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Un hombre con gafas y traje oscuro gesticula con las manos levantadas frente a un micrófono y un fondo rojo con logotipos del PSOE.
OPINIÓN

Gallardo se blinda, David Sánchez imputado y el sanchismo se protege a sí mismo

La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 23 de mayo de 2025

El sanchismo es hoy una maquinaria de poder que no solo reparte cargos a dedo y corrompe las instituciones, sino que ha perfeccionado un sistema de blindajes exprés para proteger a los suyos justo antes de que la justicia llame a la puerta. El último episodio de esta indecencia institucional lo protagoniza Miguel Ángel Gallardo, presidente de la Diputación de Badajoz y máximo responsable del PSOE pacense. Veinte horas antes de que se hiciera pública la imputación de David Sánchez —hermano del presidente del Gobierno—, Gallardo consiguió un aforamiento exprés, saltándose cualquier principio de respeto a las formas y a sus propios compañeros de partido.

El procedimiento no puede ser más burdo ni más delator. Cinco diputados regionales socialistas renunciaron en cascada a sus escaños en la Asamblea de Extremadura. ¿El motivo? Abrirle la puerta a Gallardo para que pudiera ser nombrado diputado autonómico y, por tanto, aforado ante el Tribunal Superior de Justicia. Una operación de ingeniería política propia de los regímenes más corruptos, ejecutada a toda velocidad y sin el menor disimulo. En menos de 24 horas, Gallardo estaba dentro. Colocado. Protegido. A salvo.

¿Casualidad? Por supuesto que no. La imputación de David Sánchez por prevaricación y malversación no era un secreto para el PSOE. Era inminente. Se conocía. Se preparaba. Y ante esa amenaza, el aparato socialista reaccionó como siempre: protegiendo al clan. Gallardo no es un peón cualquiera. Es el hombre que colocó a David Sánchez al frente de la Oficina de Artes Escénicas de la Diputación de Badajoz, un puesto creado a medida, sin concurso ni méritos, con un procedimiento viciado desde su origen y ahora bajo investigación judicial.

La juez Beatriz de Biezma, en un contundente auto de 18 páginas, imputa a David Sánchez y señala además al propio presidente del Gobierno. No se trata ya de un caso aislado de nepotismo. Estamos ante una red de complicidades políticas e institucionales que ha funcionado como un engranaje perfecto para beneficiar a la familia Sánchez, y que ahora se blinda para evitar responsabilidades.

Gallardo ha sido premiado por su lealtad. Lealtad al poder, no a la ley. Su aforamiento exprés es la prueba de que en el PSOE ya no hay reglas, ni respeto a los órganos internos, ni democracia interna. Solo hay poder. Poder para colocar, poder para callar, poder para proteger. El que estorba, se aparta. El que obedece, se asciende. Y todo, en nombre de una fraternidad partidista que ya no se disfraza ni de ideología ni de ética: solo de supervivencia.

¿Dónde está la transparencia prometida por Pedro Sánchez? ¿Dónde queda el discurso de regeneración que llevó al PSOE a presentar una moción de censura contra Rajoy? La respuesta es evidente: en el cubo de la basura de la propaganda. El sanchismo no solo no ha limpiado el sistema, sino que lo ha contaminado aún más, haciendo del poder una herramienta para la autoprotección familiar y política.

Mientras los ciudadanos hacen colas para opositar, pagar facturas o buscar empleo, los hermanos, amigos y protectores del presidente disfrutan de cargos blindados, sueldos públicos y privilegios reservados. ¿Qué pensará el votante socialista honesto de Extremadura, al ver cómo su partido sacrifica cinco escaños para proteger a un solo hombre? ¿Qué pensará el ciudadano común al comprobar que en España, el apellido correcto abre puertas y cierra investigaciones?

Este escándalo no es menor. Es la prueba viva de que el sanchismo ya no se esconde. Ha decidido echarse al monte, actuar a la desesperada y montar escudos de impunidad ante cada movimiento judicial. El caso David Sánchez es el principio. El blindaje de Gallardo es el siguiente paso. Y lo que vendrá después será aún más escandaloso si los resortes del Estado de derecho no reaccionan.

La pregunta es: ¿estamos dispuestos a permitir que un régimen de poder personal y familiar sustituya al Estado democrático? Porque eso es lo que está ocurriendo. El sanchismo ha convertido las instituciones en trincheras, ha convertido el parlamento en un búnker para protegidos, y ha degradado el Estado hasta convertirlo en una red clientelar al servicio del presidente.

Pero la verdad, tarde o temprano, encuentra una grieta. Y cuando esa grieta se abre, el decorado se viene abajo. Hoy, esa grieta tiene nombres propios: David Sánchez, imputado. Miguel Ángel Gallardo, blindado. Pedro Sánchez, señalado. Y una justicia que, pese a todas las presiones, empieza a levantar la alfombra. Que nadie se engañe: esto no ha hecho más que empezar.

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