
Moción de censura: una cuestión de dignidad nacional, no de aritmética parlamentaria
La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 6 de junio de 2025
En tiempos normales, la moción de censura sería un recurso excepcional. Pero en una España asfixiada por la corrupción institucionalizada del sanchismo, en una nación donde el poder ejecutivo utiliza sin pudor los resortes del Estado para blindarse judicial y mediáticamente, la moción de censura se convierte en una necesidad moral, en un grito de dignidad, en una bandera de resistencia frente a la tiranía que se va imponiendo a golpe de decreto, propaganda y mentira.
El Partido Popular, esa fuerza que aspira a ser alternativa de Gobierno, ha convocado a sus votantes a salir a la calle este domingo 8 de junio, no para defender la nación, no para exigir responsabilidades al presidente más tóxico y corrupto que ha tenido nuestra democracia, sino para “tomar el aperitivo y el vermut” en un nuevo intento de movilización descafeinada. Como si la situación de España permitiera frivolidades. Como si el país no se encontrara al borde del colapso institucional y moral.
Mientras tanto, cuando se les interpela sobre la necesidad de presentar una moción de censura contra Pedro Sánchez, la respuesta del Partido Popular es que “los números no dan”. Pero es que no se trata de números, se trata de principios. No se trata de que salga adelante, sino de que se presente con firmeza, con convicción, para que los españoles sepan que aún hay quien planta cara al totalitarismo disfrazado de democracia. Se trata de que no se tape ni se entierre la corrupción. Se trata de que el Congreso vuelva a hablar de lo que el sanchismo quiere silenciar.
Pedro Sánchez está acorralado por una red de escándalos que salpican a su entorno personal, a su mujer, a su hermano, a su partido y a sus ministros. Las investigaciones sobre Begoña Gómez, el escándalo del hermano del presidente, el caso Koldo, las tramas vinculadas a Víctor de Aldama, los bulos lanzados desde La Moncloa contra la Guardia Civil, las campañas de desprestigio contra jueces y fiscales, las reuniones oscuras con dictaduras extranjeras, y la colonización descarada de las instituciones del Estado deberían ser motivos más que suficientes para que la oposición actuara con contundencia.
Y, sin embargo, el Partido Popular opta por el cálculo electoral, por la estrategia del silencio y por evitar cualquier movimiento que pueda “mover el tablero” antes de tiempo. Mientras Vox ha demostrado tener la valentía de presentar dos mociones de censura —una de ellas que costó el liderazgo a Pablo Casado, atrapado entre su complejo y su miedo a parecerse demasiado a los que sí dan la batalla—, el PP se limita a observar desde la barrera, aplaudiendo tímidamente al sistema que dice querer cambiar.
El patriotismo no consiste en esperar a que las encuestas cuadren. Consiste en defender a tu país aunque pierdas, aunque te insulten, aunque te quedes solo. Porque esa soledad, a menudo, es la que distingue a los que tienen principios de los que solo tienen intereses.
La moción de censura es hoy, más que nunca, una herramienta de resistencia cívica. Presentarla significaría desenmascarar a Pedro Sánchez en sede parlamentaria, obligarle a dar explicaciones, sacarlo de su zona de confort mediática, poner frente al espejo a todos sus socios golpistas, filoterroristas y comunistas. Sería marcar una línea roja frente a la degradación institucional, jurídica y económica que sufre nuestra nación.
Y sería también obligar al resto de partidos a retratarse. Porque no hay excusa moral para seguir sosteniendo a un Gobierno que se comporta como una organización mafiosa, que utiliza los fondos públicos como botín, y que ha hecho de la mentira y la propaganda su única forma de supervivencia.
España no puede esperar más. Los que dicen que "no es el momento" están condenando al país a una agonía lenta, donde cada semana se destapa un nuevo escándalo y cada mes se produce un nuevo atropello institucional. El momento es ahora. La moción no es por estrategia: es por dignidad. El PP debe dejar de temer a los medios de comunicación que le marcaron el paso en tiempos de Rajoy y Casado, y debe atreverse a liderar, no a gestionar silencios.
Si Feijóo quiere demostrar que su partido no es un simple relevo del PSOE con traje azul y lenguaje tecnocrático, debe presentar ya una moción de censura. Aunque la pierda. Porque hay derrotas que hacen historia, que despiertan conciencias, que movilizan a los pueblos y que marcan un punto de inflexión.
España necesita saber quién está dispuesto a luchar y quién prefiere ver cómo se apaga la patria desde una terraza, entre cañas y calculadoras.
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