nunca sirvió a la medicina, sino a los intereses de un régimen que se aprovechó del dolor y el miedo.

Hoy, mientras muchos españoles siguen pagando las consecuencias psicológicas, sociales y económicas de aquella etapa, Simón sigue en su puesto, protegido por un Gobierno que lo utiliza cuando le conviene y lo esconde cuando molesta. Ni una investigación, ni una destitución, ni una comisión parlamentaria para esclarecer su responsabilidad.

Porque en España, bajo el sanchismo, la mentira no se castiga, se premia. Y el miedo no se combate, se administra.

Javier García Isac

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