
José Calvo Sotelo y su círculo intelectual: renovación española 1/5
Por Javier García Isac
En los años más oscuros y turbulentos de la historia contemporánea de España, cuando la República se hundía en el caos revolucionario, el sectarismo anticristiano y la descomposición institucional, emergió una figura que no solo ofrecía un discurso alternativo al marxismo dominante y al republicanismo fracasado, sino que encarnaba una esperanza de restauración nacional, moral y espiritual: José Calvo Sotelo. En torno a su figura se fue articulando un pensamiento contrarrevolucionario, profundamente enraizado en la historia de España, en la tradición católica y en el sentido de autoridad y orden. Un pensamiento que no brota en el vacío, sino que se nutre del contacto fecundo con algunos de los más lúcidos intelectuales, juristas y aristócratas de su tiempo.
Calvo Sotelo no fue un político al uso. Fue, ante todo, un patriota con visión de Estado, y por eso, entendió pronto que no bastaba con resistir a la barbarie revolucionaria: había que ofrecer una alternativa sólida, moralmente superior y políticamente viable. Esa alternativa fue Renovación Española, un partido que no se limitaba a una opción parlamentaria, sino que aspiraba a vertebrar un proyecto nacional frente a la disgregación, la traición y el caos. Y en esa tarea, Calvo Sotelo se rodeó de hombres de pensamiento, de pluma y de acción. A continuación, repasamos a los principales referentes que influyeron y caminaron a su lado.
Ramiro de Maeztu: el alma de la Hispanidad
Ramiro de Maeztu fue, sin duda, el gran faro intelectual del patriotismo español de entreguerras. Su obra Defensa de la Hispanidad representó un manifiesto de regeneración espiritual frente al materialismo moderno, el relativismo moral y el nihilismo marxista. Maeztu y Calvo Sotelo coincidían no sólo en el análisis, sino en el diagnóstico y en el antídoto: España debía volver a sus raíces, a su misión histórica, a su fe católica, a su unidad y a su orden natural.
Maeztu, aunque más identificado con Acción Española, mantenía una intensa relación con Calvo Sotelo, a quien veía como la gran esperanza política del pensamiento nacional. Ambos compartían la necesidad de reivindicar el legado imperial español, el sentido providencial de nuestra historia y la urgencia de formar una élite política, intelectual y moral que sustituyera a las castas corruptas de la República. El asesinato de Maeztu en 1936, apenas meses después del de Calvo Sotelo, sellaría con sangre ese compromiso compartido con España.
Antonio Goicoechea: tradición, derecho y autoridad
Antonio Goicoechea fue uno de los grandes juristas y políticos del tradicionalismo español. Exministro con Alfonso XIII, y hombre de confianza de Don Jaime en el carlismo, Goicoechea representa la síntesis del derecho histórico español y del pensamiento político tradicionalista. Su relación con Calvo Sotelo fue estrechísima. Juntos fundaron Renovación Española en 1933, poco después del fracaso del gobierno de Azaña y del endurecimiento del discurso izquierdista. Goicoechea aportaba el saber jurídico, la legitimidad histórica y el vínculo con sectores del carlismo y del Ejército, esenciales en un momento en que el orden republicano se descomponía por momentos.
Calvo Sotelo confiaba plenamente en Goicoechea, y supo ver en él la columna vertebral de una alianza entre el mundo tradicionalista, monárquico y militar. Aunque más moderado que Calvo Sotelo en algunos aspectos, Goicoechea nunca le falló. De hecho, tras el asesinato del líder de Renovación Española, sería él quien daría continuidad a la causa y ejercería un papel de enlace entre los monárquicos y los sectores militares que, semanas después, se alzarían en defensa de España.
José María Pemán: la pluma del alma nacional
Pemán no fue nunca miembro formal de ningún partido, pero sí un referente moral y estético del nacionalismo español. Desde sus tribunas en la prensa y sus obras de teatro, Pemán insuflaba poesía, emoción y verdad a las ideas que Calvo Sotelo defendía en el Congreso y en las plazas. Ambos hombres compartían una visión romántica y espiritual de España. Pemán entendía que sin fe no hay patria, sin belleza no hay unidad, sin verdad no hay autoridad.
Calvo Sotelo, que admiraba profundamente la obra de Pemán, solía citarlo en discursos y artículos. Fue Pemán, además, quien mejor entendió que la batalla política del siglo XX era también una batalla cultural, y que frente al griterío de las masas, la derecha debía responder con ideas claras, principios firmes y palabras bellas. Su apoyo a Renovación Española fue más literario que político, pero no por ello menos valioso.
Alfonso García Valdecasas: corporativismo y Estado fuerte
Intelectual profundo, jurista brillante, Valdecasas fue un teórico del Estado fuerte, del corporativismo católico como vía intermedia entre el liberalismo burgués y el socialismo revolucionario. Si bien acabó vinculado a Falange en su última etapa, su pensamiento fue clave en los círculos fundacionales de Renovación Española. Valdecasas aportaba una visión técnica y doctrinal del Estado moderno, que Calvo Sotelo supo aprovechar.
Ambos creían que la democracia liberal había fracasado y que era necesario reconstruir la representación política sobre bases orgánicas, gremiales, culturales y profesionales. Valdecasas veía en Calvo Sotelo una rara combinación de estadista y doctrinario, y si bien sus caminos políticos se bifurcaron, la influencia mutua fue patente en los primeros años del proyecto.
El Marqués de Quintanar: legitimismo y aristocracia al servicio de la nación
La política no es sólo masas y votos. Es también tradición, legitimidad y élite. El Marqués de Quintanar representaba ese mundo aristocrático y legitimista que, aunque minoritario, jugó un papel esencial en la vertebración de Renovación Española. Quintanar ejercía de puente entre la nobleza, la Iglesia y el proyecto de Calvo Sotelo, facilitando encuentros, respaldos económicos y conexiones con el carlismo más integrista.
Calvo Sotelo sabía que, para consolidar un movimiento verdaderamente nacional, era necesario recuperar el espíritu de la nobleza española, aquella que sirvió a la monarquía hispánica, a la fe y al bien común. Quintanar no era un ideólogo, pero era un símbolo. Su presencia daba raigambre, honor y sentido histórico al proyecto, y su amistad con Calvo Sotelo fue clave para asegurar que Renovación Española no fuera solo un partido más, sino un movimiento con raíces y altura.
La fundación de Renovación Española: orden frente a caos
Renovación Española nace oficialmente en enero de 1933, como respuesta a la radicalización de la izquierda republicana y al colapso de las instituciones. Su objetivo era claro: restaurar la monarquía tradicional, el orden social y la unidad de España, frente a los separatismos, el socialismo y el anticlericalismo. El discurso fundacional de Calvo Sotelo dejaba claro que no se trataba de volver al pasado, sino de reconstruir España desde sus esencias eternas: la fe, la patria, la justicia y la autoridad.
Desde su escaño en las Cortes de la II República, a donde fue elegido diputado por primera vez en 1933, Calvo Sotelo se convirtió en la voz más firme y valiente frente a la revolución de Octubre de 1934, frente al Estatuto catalán, y frente a la deriva sectaria del Frente Popular. Su oratoria electrizaba, sus denuncias incomodaban, y su compromiso con España era tan profundo que terminaría pagándolo con su vida.
La España que quiso salvar Calvo Sotelo
A José Calvo Sotelo no lo mataron solo por ser un político de la derecha social. Lo asesinaron porque era un símbolo, porque representaba una España que no se resignaba, una España que no quería ser soviética ni masónica, una España que creía en Dios, en el Rey, en la Patria, en el Derecho y en la Justicia.
Su relación con hombres como Maeztu, Goicoechea, Pemán, Valdecasas o el Marqués de Quintanar, demuestra que el patriotismo español no fue una ocurrencia de última hora, sino el resultado de una confluencia de pensamiento, tradición, talento y coraje, en el momento más decisivo de nuestra historia. Ellos quisieron salvar España del abismo. Y lo hicieron a costa de su reputación, de su tranquilidad… y algunos, de su propia vida.
Hoy, noventa años después de aquel crimen de Estado, recordar a Calvo Sotelo y a su círculo no es solo un ejercicio de memoria: es un acto de justicia, de resistencia y de afirmación nacional. Porque España, como entonces, sigue necesitando hombres de fe, de inteligencia y de valor. Y porque frente al caos, el deber moral de los patriotas es levantar la bandera de la verdad, del orden y de la historia. Como hizo Calvo Sotelo. Como debemos hacer nosotros.
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