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Hombre con traje azul entrando por una puerta de madera con cristales en un edificio elegante
OPINIÓN

Las plagas del sanchismo

opinión por Antonio Sánchez Sánchez

La llegada al poder de Pedro Sánchez, y más especialmente durante estos últimos años de radicalización socialista rancia y decimonónica que nuestro Presidente abandera, parece que haya provocado que España este siendo castigada como lo fue el Egipto bíblico, con una serie de enormes catástrofes con las que bien podríamos establecer semejanzas analógicas a aquellas terribles plagas que asolaron también un reino y a sus gentes como consecuencia de un ignominioso ejercicio de poder tiránico y opresor y que tuvo como derivada necesaria el sufrimiento, la miseria, la muerte y la destrucción de un pueblo que hastiado soportaba el castigo de Dios por culpa de su caudillo.

Nuestras plagas empezaron a finales del 19 con el COVID donde el gobierno del PSOE-PODEMOS, tras aproximadamente dos años de sometimiento, aplicación imperativa de todo tipo de restricciones y suspensión inconstitucionales de derechos y libertades, consiguieron colocar a España como uno de los países del mundo donde el impacto sanitario, económico y social fue más severo con la población, en lo que pasará a la historia como otro aberrante logro de Pedro Sánchez y donde su círculo más íntimo no perdió instante para enriquecerse mediante todo tipo de negocios presuntamente corruptos que ahora se hayan subyúdice y cuyas sentencias esperamos los españoles con ansiedad.

En aquel entonces y sin habernos podido deshacer aún de las odiosas mascarillas, la segunda plaga golpeó severamente en el 21, donde la sangre incandescente de la madre tierra vertió torrenteras inacabables de lava hirviente sobre la población de la isla de La Palma arrasando todo lo que a su paso descubría, enterrado bajo metros de cenizas negruzcas humeantes las ilusiones y proyectos de vida de sus vecinos, quienes perdieron todos sus bienes, modos de vida y capacidad de sustento familiar. Aquellas familias que lo perdieron todo aún siguen a día de hoy malviviendo en contenedores desamparados y olvidados por el Estado.

Después en el 24 vino la tercera plaga, no menos dura que las anteriores, pero esta no fue causada por fuego, sino por agua. Unas extrañas formaciones tormentosas estáticas que permanecieron sobre las estribaciones montañosas de la Comunidad Valenciana y Albacete arrojaron con inusitada violencia una cantidad de precipitaciones que no fueron debidamente vigiladas por las autoridades competentes y que fluyeron incontenibles hacia el mar arrasando con decenas de pueblos que quedaron sumergidos en metros de agua y lodo segando la vida de centenares de personas. En este caso, el gobierno de Pedro Sánchez, ahora en coalición con SUMAR, volvió a dejar  abandonados a su suerte a los valencianos quienes, por otra parte, recibieron la fuerza y el cariño de todo el pueblo español que se volcó con ellos en aquellas primeras semanas donde un infierno de lodo apagó las ilusiones esta vez de miles. Pedro Sánchez fue expulsado abruptamente por los vecinos de Paiporta que no soportaron el cinismo y la hipocresía de un Presidente que fue a echarse una foto habiéndolos insultado con aquel tristemente famoso “Si necesitan ayuda que la pidan”, y mientras se sacaban a diario decenas de fallecidos del frío barro.

Por último (de momento), en este verano del 25, otra plaga por fuego azota la piel de toro. Una serie de interminables fuegos forestales asolan todo el oeste peninsular de norte a sur. Pueblos enteros están siendo devorados por las llamas en entornos rurales donde por sus especiales características y junto con una ofensiva imparable de políticas ideológicas que no tienen otro fin sino el de acabar con el sector primario en España, se hace ahora verdaderamente complicada la continuidad de su pervivencia para más desdicha de sus habitantes.

De nuevo la implementación de políticas absolutamente ideologizadas carentes de sustento científico y soporte empírico que impiden limpiar de rastrojos y maleza en los montes creando un sustrato seco altamente inflamable, de la misma forma en que sucedió en la DANA ante la prohibición legal de limpiar los cauces y que convirtieron en proyectiles letales la acumulación de residuos naturales, ahora han contribuido de manera cómplice y de cooperación necesaria para crear un iter ígneo en la proliferación del fuego que mientras se escribe este artículo arrasa media España, cuya acción se ha cobrado varias vidas y un inconmensurable coste ecológico. El fuego sigue ardiendo por la acción de la maldad de elementos que no podremos clasificar como humanos, ya que quien es capaz de realizar tales acciones no son merecedores de tal consideración, son recipientes vacíos carentes de un alma que vendieron al diablo por intereses espurios. Ya veremos que abyecto saldo arroja la plaga en curso cuando ésta termine.

Llevamos cuatro plagas, pero la deriva manifiestamente dolosa de los controvertidos e infames objetivos de desarrollo sostenible de una agenda 2030, que bajo epígrafes incontestables se desvela diabólica e inhumana tras un somero análisis de sus efectos en la vida real, nos lleva a adivinar que no serán las últimas. Todas estas plagas están directamente vinculadas a la acción política del gobierno de Pedro Sánchez, a su falacia, en su ignominia. En él se dibuja aquel rey egipcio que también arrasó una nación y a sus súbditos por no ceder a la evidencia y renunciar al sometimiento infame de un pueblo, que como ahora, ya está harto de su gobernante, clama por su evaporación y que ya es consciente de que el Estado no lo va a proteger, no va a velar por ellos en momentos de calamidad, no va a mediar en sus penurias. Por esto, ya vemos como el pueblo se empieza a organizar para salvarse a sí mismo: “El pueblo salva al pueblo”.

Ya nadie espera nada de Pedro Sánchez y su ejército de parásitos, rémoras, focas aplaudidoras y forzadas plañideras. El pueblo español ya está despertando, pero hay que ser conscientes de que más plagas están por llegar de la mano de este gobernante que, aunque consumiéndose en vida como pone de manifiesto su degradación física y mental, no está dispuesto a dejar el poder bajo ningún concepto y a continuar en la poltrona a costa de lo que sea, tal y como establece el manual del buen dictador.

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