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Hombre de traje hablando apasionadamente en un escenario frente a un micrófono antiguo mientras otras personas lo observan
OPINIÓN

José Calvo Sotelo: ideario y militancia desde su regreso al Parlamento (1933-1936) 3/5

Por Javier García Isac

La voz de la nación en medio del caos republicano.

En tiempos de confusión moral, descomposición institucional y violencia impune, la voz de José Calvo Sotelo irrumpió en el Parlamento español como una de las pocas referencias claras, firmes y coherentes del campo patriótico. A partir de su elección como diputado por Renovación Española en noviembre de 1933, su figura se convirtió en el eje intelectual y político de la oposición al Frente Popular, a la deriva revolucionaria del sistema republicano y a la progresiva disolución del Estado. En una España fragmentada por los odios y por la acción destructiva de las izquierdas, Calvo Sotelo se erigió como la conciencia nacional de la derecha auténtica, no de una derecha acomodaticia o electoralista, sino de una derecha doctrinal, vertebrada, con principios y con coraje.

1933: regreso a la vida política activa

Tras su exilio voluntario en Portugal desde 1931, y después de un breve paso por la vida empresarial, José Calvo Sotelo regresó a España en 1933, convencido de que el experimento republicano estaba condenado a la ruina moral y política. Las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933 supusieron una derrota para la izquierda y la llegada al poder de una mayoría de centro-derecha encabezada por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de José María Gil-Robles.

Pero Calvo Sotelo no se integró en la CEDA, cuya tibieza y orientación democrática cristiana consideraba insuficientes. Desde el primer momento, entendió que la regeneración nacional  no podía venir de un centrismo cobarde, sino de una revolución nacional desde arriba, inspirada en el orden, el patriotismo, la autoridad y el principio de jerarquía.

En esas elecciones fue elegido diputado por Orense, encabezando las listas de Renovación Española, el partido que fundaría formalmente en 1934, pero que ya en 1933 funcionaba como plataforma de los monárquicos y patriotas conscientes del desastre que la II República traía a España.

Renovación Española: la política con mayúsculas

Renovación Española fue más que un partido: fue una escuela de pensamiento, un instrumento de combate y una reserva moral de la nación. Con figuras como Antonio Goicoechea, el marqués de Quintanar, Eugenio Vegas Latapié, Pedro Sainz Rodríguez o José Félix de Lequerica, el partido aglutinó a carlistas, tradicionalistas, monárquicos alfonsinos, antiguos mauristas y jóvenes patriotas que no se resignaban a ver morir a España bajo el consenso republicano.

La intención de Calvo Sotelo no era volver a la Restauración, sino superarla desde un modelo autoritario, moderno y corporativo, al estilo de Salazar en Portugal o de ciertos elementos del fascismo italiano, aunque sin renunciar a las raíces hispánicas ni a la identidad católica del Estado.

El ideario de Renovación Española se centraba en:

● La defensa inquebrantable de la unidad de España y su soberanía frente a los separatismos y al marxismo.

● La reivindicación del catolicismo como fundamento moral del orden político.

● La restauración de una Monarquía autoritaria y tradicional, no liberal ni parlamentaria.

● La implantación de un Estado corporativo que sustituyera el sistema de partidos y eliminara la lucha de clases.

● Una política económica orientada a la justicia social dentro del orden, y no al caos colectivista ni al capitalismo especulativo.

Actividad parlamentaria: una voz que despertaba conciencias

Desde su escaño, Calvo Sotelo se convirtió en el azote del Gobierno, de los socialistas, de los separatistas y de los tibios. Sus intervenciones parlamentarias, recogidas en el Diario de Sesiones de las Cortes, destacan por su claridad, su rigor doctrinal y su valentía. Nunca midió palabras  ni se sometió al lenguaje ambiguo del centrismo. Denunciaba con nombres y apellidos, fechas y datos, el desmoronamiento de la nación.

En su intervención del 6 de junio de 1935, afirmó:

“A España no la va a salvar una mayoría parlamentaria. A España la salvará un Estado fuerte, una autoridad legítima y un pueblo despierto.”

El 16 de junio de 1935 volvió a señalar el riesgo de permitir que las instituciones democráticas fueran utilizadas para subvertir el propio sistema:

Es imposible que una nación sobreviva cuando sus instituciones son puestas al servicio de los que quieren destruirla.

Calvo Sotelo fue uno de los  primeros en denunciar la complicidad del PSOE con la revolución de octubre de 1934, que dejó un reguero de muertos, iglesias quemadas y ciudades asaltadas, especialmente en Asturias. Cuando la CEDA pedía moderación y diálogo, Calvo Sotelo pedía justicia y autoridad.

También fue claro respecto a la amenaza separatista: denunció los excesos del Estatuto de Autonomía de Cataluña y la actitud de Lluis Companys, presidente de la Generalidad, al que acusó en varias ocasiones de “deslealtad sistemática al Estado”. En febrero de 1936, advirtió que permitir que Companys regresara al poder tras la amnistía supondría “abrir la puerta a la desintegración de la patria”.

Frente al Frente Popular: una alternativa nacional

Las elecciones del 16 de febrero de 1936 trajeron consigo la llegada del Frente Popular, una alianza de socialistas, comunistas, anarquistas, separatistas y republicanos radicales. Aquella victoria, basada en la coacción, el fraude y el miedo, fue la antesala del caos absoluto. El Parlamento fue ocupado por diputados que poco o nada creían en la nación. Desde entonces, la tribuna fue utilizada para justificar asesinatos, asaltos a iglesias, incautaciones y atropellos, mientras la oposición patriótica era sistemáticamente silenciada.

Frente a ese panorama, Calvo Sotelo se mantuvo firme como líder de la minoría patriótica, una minoría que reunía a Renovación Española, a los tradicionalistas carlistas y a parte de la CEDA más derechista. Su papel fue esencial en la creación de un bloque nacionalista  y contrarrevolucionario que se oponía al entreguismo de la derecha colaboracionista.

El 15 de abril de 1936, en uno de sus discursos más memorables, afirmó:

Esta República no es la patria, ni es el Estado, ni es la libertad. Esta República es la antesala del desorden, del crimen y de la disolución. España merece otro destino.

Y en mayo de ese mismo año, fue aún más claro:

El socialismo no es una idea. Es una secta. Una secta que odia a España, que persigue a los católicos y que vive del resentimiento. Frente a eso, se necesita una reacción nacional que salve la civilización cristiana.

Una conciencia nacional en tiempos de claudicación

Entre 1933 y 1936, José Calvo Sotelo fue mucho más que un diputado. Fue un intelectual en el sentido más elevado del término: un hombre que pensaba con principios, hablaba con claridad y actuaba con responsabilidad histórica. Mientras otros buscaban pactos, él construía un ideario, una doctrina, una alternativa.

No pretendía simplemente ganar elecciones ni ocupar cargos. Pretendía transformar España  desde su raíz: desde lo moral, lo político y lo social. Su figura incomodaba a los revolucionarios, pero también a los conservadores de salón que hablaban de orden mientras pactaban con quienes querían destruirlo.

Frente a la revolución que lo devoraba todo, Calvo Sotelo ofrecía una contrarrevolución nacional, católica y española. Su ideario no nació de la nostalgia, sino del análisis riguroso de una España en ruinas. No ofrecía discursos vacíos, sino una propuesta de regeneración.

Un ideario vivo, una España posible

Quienes hoy hablan de moderación, de consenso y de reconciliación, deberían estudiar los discursos de Calvo Sotelo entre 1933 y 1936. Porque en ellos hay más lucidez, más patriotismo y más visión de futuro que en todo el parlamentarismo posmoderno que sufrimos. Su ideario es incómodo para los demócratas sin principiosy para los progresistas sin patria. Pero es esencial para comprender lo que España pudo ser y no fue.

Aquel diputado no hablaba para sobrevivir en la política. Hablaba para salvar a España. Y por eso su voz, aún hoy, sigue resonando con fuerza en quienes no se resignan a ver cómo la patria se disuelve entre el sectarismo, la cobardía y la traición.

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