
La dictadura cognitiva: El muro
Por Onvre Deconstruido
La izquierda sabe que pensamos con palabras, por lo tanto, sabe que quien domine las palabras dominará los pensamientos de la gente. Por ese motivo, la dictadura que pretende imponer Pedro Sánchez es en primer lugar una dictadura mental, es cognitiva, es la dictadura del pensamiento.
En el último espacio hablamos sobre el corrimiento al azul. Cómo, desde el punto de vista del votante de izquierdas, cuando el PP se aproxima a ellos deslizando su posición a la izquierda, su aspecto adquiere, de hecho, un tono más azulado. Dicho de otro modo: cuanto más se humillan, más los desprecian. Más extremérrima derecha son bajo su punto de vista.
Y el problema no es el infructuoso intento de captar esos votantes, sino la imperdonable legitimación de las premisas socialistas en cada nuevo pliegue de cerviz.
Concluíamos advirtiendo que en España ya no existe nada que podamos llamar centro, en España se ha erigido un muro, un muro que ha desgarrado al pueblo en dos. Un muro que solo admite dos posiciones: o estás detrás de él o estás enfrente de él.
En su discurso de investidura, Pedro Sánchez cometió un error de bulto. ¡El tío se autoproclamó el muro ante la oposición! Y claro… lejos de evocar esa imagen fuerte y heroica que pretendía, dejó entrever aquello que realmente ansía. A muchos nos vino a la memoria el recuerdo gris del Muro de Berlín.
Levantar muros no tiene por qué ser malo. Los muros protegen nuestras casas y, no hace tanto, protegían nuestras ciudades del enemigo exterior, confiriendo a la ciudad unidad, entidad e identidad.
Sin embargo, en el marco socialista, el enemigo no está en el exterior. El enemigo siempre es parte del propio pueblo, siempre se encuentra en el interior. Hay que derribar los muros que rodean la ciudad y, con los cascotes, levantar uno nuevo que divida a la ciudadanía en dos. Los cañones, antes orientados al exterior, apuntarán ahora a su propia gente para que no escape de ese pedacito de cielo en la tierra que el socialismo siempre ha procurado para sus gobernados.
Ahora es más fácil entender por qué destinan tanto tiempo y dinero a desenterrar el espíritu de las dos Españas; se están empleando a fondo para reconstruir ese muro interior, del que no quedaban más que algunos restos ruinosos.
De manera perturbadoramente dosificada, van exhumando cuerpos y reabriendo viejas heridas de la forma más visceral posible, llegando incluso a mostrar los huesos encima de la mesa, si tapar el escándalo de turno lo requiere.
Debido a esa necesidad de mantener las heridas sangrantes, la izquierda es particularmente nociva. Requiere de la división y del enfrentamiento para subsistir.
Era el profeta Isaías, como si ya se oliera la venida de Pedro el Ungido, quien anunciaba que “los malvados son como el mar agitado, que no puede estar en calma y cuyas olas arrojan fango y lodo”. Esa es la verdadera máquina del fango y del lodo a la que el socialismo arrastra irremediablemente al pueblo que gobierna: un mar agitado que no debe estar en calma, una sociedad en tensión permanente, tensión que tiene como único objetivo que el propio socialismo tenga cabida en ella.
Así que cuando oigas las trompetas de los fastos franquistas, cuando oigas el eco de Franco en el rugir de las galeras mediáticas, cuando oigas hablar a Pedro Sánchez de historia, memoria y democracia, recuerda que no está haciendo otra cosa que derruir nuestra convivencia para, con los escombros, construir su mayor proyecto político: el muro que mantiene al pueblo enfrentado y a él en el poder.
Onvre Deconstruido
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