
José Calvo Sotelo: el crimen impune, la memoria traicionada 5/5
Javier García Isac
Casi noventa años después del asesinato de José Calvo Sotelo, España sigue arrastrando las cadenas de su pasado no resuelto. Este serial de artículos publicados en EDATV.News, no son una simple biografía, ni una recopilación de discursos ni una efeméride conmemorativa. Es un acto de justicia. Una voz alta, clara y firme que reclama la memoria silenciada de un hombre que fue asesinado por pensar, por hablar y por amar a España más que a su propia vida. Porque José Calvo Sotelo no murió por casualidad: fue asesinado por el odio de una izquierda que ya había declarado la guerra a la nación española mucho antes de que se produjera el alzamiento del 18 de julio. Y fue asesinado con el poder en la mano, desde dentro del Estado. Fue un crimen de Estado, planificado, anunciado, celebrado y nunca condenado.
Aquel crimen tuvo responsables con nombre y apellidos. Y no, no fueron simples pistoleros ni individuos aislados. Fue el Partido Socialista Obrero Español, parte medular del Frente Popular, el que promovió desde la tribuna, con nombres como Indalecio Prieto y Largo Caballero, el clima de odio, las amenazas explícitas y la destrucción sistemática de todo aquel que se opusiera a su proyecto revolucionario. El PSOE fue, sin ambages, cómplice intelectual, matetial y moral del crimen de Calvo Sotelo. Y ese crimen no ha prescrito. No mientras su memoria siga siendo pisoteada, su busto siga ausente del Congreso y sus ideas sigan siendo vilipendiadas por los mismos que alentaron el tiro en la nuca aquel 13 de julio de 1936.
Hoy, en pleno siglo XXI, España vuelve a estar gobernada por ese mismo PSOE. El mismo que nunca pidió perdón. El mismo que ha borrado a Calvo Sotelo del relato oficial. El mismo que subvenciona leyes de “memoria democrática” para honrar a criminales y traidores, mientras oculta, silencia y desprecia a héroes como Calvo Sotelo. Porque en el Congreso de los Diputados no hay ni una placa, ni un retrato, ni un rincón donde se rinda homenaje al diputado asesinado por sus ideas. Sin embargo, sí hay un busto de Indalecio Prieto, el que lo señaló, el que lo difamó, el que aplaudió su eliminación, el autor intelectual de su crimen.
En España se rinde homenaje a quienes justifican crímenes políticos. Y posiblemente, el crimen de Calvo Sotelo, fue el más grave de nuestra historia contemporánea. Aquel Congreso, cobarde y desmemoriado, donde Calvo Sotelo fue amenazado de muerte en varias ocasiones sin que nadie interviniera, le debe algo más que un silencio incómodo. Le debe un homenaje, una reparación, una placa, una jornada oficial de memoria. Le debe verdad, justicia y dignidad.
Porque José Calvo Sotelo no fue un político más. Fue el último gran tribuno del patriotismo español, el símbolo de una España que no se rendía. Fue el defensor del orden frente al caos, de la fe frente a la blasfemia, de la soberanía frente al entreguismo. Su voz resonó en los hemiciclos con una elocuencia moral que hoy es impensable. Y por eso lo mataron.
Su crimen fue el detonante inmediato de la Guerra Civil. No fue un hecho aislado, ni una reacción en caliente. Fue la gota de sangre que desbordó el vaso de la paciencia nacional. Aquel asesinato dejó claro que la legalidad republicana estaba podrida, que el Estado se había convertido en una banda y que los que prometían libertad sólo ofrecían muerte.
Y hoy, casi un siglo después, la historia se repite. La izquierda sigue apelando a la crispación, señalando enemigos, amenazando, ocupando instituciones, despreciando la ley y premiando a los que siembran odio. Y nuevamente, es el PSOE quien lidera esa deriva. Por eso, estas lineas no es sólo una mirada al pasado, sino una advertencia para el presente: las amenazas de la izquierda no son retórica vacía. Cuando amenazan, cumplen. Calvo Sotelo fue asesinado días después de que dijeran que su vida valía menos que la de un guardia de asalto. ¿Nos vamos a permitir el lujo de no tomarlos en serio hoy?
Reivindicar a Calvo Sotelo es un deber moral y político. No se trata sólo de recordar, sino de actuar. De exigir al Congreso de los Diputados que restituya su memoria. De exigir al PSOE que pida perdón públicamente. De reclamar que su nombre vuelva a los libros, a las calles, a las tribunas. Porque no hay reconciliación posible mientras se ensalce a los verdugos y se olvide a las víctimas.
Calvo Sotelo pertenece a la España eterna. La que no se rinde. La que no se vende. La que no claudica. Fue mártir, fue héroe, fue estadista. Y su legado nos interpela hoy más que nunca.
No podemos seguir callando.
No podemos seguir consintiendo.
No podemos seguir traicionando su memoria.
El Congreso de los Diputados le debe un homenaje.
España le debe la gratitud de un pueblo libre.
Y nosotros, los que aún creemos en la nación, la justicia y la verdad, le debemos la promesa de no olvidar nunca.
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