
Sin la complicidad de la prensa del régimen, el sanchismo no habría llegado tan lejos
La opinión de Javier García Isac de hoy, martes 17 de junio de 2025
La corrupción del socialismo patrio, de Pedro Sánchez y su entorno más íntimo, no habría alcanzado las cotas de desvergüenza, impunidad y degradación institucional que ha alcanzado, si no hubiera contado con la inestimable colaboración de buena parte de los medios de comunicación y de esos periodistas que se reparten las tertulias televisivas, los micrófonos radiofónicos y las ruedas de prensa del Congreso como si fueran cuotas de un botín.
No nos engañemos: el saqueo moral, político y económico que ha perpetrado el sanchismo no habría sido posible sin la complicidad entusiasta de quienes han hecho del periodismo una prolongación del aparato de propaganda del Gobierno. Me refiero a los Javier Ruiz, los Jesús Cintora, las Silvia Intxaurrondo, los Antonio Maestre, los Chema Garrido, las Ana Pardo de Vera, los Isaías Lafuente, los Ignacio Escolar, las Angélica Rubio o las Lucía Méndez de turno. Ellos, junto a directores de programas y medios sostenidos por subvenciones millonarias, han sido parte activa del entramado de poder corrupto que hoy se desmorona.
Todos ellos —¡todos!— sabían quién era Santos Cerdán. Todos conocían a Koldo García. Todos escucharon hablar de José Luis Ábalos, de las andanzas del hermano de Sánchez y de los escándalos de su mujer, Begoña Gómez. Lo sabían, pero callaban. O, peor aún, atacaban furiosamente a quienes nos atrevíamos a contar la verdad. Porque aquí no se trata de errores periodísticos o de falta de información, sino de complicidad criminal, de silencios comprados, de obediencia perruna a los dictados del poder.
En el Congreso de los Diputados, muchos de esos periodistas obedecían con una disciplina digna de la Stasi las órdenes del portavoz socialista Patxi López. Bastaba con una seña para que abandonaran la sala de prensa cuando un periodista libre intentaba formular una pregunta incómoda o simplemente se atrevía a asistir a una rueda de prensa sin pasar por el filtro del régimen. A nosotros, los que no comulgamos con ruedas de molino, nos llamaban pseudomedios, agitadores, ultras. Nos vetaban, nos insultaban y nos acosaban. Hoy, sin embargo, los mismos que nos señalaban, se muestran sorprendidos por los escándalos del sanchismo. ¡Qué poca vergüenza y qué mucho cinismo!
Cuando la UCO hablaba de una organización criminal en el seno del PSOE, cuando los tribunales investigaban adjudicaciones irregulares, cuando aparecían maletas diplomáticas, comisiones millonarias, enchufes a dedo y redes clientelares, esos periodistas miraban hacia otro lado. La Asociación de Periodistas Parlamentarios —convertida en correa de transmisión del PSOE— jamás denunció estos abusos. Nunca defendieron la libertad de prensa de los verdaderos periodistas, de los que no comíamos de la mano del poder. Prefirieron mantener su asiento, su tertulia, su columnita semanal y su sobre.
Porque sí, hablemos claro: sin la prensa ensobrada, sin esos opinadores serviles, sin las productoras subvencionadas, sin los medios afines al régimen y sin los presentadores obedientes, el sanchismo jamás habría llegado tan lejos. La maquinaria de blanqueamiento necesitaba cómplices. No bastaba con comprar voluntades políticas, había que domesticar al cuarto poder. Y lo consiguieron.
Los mismos que negaban los escándalos de Begoña Gómez, que acusaban a la oposición de propagar bulos, que despreciaban a los medios libres, hoy callan ante lo evidente. Se hacen los desmemoriados, como si no supieran que Santos Cerdán fue ratificado como verdaderos número dos del PSOE en el Congreso Federal de diciembre de 2024, cuando ya era “vox populi” que estaba en el centro de todas las sospechas. ¿Quién lo mantuvo? Pedro Sánchez. ¿Quién calló? La prensa del régimen.
No basta con pedir responsabilidades a los políticos corruptos. También debemos exigírselas a quienes, con su silencio cómplice, con su propaganda, con su militancia disfrazada de periodismo, han hecho posible esta deriva autoritaria y mafiosa. No habrá verdadera regeneración democrática mientras no desenmascaremos a todos los colaboradores necesarios del régimen, a los periodistas que mintieron, insultaron, desinformaron y silenciaron para proteger al poder más corrupto y autoritario que ha conocido nuestra democracia.
Nos decían que éramos la “máquina del fango”, pero el barro estaba en sus micrófonos, en sus platós y en sus editoriales. Hoy el tiempo nos da la razón. Hoy los pseudomedios éramos nosotros, pero los pseudoperiodistas eran ellos. Y con ellos también habrá que ajustar cuentas. Porque sin periodistas corruptos, no habría políticos impunes. Porque sin su blanqueo, el sanchismo no habría existido. Y porque sin su complicidad, España no estaría al borde del abismo.
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