
De la España del esfuerzo a la España de la subvención
La opinión de Javier García Isac de hoy, miércoles 5 de noviembre de 2025
Cómo salimos adelante sin el Plan Marshall y nos hundimos con los fondos europeos
Hubo un tiempo —y no tan lejano— en que España salió adelante sola. Un país devastado por una guerra civil provocada por la izquierda y el separatismo, arruinado materialmente, con cientos de miles de muertos y un aislamiento internacional impuesto por las democracias occidentales. Esa España, humillada y castigada por haber derrotado al comunismo, no recibió ni un dólar del famoso Plan Marshall. Mientras media Europa se reconstruía con el dinero norteamericano, España tuvo que hacerlo con su propio esfuerzo, su fe y su conciencia nacional.
Y, sin embargo, lo hicimos.
Salimos adelante.
No con subvenciones ni fondos europeos, sino con trabajo, sacrificio, ingenio y unidad. En los años cuarenta y cincuenta, sin más ayuda que la voluntad colectiva, España se levantó de sus ruinas. No hubo cheques de Bruselas ni rescates internacionales, pero sí una reconciliación real —no esa falsa “memoria democrática” que hoy impone el socialismo— entre los españoles que decidieron mirar hacia el futuro, construir y no destruir. Aquella fue la verdadera reconstrucción nacional.
En apenas dos décadas, España pasó del racionamiento al desarrollo, de la autarquía al crecimiento sostenido, del aislamiento internacional al reconocimiento de su papel en el mundo. Las presas, los pantanos, las carreteras, la red eléctrica, la industria nacional, la red de enseñanza técnica, todo se levantó con sudor, sin pedir permiso, sin tutelas extranjeras y sin la corrupción institucionalizada que hoy se esconde detrás de las siglas del PSOE.
Esa España pobre en recursos, pero rica en valores, edificó una nación moderna y cohesionada.
Hoy, por el contrario, asistimos al espectáculo grotesco de una España subvencionada, dependiente, arrodillada ante Bruselas, donde el dinero europeo —los llamados fondos Next Generation— se han convertido en la nueva morfina política. Nos inyectan millones, pero cada euro que llega se diluye en la incompetencia, el clientelismo y la corrupción.
Y pese a tanto dinero, somos líderes, en lo que nadie querría ser:
Primer país en desempleo juvenil de toda Europa.
A la cola en crecimiento y productividad.
A la cabeza en pobreza infantil y desigualdad.
Y tristemente punteros en corrupción política.
Mientras la España del sacrificio levantaba pantanos, viviendas, fábricas y universidades, la España del subsidio levanta ministerios, chiringuitos ideológicos y observatorios de género. Aquella España del trabajo construyó una nación; esta, la de Pedro Sánchez, la destruye poco a poco.
El socialismo, ayer como hoy, es la gran fábrica de la ruina. En 1936 destruyó la convivencia y empujó a España a una guerra civil. En 2025 destruye la economía, la moral y la unidad nacional. Si en los años cuarenta supimos salir adelante sin un solo dólar, hoy, con miles de millones de euros, somos incapaces de avanzar un solo paso. ¿Por qué? Porque falta lo esencial: la fe en España y el sentido de nación.
Los fondos europeos, en manos de un gobierno decente, podrían haber sido una oportunidad histórica para modernizar nuestra economía y reforzar nuestra industria. Pero el sanchismo los ha convertido en un instrumento de control, propaganda y compra de voluntades. No se invierte en productividad ni en tecnología, sino en redes clientelares, consultoras afines y programas ideológicos. El dinero se reparte no en función del mérito o la necesidad, sino del carnet político.
En los años cuarenta, España tuvo hambre, pero no corrupción. Hoy tiene dinero, pero carece de honor.
La paradoja es demoledora: cuando España estaba sola, aislada, perseguida y empobrecida, supo levantarse. Hoy, rodeada de ayudas y subvenciones, se hunde. Aquella España del esfuerzo colectivo era una nación moralmente fuerte; la actual, anestesiada por la propaganda socialista, es una sociedad rota, egoísta y subvencionada.
Los que entonces fueron capaces de reconstruir un país sin nada, lo hicieron porque creían en algo. Hoy, quienes tienen todo, no creen en nada. No hay proyecto de país, no hay orgullo nacional, no hay reconciliación verdadera, sólo odio y manipulación histórica.
Y mientras tanto, el dinero de Europa —ese Plan Marshall moderno que el sanchismo exhibe como trofeo— se evapora en ministerios inútiles, asesores, observatorios y campañas propagandísticas.
Frente a la España del subsidio, reivindico la España del esfuerzo.
Frente a la España del chantaje territorial, la España una y solidaria.
Frente a la España del relato y la mentira, la España de la verdad y el trabajo.
Aquel país, el de nuestros padres y abuelos, no esperó a que viniera nadie a salvarlo. Se salvó a sí mismo. Y es hora de que recuperemos ese espíritu, porque la prosperidad no se decreta ni se subvenciona: se trabaja.
Si en 1939 España fue capaz de renacer de sus cenizas sin ayuda externa, en 2025 sólo la conciencia nacional y el patriotismo podrán rescatarla del lodazal en el que la ha metido el socialismo.
El Plan Marshall no nos hizo falta entonces.
Hoy, ni con todos los fondos europeos del mundo, el sanchismo será capaz de levantar la nación que está destruyendo.
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