
La izquierda, el aborto y la manipulación: cuando la vida se convierte en mercancía ideológica
La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 16 de octubre de 2025
No hay cortina de humo más recurrente para la izquierda que el aborto. Cuando la corrupción les cerca, cuando los jueces avanzan, cuando los presupuestos se tambalean o cuando las encuestas anuncian desastre, el PSOE y sus aliados recurren al viejo manual de agitación y propaganda: polarizar con el aborto, el feminismo radical o la memoria histórica. Es el tridente ideológico con el que el socialismo español intenta tapar sus vergüenzas, sus escándalos y su ruina moral.
Esta vez, la polémica se ha encendido por una propuesta de VOX en el Ayuntamiento de Madrid, que plantea algo tan elemental, tan humano y tan sensato como que una mujer, antes de abortar, reciba información sobre las posibles consecuencias físicas y psicológicas que puede sufrir tras la intervención, y que tenga la posibilidad de escuchar el latido del corazón del hijo que lleva dentro. Es decir, que sepa lo que va a hacer antes de hacerlo, que tenga todos los datos, que sea consciente de que no se trata de una “interrupción del embarazo”, sino de terminar con una vida.
Y ahí es cuando se desata la furia de la izquierda. Los mismos que aplauden a quienes excarcelan terroristas o a quienes pactan con Bildu, ahora se rasgan las vestiduras porque alguien proponga defender la vida. Los mismos que exigen “transparencia” para todo, quieren opacidad absoluta cuando se trata del aborto.
El PSOE, Podemos y sus satélites mediáticos han querido presentar esta propuesta como un “retroceso” en los derechos de las mujeres, cuando en realidad es justo lo contrario: es información, acompañamiento y libertad real. Porque la verdadera libertad solo existe cuando hay conocimiento, cuando se puede decidir con conciencia, no cuando el Estado oculta las consecuencias y presiona para una única opción: abortar.
Pero el socialismo necesita vender el aborto como un derecho, no como el drama que es. Quiere elevarlo a categoría constitucional, como si acabar con una vida fuese un signo de progreso. La misma izquierda que se arrodilla ante los terroristas, que defiende a los okupas y criminaliza a los padres, ahora pretende que el aborto sea poco menos que un deber cívico. Han despojado a la maternidad de toda dignidad, la han convertido en un estigma, mientras glorifican la cultura de la muerte.
Y el Partido Popular, una vez más, hace de comparsa. No se sabe muy bien qué defiende ni a quién. Durante años mantuvo un recurso de inconstitucionalidad contra la ley del aborto del PSOE, y cuando el Constitucional, manipulado por el sanchismo, lo tumbó, respiraron aliviados. En lugar de reafirmar sus principios, se sintieron cómodos con la decisión. Hoy, su postura es tan líquida, tan adaptable, que acusan a VOX y al PSOE de hacer una “pinza” contra ellos. No, señores del PP: la única pinza que existe es la de su cobardía, la de su falta de convicciones y su miedo a defender lo que es justo.
VOX ha tenido el valor de poner el debate sobre la mesa. En un país donde la natalidad se desploma, donde mueren más españoles de los que nacen, donde se despuebla el campo y se envejecen las ciudades, el único partido que se atreve a hablar de vida, familia y futuro es VOX. Frente a la cultura del descarte y del egoísmo, propone un modelo de responsabilidad, de apoyo a la maternidad y de protección al no nacido.
El aborto no puede seguir siendo tratado como un trámite administrativo ni como una conquista social. No hay progreso en la muerte, ni justicia en el olvido. La vida del niño, una vez concebida, ya no pertenece a nadie más que a sí misma. Es una vida autónoma, única, irrepetible. Negar eso es negar la evidencia, es negar la humanidad.
Que una mujer escuche el latido de su hijo antes de abortar no es coacción, es verdad. Que se le informe de las secuelas psicológicas que puede sufrir no es adoctrinamiento, es prevención. Lo que resulta violento, inmoral y cruel es que un sistema sanitario y político la empuje al aborto sin ofrecerle alternativa, sin apoyo, sin amor y sin esperanza.
Mientras tanto, el Gobierno de Pedro Sánchez sigue sin presupuestos, su esposa Begoña Gómez se sienta ante el juez, su hermano David Sánchez está imputado, y la justicia estrecha el cerco sobre ministros y asesores. Pero el PSOE, experto en desviar la atención, ha decidido reabrir la batalla del aborto. No hay mayor hipocresía.
Vivimos tiempos oscuros donde el bien y el mal se confunden deliberadamente. Donde defender la vida te convierte en “ultraderecha” y celebrar el aborto te hace “progresista”. Donde escuchar el corazón de un hijo es una amenaza para el sistema, y silenciarlo, una medalla.
El aborto se ha banalizado, se ha vaciado de sentido moral y humano. Y eso, precisamente, es lo que denuncia VOX. No se trata de imponer, sino de recordar que cada vida cuenta, que cada latido importa, que la libertad sin verdad es una farsa.
España necesita menos demagogia y más verdad. Menos ideología y más humanidad. Y sobre todo, necesita políticos con el coraje de decir que defender la vida no es una opción: es un deber moral, nacional y civilizatorio.
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