
La Hispanidad: legado vivo frente al odio de la izquierda
La izquierda necesita una España débil, acomplejada, culpable de su historia, siempre pidiendo perdón por ningún delito
La Hispanidad no es un concepto abstracto ni un adorno para los discursos del 12 de octubre. La Hispanidad es una realidad viva que une a más de 500 millones de personas en todo el mundo bajo una lengua común, una herencia cultural incomparable y una cosmovisión cristiana que dio sentido a pueblos enteros. Es la obra civilizadora más grande jamás realizada, y por eso la izquierda la odia con todas sus fuerzas.
La izquierda necesita una España débil, acomplejada, culpable de su historia, siempre pidiendo perdón por lo que nunca fue delito. De ahí su empeño en ridiculizar y denigrar la Hispanidad: porque demuestra que España fue mucho más que una nación al servicio de Bruselas o una finca para sus caciques políticos. La Hispanidad es el testimonio vivo de que España cambió el mundo y dejó una huella imborrable.
Nos han impuesto la leyenda negra como dogma, mientras callan ante los genocidios británicos o franceses. Se nos exige pedir perdón por haber llevado lengua, derecho, cultura y fe, mientras otros son aplaudidos por arrasar pueblos enteros. No, la Hispanidad no fue opresión: fue integración, fue mestizaje, fue creación de una civilización nueva que dio patria, fe y cultura a millones de personas.
Hoy, sin embargo, esa herencia está en peligro. No por los pueblos hispanoamericanos, que siguen orgullosos de sus raíces, sino por tres enemigos claros: la globalización que busca borrar identidades, los regímenes bolivarianos que usan el odio a España como arma política, y unas élites españolas cobardes que renuncian a nuestra misión histórica.
Conviene aclararlo con contundencia: defender la Hispanidad no significa abrir nuestras fronteras sin control. No confundamos orgullo cultural con ingenuidad política. España debe acoger solo a quienes compartan nuestros valores, nuestra lengua y nuestra fe común, y que tengan verdadera voluntad de integrarse. No a la inmigración masiva y desordenada que destruye identidades; sí a una inmigración hispana ordenada, limitada y que enriquezca, no que sustituya, y siempre bajo la premisa de que está sea necesaria, y sobre todo y muy importante, de aquellos que no odian a España y lo que significa.
La Hispanidad es nuestra gran esperanza de futuro. Frente al materialismo globalista, frente a las agendas ideológicas que buscan arrasar con lo que somos, la Hispanidad es un baluarte de civilización, de lengua, de cultura y de fe. No es un pasado muerto: es la llave para reconstruir un mundo en el que España vuelva a tener voz y en el que los pueblos hermanos de América se liberen de tiranías corruptas.
Reivindicar la Hispanidad es, en definitiva, reivindicar a España. Es negarse a aceptar la mentira, es plantar cara a quienes nos quieren acomplejados y sometidos. La Hispanidad no fue un crimen: fue una obra grandiosa. Y defenderla hoy es una obligación moral y política, porque sin Hispanidad, España deja de tener sentido en el mundo.
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